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Zubin Mehta: "Confíe en mí, volveremos a hacer música"

Hoy celebra su 84 cumpleaños Zubin Mehta, sin duda una de las batutas más respetadas y queridas del panorama actual de la música clásica. Conocido por la mayoría del público como aquella sonrisa incansable junto a Los tres tenores en las Termas de Caracalla, tras Zubin hay una labor humanitaria no tan célebre como se debiera: sus proyectos educativos en Israel y el trabajo de la Fundación Mehli Mehta (nombre de su padre, de gran influencia en su desarrollo musical) en la India se muestran vitales en el porvenir de muchos jóvenes. Tras Mehta, además, se encuentra un hombre de negocios que sabe mucho del business y un músico concienzudo, meticuloso, pasional... y amable. Zubin Mehta es el maestro cercano, alejado de los arquetipos que suelen labrarse los directores de orquesta como seres más dictatoriales que áulicos, impenetrables, herméticos para el público. El gesto afable del maestro indio derriba barreras y prejuicios, acerca la música a todos. Este es un breve retrato en tres movimientos de su carrera y su verdad.

I. "Por favor, llámeme a casa".

Hará como una semana, necesitaba de Zubin Mehta para preparar un artículo sobre una persona extraordinaria que ambos conocemos. Resultando extremandamente amable, más amable incluso que el interés de cualquier crítico o periodista (lo cual, reconozco, siempre me hace sospechar), enseguida se mostró solícito: "Por favor, llámeme a casa". Como público y como escritor, siempre había visto en Zubin Mehta una figura aparentemente cercana, cálida, condescendiente, diría incluso. La confinidad, que en la mayoría de los casos, en esto de la música, es puro espejismo, en él es un valor. Nunca había hablado personalmente con el Maestro, pero en el primer momento que le he necesitado, aquí ha estado. Al segundo, en primera línea. "Para hablar de los amigos siempre hay tiempo", me dice. Con esa frase, recuerdo enseguida que, en realidad, no es la primera vez que he tenido la suerte de contar con él, que sus palabras son sinceras y su disposición también. Hará como seis o siete años también acudió a mi llamada, junto a Plácido Domingo, Antón García Abril y Alfred Brendel, para homenajear a Joaquín Achúcarro. Y por supuesto, a Platea Magazine le hizo el gran regalo de apadrinar nuestra revista impresa, protagonizando nuestra primera portada. La amistad y la amabilidad forman parte de la grandiosidad de un artista, de cualquier persona, eso es seguro. Y dirán ustedes: tampoco le estás pidiendo la luna, pero a veces, máxime entre los celos y perezas de la clásica, es más difícil encontrar con quién contemplar la luna que a alguien que te la baje, ¿y para qué querer tener la luna, cuando puedes disfrutarla cada noche?

Su voz amable provoca que, en un momento de la conversación, le termine confesando mis miedos ante la horrible situación que atravesamos. "Estamos viviendo una especie de increíble Tercera Guerra Mundial -me contesta-, pero confíe en mí: La música no corre peligro porque forma parte de nosotros mismos, de nuestra alma. Volveremos a los auditorios, volveremos a sentarnos los unos con los otros y volveremos a hacer música". El Maestro, muy ligado a nuestro país desde hace décadas, también se descubre: "De veras espero que en España las cosas mejoren muy pronto, porque leo las noticias que llegan desde allí y me siento muy, muy triste. Me sabe especialmente mal no poder hacer los conciertos que teníamos programados allí estos días con la Filarmónica de Viena... ir a Madrid, con mi querido Alfonso (Aijón, presidente de Ibermúsica)... a mi amada Valencia, donde pasé tantos buenos años... sólo espero que haya tiempo suficiente para que pueda volver".

