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Un ruso de Malta en Barcelona

Barcelona. 13/03/2024. Recinte modernista Hospital de Sant Pau. Obras de Rajmáninov, Médtner,  Prokófiev, Skriabin y Albéniz. Dmitry Ishkhánov, piano.

Dmitry Ishkhánov es un pianista moscovita criado en Malta y formado en Colonia. Actualmente en el Mozarteum de Salzburg. No llega a los 20 años y ha sido calificado como "sucesor de Evgeni Kissin y Grigory Sokolov" por la Luzerner Zeitung. La Franz Schubert Filharmonia lo ha invitado a Catañula,donde esta semana ha ofrecido dos recitales: el martes 12 de marzo en el Teatre Tarragona, sito en la ciudad del mismo nombre y el miércoles 13, en el Recinte Modernista del Hospital de Sant Pau de Barcelona, marco incomparable, obra del prestigioso arquitecto Lluís Domènech i Montaner. El programa proponía un concierto de marcado virtuosismo, centrado en los grandes especialistas rusos de la música para piano, todos ellos grandes pianistas además de compositores notables. Y como colofón algunos fragmentos de la Suite Española op.47  y la Suite Iberia de Albéniz. 

Este programa se ofrece en el contexto ya largo pero no menos actual de la guerra en Ucrania y los absurdos vetos sufridos por los músicos rusos en algunas instituciones musicales. "La música se tiene que separar de la política", ha declarado recientemente en el diario Ara. "En este concierto tocaré compositores rusos, pero no porque sean rusos, sino porque son buenos", añadió.

Estos compositores rusos son Serguéi Rajmáninov, Nikolái Médtner, Serguei Prokófiev y Aleksandr Skriabin. De Rajmáninov el menú incluía las Variaciones sobre un tema de Corelli, op.42, basadas en un tema de la Sonata para violín, violone y clavecín de Arcangelo Corelli. Fueron escritas en 1931 o sea que el hombre tenía una edad y es una obra de madurez. El lenguaje, de hecho, tiene sus aristas pero no parece que fuera el momento en que Ishkhánov se sintió más cómodo. El fraseo no tuvo en las primeras variaciones la claridad necesaria en medio de una acústica más bien seca, hubo poco detallismo en ciertos episodios singulares pero nuestro hombre se estaba calentando. Vinieron momentos mejores.

Empezando por la Sonata Triad Op. 11, No. 3 de Nikolái Médtner. "Mucha gente no conoce a Médtner porque tuvo una vida complicada (nota: se refiere a Médtner, no a la gente que no lo conoce) y siempre quedó un poco a la sombra de Rajmáninov, pero su música es demasiado buena, incluso mejor que la de Rajmáninov". Tal vez estas opiniones de Ishkhánov expliquen la franca mejora que ya se fue vislumbrando durante las Variaciones sobre un tema de Corelli. La sonata fue escrita entre 1904 y 1907 y tiene elementos de romanticismo que la asocian con el conservadurismo que se le echó algunas veces en cara a Rajmáninov. Ishkhánov se sentó rápido para evitar la ceremonia, cosa que se agradece. Y empezó a conducir con buen pulso dramatico el único movimiento de esta sonata. 

En la Sonata Trágica Op. 39, No. 5 del mismo autor nuestro joven pianista dominó con gran fluidez y pareja eficiencia los pasajes virtuosísticos sin que ello le impidiera mostrarse muy concentrado en los pasajes más introvertidos, enmedio de una escritura que tenía aires lisztianos. Y llegamos al descanso con la sensación de que todo iría bien.

Y así fue. La segunda tanda de la desgustación era Prokófiev ni más ni menos: la Sonata No. 3, Op 28 , escrita durante el año trascendental de 1917. Discurrió en la linea apuntada en la primera parte mediante la claridad discursiva y la precisión técnica del pianista. Y se empezó a crear un ambiente muy concentrado en la sala.

La primera muestra de Skriabin fue una selección de los 24 Preludes, Op. 11, obra francamente juvenil de su autor (las piezas fueron escritas entre 1888 y 1896). No se puede decir en cambio que los Poèmes (1905) del propio Skriabin que vinieron después sean una obra de juventud, pero su personalidad artística todavía estaba evolucionando hacia un lenguaje tonal menos estable y  armonías más atrevidas. En ambos casos Ishkhánov aportó a todo ello una ejecución delicada con pianos muy intensos. 

Y en esto llegamos a Albéniz, autor al que Dmitry Ishkhánov había interpretado por primera vez en público en Tarragona el dia antes. Presentaba tres piezas: Cataluña y Asturias, de la Suite Española op.47 (1886), y el Corpus christi en Sevilla (1906) de la Suite Iberia. No fue muy natural rítmicamente su interpretación de la primera, ni del todo brillantes los pasajes más agrestes de Asturias, pero en las secuencias más líricas de esta última pieza hubo momentos bellos, como los hubo también en el fragmento de Iberia.

El artista de la noche nos ofreció además una propina. Es parco en palabras y no anunció que se trataba de Preludio en sol menor, Op. 23 n.º 5, de Rajmáninov. Como suele suceder en las propinas, el pianista se sintió muy cómodo (no se puede sufrir fuera de programa) y el público también.