Lux entre la lluvia

Semana de Música Religiosa, de Cuenca 2024. 29 y 30/03/2024. Teatro Auditorio José Luis Perales.

Johannespassion, BWV 245, de Johann Sebastian Bach, con María Pujades (soprano), José Pizarro (tenor, Evangelista), Ferrán Albrich (bajo-barítono, Jesús), Jesús García Aréjula (bajo) y otros. Orquesta y Coro SMR de Cuenca. Dirección escénica: Peter Leung. Dirección musical: Andoni Sierra. 

Lamentaciones y responsorios para la semana santa del monasterio de Santa Cruz, de Coimbra. Capella Sanctae Crucis. Dirección musical: Tiago Simas Freire. 

Die Schöpfung, de Franz Joseph Haydn, con Arantza Ezenarro (soprano), Jorge Navarro Colorado (tenor), José Antonio López (barítono), Orquesta Barroca de Sevilla y Coro de la Comunidad de Madrid. Dirección musical: Andreas Spering.

Preámbulo 

Esta edición de la Semana de Música Religiosa de Cuenca (SMR) se celebraba bajo el epígrafe general Lux, lo que dadas las circunstancias meteorológicas no ha dejado de suponer una gran ironía: porque lo que hemos vivido en estas intensas cuarenta y ocho horas han sido lluvia, lluvia y más lluvia. Y pocos minutos antes de salir de la ciudad manchega, copos de nieve. Nelson quiso abonarse a la SMR y al menos en los días que este cronista pudo asistir, viernes y sábado, parecía estar sentado junto a mí, en butaca preferente, acompañando con paraguas, parkas de estricto invierno y gorros que evitaran el frío y la humedad. En estas circunstancias hemos podido asistir a tres conciertos de esta LXI edición, pudiendo disfrutar de vivencias más que interesantes. Vayamos a describirlos por estricto orden cronológico.

 

Johannespassion 

Al decir de los organizadores, la apuesta más singular de esta SMR era el concierto del viernes, La Pasión según San Juan, BWV 245, de Johann Sebastian Bach en una versión anunciada como escenificada, cuestión de la que hablaremos más adelante y que se justificaba, si ello fuera necesario, por cumplirse en este año el tercer centenario de su estreno en la iglesia de San Nicolás, en Leipzig. No goza esta pasión de la fama de su hermana según San Mateo pero Bach es siempre bienvenido y la fecha invitaba a hacer un esfuerzo. 

Ya queda dicho que se anunciaba una versión escenificada, cosa que cada vez nos sorprende menos. La costumbre de la puesta en escena de oratorios y similares se va afianzando y lo que nació hace unos años como propuesta entre novedosa y provocativa es ahora vista con cierta complacencia y como elemento colaborador para hacer de la vivencia que supone la escucha de un oratorio de semejante enjundia algo más cercano y accesible.

Un servidor, sin embargo, más que hablar de versión escenificada hablaría de propuesta teatralizada. Describamos el escenario que se presenta ante los ojos del oyente: a la derecha desde el espectador, la orquesta preparada ad hoc para el concierto y renombrada como Orquesta de la SMR de Cuenca; a la izquierda, el coro que, así mismo, ha sido “construido” para la ocasión y en el que pude advertir muchas voces y nombres conocidos. Y en el centro un pequeño pódium blanco sobre el que se desarrolla la dramatización de las escenas narradas.

Es decir, no hay escenario y prácticamente no hay atrezzo con la excepción de un tinte negro que simula la sangre y el dolor de Cristo en el momento de la crucifixión. De hecho, este personaje, vestido de blanco impoluto en claro contraste con el intenso negro dominante en el coro es el único que presenta ropajes personalizados para una acción teatral. Por ello, más que propuesta escénica yo hablaría de teatralizada y/o dramatizada, sin que ello haya de entenderse como crítica o minusvaloración de lo vivido.

