Atormentado y vehemente

Zúrich. 03/02/2024. Tonhalle. Obras de Mozart y Mahler. Tonhalle-Orchester Zurich. Cristina Gómez-Godoy, oboe. Paavo Järvi, dirección musical.

De no haber sido por su inclusión en la célebre Muerte en Venecia de Luchino Visconti, a buen seguro la música de Gustav Mahler no hubiera gozado de la relativa popularidad que ha logrado alcanzar en ciertos círculos intelectuales. Pero lo cierto es que la aproximación de Visconti está cargada de melancolía y desazón, perservada incluso con un regusto algo edulcorado. Y digo esto porque la Quinta de Mahler no es solo el consabido Adagietto, e incluso este no ha de ser por fuerza una página tan plácida y complaciente. Este pareció ser precisamente el mensaje de Paavo Järvi con una lectura de la partitura realmente amarga y atormentada, virulenta por momentos, como a continuación comentaré.

Desde la temporada 2019/2020, la Orquesta de la Tonhalle de Zúrich cuenta con el estonio Paavo Järvi como director musical al frente. La formación se ha consolidado desde entonces en la senda hacia un sonido propio, abrazando ambiciosos proyectos sinfónicos, singularmente en torno a las obras de Bruckner y Mahler. No en vano, años atrás, la formación suiza fraguó su reputación internacional a las órdenes del neoyorquino David Zinman, quien fue su batuta titular entre 1995 y 2014, cuando cedió el testigo a Lionel Bringuier, el anterior lider de la formación antes de la llegada de Järvi. 
 
Hasta la llegada de Zinman, la orquesta había ido concatenando periodos cortos con titulares del renombre de Hans Rosbaud, Rudolf Kempe, Gerd Albrecht o Christoph Eschenbach, figuras de gran reclamo mediático aunque por lo general efímeros en sus contribuciones al desarrollo de esta orquesta en particular. Pero fue Zinman precisamente quien ahondó en la horma del conjunto, buscando sus límites y afrontando en disco, entre otros, los ciclos sinfónicos de Gustav Mahler y Ludwig van Beethoven, aclamados en su día por la crítica. La titularidad de Paavo Järvi parece decidida a continuar por esa misma senda, con un proyecto tan sólido como ambicioso. 
 
Como antes apuntaba, el Mahler que escuchamos fue bastante visceral, decididamente expresivo, un punto virulento, como dicho desde las entrañas, con toda el alma. Fue así singularmente en el segundo movimiento, que no en vano está marcado como Stürmisch bewegt. Mit grösster Vehemenz, que podríamos traducir por "atormentado y vehemente". Y ya lo creo que así fue. Pocas veces recuerdo haber escuchado un Mahler tan decididamente amargo y atormentado, sin contemplaciones a la belleza, un punto árido por momentos, a veces airado en el fraseo, contrariado en las dinámicas, muy expresivo, en suma. El Adagietto, muy medido y conciso, sin blanduras, fue muestra de un hacer minucioso por parte de Järvi, capaz de ahondar en un gran dinamismo e intensidad, siendo al mismo tiempo incisivo en los tempi. Fascinó el estonio con el Rondo-Finale, sin detenerse apenas a respirar, sin aliento, arrollador por momentos. Una versión sumamente personal y sobresaliente. 
 
A nivel de ejecución es forzoso destacar el excelente desempeño del trompa solista del conjunto, Ivo Gass, realmente extraordinario en el tercer movimiento. Dentro de un altísimo nivel, aunque un punto por debajo, se mostró el trompeta principal Philippe Litzler, capaz de un sonido extraordinario aunque con un par de mínimos traspiés en su ejecución. Las cuerdas del conjunto son realmente sólidas, prestando un indudable soporte a la ambición de Järvi, con quien mostraron una estrecha compenetración.
 
En la primera mitad, el concierto había presentado el Concierto para oboe y orquesta en Do mayor de Mozart, con la española Cristina Gómez-Godoy como solista. Oboe principal de la Staatskapelle de Berlín, el virtuosismo de la intérprete granadina quedó patente durante toda la pieza, exhibiendo un sonido sumamente cálido y flexible, capaz de un fraseo sedoso y ágil al mismo tiempo. Bellísima la propina que ofrecieron, con la 'Danza de los espíritus bienaventurados' del Orfeo de Gluck.
 
Merece por cierto comentario aparte la sala, la propia Tonhalle, reabierta en 2021 tras cuatro años de primorosas reformas. Construida en 1895, se trata de una de las salas más antiguas de Europa, junto con las célebres Musikverein de Viena y Concertgebouw de Ámsterdam. Lo cierto es que posee una excelente acústica, cálida y precisa, seguramente favorecida por la notable inclusión de elementos de madera, incluídas unas columnas que asemejan ser de marmol pero que en realidad son de madera. Dicho lo anterior, lo cierto es que las dimenensiones del espacio, más bien recogido, parecieron ponerse un tanto a prueba ante la grandilocuencia sonora de la partitura mahleriana, con un escenario que ocupaba al menos un tercio generoso de la planta inferior de la sala. Un espacio sumamente interesante, en cualquier caso, también para las grabaciones, como deja patente el proyecto con las últimas sinfonías de Bruckner que Järvi y su orquesta están afrontando precisamente ahora.

Fotos: © Gaëtan Bally