zubin mehta ibermusica munich rafa martin© Rafa Martin.

Namasté

Madrid. 30 y 31/01/24. Auditorio Nacional. Fundación Ibermúsica. Obras de Brahms. Yefim Bronfman, piano. Filarmónica de Münich. Zubin Mehta, director musical.

El carisma de Zubin Mehta es legendario. No había más que mirar hacia las butacas del Auditorio Nacional de Madrid para comprobarlo. Cuántas caras amigas entre ellas, cuántas desconocidas, emocionadas ante lo histórico de estas citas que ha preparado Ibermúsica. Y es que, realidad o no, cierta sensación de despedida ha abrazado al gran maestro indio en su visita a Madrid, donde ese atractivo de su personalidad, que ha sabido trasladar a cada podio que ha pisado, se ha dado la mano con el oficio de toda una carrera de maestría.

Pocos días antes de que cumpliese 84 años y ante la cancelación por la pandemia de su visita con la Filarmónica de Viena, Mehta me decía al teléfono - en una de esas ocasiones que recordaré toda la vida - que esperaba tener el tiempo suficiente para regresar a España. Por suerte, cuatro años después lo ha tenido y ha sido junto a la Filarmónica de Münich, de la que es director honorario, con uno de esos compositores que han forjado y articulado décadas de servicio a la música y una forma de comprender la dirección de orquesta. Puede resultar un milagro y yo diría que lo es, pero el Brahms de Zubin Mehta sigue a día de hoy no sólo vivo, sino resplandeciente y vibrante a partes iguales. Su lectura de la Segunda sinfonía - maravillosamente expuesta en sus planos orquestales -, pero sobre todo de la Cuarta, fue un dechado de vigorosidad y arquitectura de un todo que fluye hacia adelante. No es lo contemplativo, tampoco lo acentuado o el contraste forzado. Es la plasmación de un discurso limpio, repleto de color, donde se ha dado espacio a los atriles solistas (con una formación que le tiene cogida la batuta), especialmente en las maderas, con flauta y trompas excelsas (Michael Martin Kofler y Matías Piñeira), así como a la cuerda grave con un pletórico Floris Mijnders que dio lo mejor de sí mismo en el Andante del Concierto para piano nº2, ofrecido en la primera de las noches.

Al teclado se situó, en ambas noches, el reconocido pianista de origen ruso y nacionalizado israelí-estadounidense Yefim Bronfman. Su técnica es la de los grandes, con una lectura siempre pulcra, cuidada. Sin embargo, su música careció del carisma de Mehta y prácticamente de una capacidad de comunicación directa con el público. Ante un caudal sonoro siempre aseado, quizá con un trabajo de pedal curioso por momentos, un tanto abierto y que pudo desdibujar algunas frases, se echó en falta para su Segundo un mayor vuelo imaginativo, no sólo tocar en una mirada hacia adelante, hacia la doble barra final, sino el haber querido decir algo más durante el camino. En el Primero, donde la orquesta nos abrió ese abismo brahmsiano de forma directa, sin esa profundidad filosófica del sonido, pero sí con el comentado brillo de la interpelación directa al público, el pianista encontró su mejor expresión en ese aparentemente inalterable, puro fuego por otra parte, Maestoso inicial.