II. "The Entertainer"

"Espere un momento, necesito cambiarme de teléfono". En la espera, una música suena. No es una música cualquiera... podría ser Bruckner, Mahler, Beethoven... ¿qué música es la adecuada para el teléfono de un gran director de orquesta? Mehta opta por el más famoso ragtime de Scott Joplin: The Entertainer. Con el sonido de una especie de pianola, empiezo a reír. A los dos o tres minutos vuelve su voz. "Maestro, ¡qué música tan bonita! ¡No la hubiese esperado nunca!". Ríe. "¡Espero qué la haya disfrutado!". Desde luego, quizá porque lleva viviendo toda la vida en la meca del entretenimiento, casado en segundas nupcias con una actriz de Hollywood, Zubin Mehta sabe muy bien cómo controlar, dominar y ofrecer espectáculo. Fue la batuta que nos ofreció el primer concierto de Los tres tenores, en una de las retransmisiones de la música más famosas de la historia. Allí estaba él, con su imbatible sonrisa, concentrado, domeñando y encarrilando a los tres tenores más famosos del momento: Plácido Domingo, Josep Carreras y Luciano Pavarotti, en un falso estado de improvisación y distensión, edificado sobre la inteligencia y maestría de cuatro grandes músicos. Hay que estar tremendamente capacitado para ofrecer un buen show-business, máxime ante un universo, el de la clásica, tendente a levantar la ceja ante el más mínimo cambio. Pero es algo que Mehta ha sabido siempre ofrecer muy bien. Recuerdo, en mi época como vendedor de discos, que una mañana un cliente me dijo, con toda su seguridad: "De los cuatro tenores, mi favorito es el indio". Tal ha sido siempre su imán.

En esa balanza, disfrutó grabando la música de Star Wars o Encuentros en la tercera fase (en un disco que hay que escuchar, sí o sí), se la jugó registrando óperas completas con el tirón del protagonismo de Andrea Bocelli, también llamando pops concert (en el significado inglés, obvio) a músicas que subestimamos al llamarlas "fáciles" de Verdi o Rossini, y no le importó acompañar en disco a diferentes cantantes cuando estos salieron a jugársela: Marilyn Horne cantando Mahler, Pavarotti en su segundo Trovatore, o Caballé con Wagner. Nada trivial, en ningún caso, cuando se ofrece lo que el espectador está pidiendo. Y junto a todo ello, algunas versiones que se han posicionado como históricas, como histórica ha sido su relación con las formaciones con las que las ha llevado a cabo.  

III. "Ah, pero ¿no va a llamarme usted por mi cumpleaños?"

Nos despedíamos ya. "Por cierto Maestro, felicidades por adelantado". "Ah, pero ¿no va a llamarme usted por mi cumpleaños?". ¿Saben ustedes cuando les están diciendo algo, pero el tono de las palabras esta superponiendo otras por encima? Veía su sonrisa amable, en gesto pícaro, a través del teléfono: "No puedo evitar el querer gustar a la gente", parecía decir. Intuía que Zubin Mehta sabía qué palabras decirme desde el principio hasta el final para ganarme. Sin pretenciosidad. Sin falsa modestia. Con la verdad de una forma de ser. Del mismo modo que se sube a un podio. Quizá por ello sus relaciones en la música sean de las más longevas que hemos presenciado: Del 61 al 67 fue el titular de la Sinfónica de Montreal. De 1962 a 1978, de la Filarmónica de Los Angeles (el titular más joven en una de las grandes de Estados Unidos). Del 78 al 91 lo fue de la Filarmónica de Nueva York. Desde 1985 ha sido el titular del Maggio Musicale Fiorentino, pasando a ser su Director Honorario de por vida, al igual que en su amada Filarmónica de Israel, con la que ha trabajado desde 1969. Y todas ellas, sin excepción, le siguen celebrando. 

Algo tendrá el agua cuando la bendicen. Como muestra de su extraordinario hacer, han quedado con estas formaciones algunas de las mejores grabaciones de la historia del disco. Según terminen de leer esto, por favor, no dejen de buscar su versión de La consagración de la primavera, de Stravinsky, con la Filarmónica de Los Angeles. Tampoco su Octava de Bruckner con la Filarmónica de Israel, o su Holst y su Strauss con la New York Philharmonic. El arte de Mehta va más allá de relaciones oficiales, no obstante. Mítica es su Segunda de Mahler con la Wiener Philharmoniker, formación que le ha invitado a dirigir su famoso Concierto de Año Nuevo en cinco ocasiones. Y si quieren seguir vibrando, no descuiden su legado operístico, porque tiene tomas gloriosas: Turandot con Pavarotti, Sutherland y Caballé, Tosca y Trovatore con Domingo y Price, o La fanciulla del West. Su sonrisa, su cercanía, su meticulosidad, su capacidad para crear atmósferas suspendidas y su suntuosa pasionalidad están en todas ellas.

Querido Zubin, esta es mi llamada. No la he preparado, ha salido del tirón hoy mismo, como cualquier conversación. ¡Muchas felicidades!

Foto: Oded Antman.