Porque tengo que decirlo cuanto antes: al término de las dos horas de la velada la sensación de plenitud de los espectadores que llenaban en un 90% el recinto intuyo fue absoluta. Existió una comunión absoluta entre intérpretes y público y el nivel de satisfacción ha sido muy elevado. Hace tiempo que no vivía en una obra similar una dosis tan alta y sincera de emoción como en este concierto y lo realizado por los componentes del Coro de la SMR de Cuenca queda en mi memoria musical para el futuro.

Los coralistas no solo cantaban sino que creaban escenas, interpretaban los papeles menores, se movían en el breve escenario con unidad y naturalidad hasta el punto de convertirse en el gran triunfador de la noche. Ver a los distintos solistas salir de sus filas, aportar tanto y, de forma generosa, volver a la masa para diluirse en ella es algo que me resulta siempre emocionante. Siquiera por agradecer su hermoso trabajo quedan aquí mencionados los nombres de Manuel Quintana (Pilatos), Aitor Garitano (siervo), Hodei Yañez (Pedro) o Saioa Goñi (sirvienta), que fueron elementos importantes y necesarios.

También participaban del grupo coral los componentes del cuarteto vocal “anónimo” principal, a saber, la soprano María Pujades, de voz hermosa y densa, el contratenor Gabriel Díaz, que arraso con una expresividad y actuación digna de reconocimiento; el tenor Ariel Hernández, estilísticamente irreprochable y con fiato y gusto a tener en cuenta y el veterano Jesús García Aréjula, que sin ser dueño de una voz grave y potente tiene un gusto exquisito y conoce como pocos su instrumento para acabar ofreciéndonos unas prestaciones impresionantes. Por cierto, cantante como es de la vieja escuela, era llamativo que fuera el único coralista que interpretó toda la pasión sin partitura.

Los dos papeles principales fueron encarnados por el tenor José Pizarro (evangelista) y el bajo-barítono Ferrán Albrich (Jesús). Ante el primero, me quito el sombrero. El papel es ingrato porque el evangelista es mero narrador y para hacerlo bien y no caer en la monotonía es imprescindible masticar el texto y creérselo y Pizarro cumplió desde su atalaya al fondo del escenario de forma inmaculada. Albrich no tiene mucho que cantar aunque en esta propuesta sí que actuar. Tanto en un aspecto como en otro estuvo algo menos afortunado que sus compañeros de reparto. 

La propuesta teatralizada era de Peter Leung, que nos demostró que cuando hay ideas claras la calidad no exige cantidad de medios. Es difícil hacer algo mejor con menos medios materiales; dicho de otra manera, cuando hay inteligencia sobran muchas cosas. El último responsable de este éxito ha sido el director de la orquesta, a la sazón director artístico de la misma Semana de Música Religiosa, Andoni Sierra, a la que hay que agradecerle la apuesta, el riesgo y el resultado conseguido. En definitiva, un concierto de los que uno recordará por mucho tiempo y cuyo disfrute ya justificaba el viaje hasta Cuenca.

 

Capella Sanctae Crucis 

A quince minutos en coche de la capital se encuentra el municipio de Arcas, de menos de dos mil habitantes y que es dueño de una preciosa iglesia románica situada en el centro mismo del pueblo. En este lugar y al mediodía teníamos la primera cita del sábado, 30. El programa se resumía en el largo título Lamentaciones y responsorios para la semana santa del monasterio de Santa Cruz, de Coimbra y lo protagonizaba el grupo portugués Capella Sanctae Crucis, especializado en música renacentista y pre-barroca y que nos planteó un programa tan interesante como árido.

El grupo lo forman ocho componentes, cuatro cantantes y cuatro tañedores de distintas flautas barrocas; un grupo singular que presentaba un repertorio relativamente infrecuente. Además, este concierto suponía el estreno en el que se daba a conocer el material recuperado en el monasterio de Santa Cruz, de Coimbra, todo ello de carácter religioso y adaptado a esta formación.

