Maravilla
Amsterdam. 10/11/2023. Muziektheater. Mozart: Die Zauberflöte. Mingjie Lei, (Tamino). Ying Fang (Pamina). Rainelle Krause (Reina de la noche). Christof Fischesser (Sarastro). Thomas Oliemans (Papageno). Coro de la Nationale Opera. Nederlands Kamerorkest. Riccardo Minasi, director musical. Simon McBurney, director escénico.
Si, maravilla, exactamente (y perdónenme) “qué puta maravilla” fue lo que exclamé nada mas acabar la función de esta Flauta Mágica, entre escalofríos, emoción, vello de punta, y lágrimas en los ojos. Y es que, señores, no recuerdo tanta conmoción, en un teatro de ópera, desde hacía mucho tiempo.
La puesta en escena de esta aclamada Die Zauberflöte es una creación del actor y director británico Simon McBurney, y fue estrenada en la ópera holandesa en el año 2012; desde entonces se ha repuesto ya en dos ocasiones en Amsterdam, y va recorriendo mundo con un éxito arrollador por donde quiera que pasa, como en el Festival d’Aix-en-Provence (que es coproductor), o el mismísimo Metropolitan de Nueva York, donde la producción fue aclamada este mismo año.
La premisa es simplísima: sobre un fondo desnudo y vacío, se yergue una plataforma que adopta mil y una posiciones, sobre la que se proyectan imágenes y palabras accionadas desde una pizarra negra con una tiza desde el lado izquierdo del proscenio. En la otra parte, en la derecha, se sitúa otra artista del foley, que con artilugios de lo mas vintage y artesanal, va recreando sonoramente todos los diálogos hablados. La orquesta se eleva desde el foso casi a nivel de escena, y los músicos interactúan de forma variada con la escena. El vestuario podría ser de nuestra época. Con todo esto, que en realidad es bastante simple, McBurney crea un espectáculo total, donde potencia por igual el lado cómico (!qué gags!) con el serio y todo su mensaje; y donde desde un origen ciertamente un tanto ‘historicista’ con el empleo de recursos teatrales de viejo cuño, el director británico añade elementos de la mas alta tecnología.
La sensación de riqueza de ideas es total, la sorpresa es una constante, y el director mantiene al público activamente entretenido durante toda la función. Esa idea de ‘teatro del pueblo’ tan en el origen de la ópera de Mozart, con diálogos hablados, estrenada en un teatro en los arrabales de Viena, por un libretista (Schikaneder) que ademas hacía de Papageno, permanece intacta en su frescura. El resultado también es una Flauta Mágica muy de Amsterdam: con la belleza y la humanidad de lo artesano, la conmovedora fragilidad de lo efímero; pero con la fuerza y el empuje de lo moderno, y con las raíces o pilares que preservan y conectan con el conocimiento ancestral y telúrico. Señores, es una puta maravilla.
A su lado Riccardo Minasi aportó una dirección muy ágil, diáfana, y coloreada; apoyada por la Nederlands Kamerorkest y sus instrumentos originales. Después de un accidentado inicio, el director italiano sorprendió por su conocimiento, aportando muy buenos detalles, algunos agógicos inusuales y arriesgados, pero, gracias a su muy sutil medida, consiguió con ellos enriquecer el discurso de manera especial y sin romper su estructura, como hizo en el “Bei Männern, welche liebe fühlen” (el dúo de Pamina y Papageno). Minasi dio en todo momento la sensación de tener todo muy claro, y se adivinó un trabajo de enriquecimiento musical con los cantantes muy de agradecer. Es un director que empiezan a rifárselo sobretodo para dirigir el periodo clásico, y, por lo visto el otro día, no me extraña. Seguiremos sus pasos.
El Tamino de Mingjie Lei no enamora en un principio, pero gracias a su honestidad y tremenda implicación, acabas rendido a sus pies. De agradecer además sus pianos y medias voces, aunque se adivinase que fuesen mas sugerencia que convicción. Bravísima la Pamina de Ying Fang, que me hizo cambiar de opinión después de su algo pavisosa Annchen en el Der Freischütz del año pasado. Pocas veces he escuchado un Ach ich fühl’s tan conmovedor, paladeado y hábilmente fraseado (y les aseguro que es de mis arias favoritas de toda la historia de la ópera) por algo les decía lo de la importancia del trabajo de Minasi con los cantantes, y aquí, no cabe duda, se notó.
Impactante la reina de la noche de Rainelle Krause que con una caracterización genial por parte de McBurney en forma de dama vieja en silla de ruedas hizo una realización absolutamente impecable; clavando todos los agudos y coloraturas de forma perfecta y afinadísima, y dando un plus de fuerza y electricidad nada fácil de ver. Gracias a este respecto su segundo aria fue, sin ninguna duda, uno de los puntos culminantes de la noche.
Noble, con empaque, y suficientemente sonoro el Sarastro de Christof Fischesser, y perfecto en su papel el Papageno del holandés Thomas Oliemans, aquí toda una institución, y dueño del rol desde el estreno de esta producción, del que consigue sacar todo el jugo al trabajadísimo entramado actoral dispuesto por McBurney. Muy buena labor general del resto del elenco, destacando el Monostatos de Lucas van Lierop y su desternillante baile con el glockenspiel.
Apunten: Flauta Mágica/ McBurney. Vuelen y vean, no se arrepentirán. La próxima ocasión la tienen bien cerca, al final de esta temporada en Les Arts, en Valencia.
Fotos: © Bart Grietens