Al término del concierto el director musical, Tiago Simas Freire, tuvo a bien dirigirse al público para agradecer la presencia, la recepción del programa y dar algunas explicaciones acerca de lo que habíamos escuchado durante cien minutos. Y creo, sinceramente, que no fui el único que agradeció las breves explicaciones además de pensar que se hubieran agradecido aún más de haberse producido antes del concierto, incluso durante el mismo. La largura de la propuesta hizo que algunos espectadores abandonaran la iglesia durante el concierto y otros buscaran desesperadamente entre la minúscula letra del programa de mano cuantas lamentaciones quedaban por escuchar. 

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El programa constaba de tres partes bien claras sobre el papel: seis fragmentos correspondientes al jueves santo, otros seis al viernes y los últimos, al sábado santo, día en el que nos encontrábamos. Estamos, como ya queda escrito, ante un repertorio que el grupo ha ido descubriendo, publicando y ahora dando a conocer y considero hubiera resultado muy pedagógico que –por ejemplo- antes de cada día, de cada parte del concierto, se hubieran hecho algunas apreciaciones que ayudaran a entender la magnitud y el sentido del concierto que estábamos viviendo. Es decir, construir un pequeño concierto pedagógico.

El nivel del grupo es extraordinario aunque en su planteamiento inicial hay algunos inconvenientes. Las cuatro flautas apenas pueden hacerse oír frente a las cuatro voces y el necesario equilibrio se desvanece en más de una ocasión. Los números estrictamente instrumentales apenas fueron tres mientras que las cuatro voces, expuestas al máximo ante los espectadores, mostraron una solvencia digna de aplauso. Es de destacar la labor de la única mujer, la soprano Camille Fritsch, de voz cálida, emisión noble y evidente capacidad de cantar los melismas propios de este estilo con gran propiedad. Nada que objetar a los tres restantes, a saber, Sylvain Manet, Frederico Projecto y Luis Neiva.

Los cuatro instrumentistas, que se intercambiaron las flautas en numerosas ocasiones, tuvieron menor protagonismo pero supieron rodear las cuatro voces del sonido adecuado. En definitiva, un concierto muy interesante aunque demasiado exigente para un sábado al mediodía. Por cierto, curioso error del grupo en uno de los números que provoco sonrisas cómplices y recomenzar el mismo tras un problema obvio de afinación.

 

Die Schöpfung 

Un año más Franz Joseph Haydn alcanzaba importante protagonismo en la Semana. En este caso uno de sus oratorios más populares y que nos permitió disfrutar de la batuta de Andreas Spering, nombre relevante en este género y que fue capaz de ofrecernos en las dos horas largas del concierto una interpretación que remarcaba los distintos momentos de la obra, alternando expresivos fortes con delicados pianos, dando a metales y percusión un realce infrecuente y hacer acompañar con la cuerda a un trío vocal de mucho interés. Así, por detallar algunos de los momentos especiales, la aparición del sol se acompañaba de la necesaria solemnidad; los truenos y tormentas se acompañaban del estruendo orquestal perfectamente diseñado por el percusionista; y por terminar, la aparición de la distinta fauna se describía con habilidad por todas y cada una de las familias orquestales. Sí, creo que en la batuta estuvo lo mejor de la noche, sin menoscabo de que el trío vocal y el coro estuvieran, así mismo, a la altura. 

Arantza Ezenarro no es dueña de una voz muy grande pero no nada que reprocharle en cuanto a idoneidad y adecuación estilística en este repertorio. Muy sentida, sus agudos son seguros y el centro es de una belleza tímbrica evidente. Jorge Navarro Colorado asumió la parte más ingrata y quizás con la voz menos densa; dicha voz no es grande y en la zona aguda se observaba alguna inseguridad aunque su aportación global fue interesante. José Antonio López no tiene, quizás, un gran nombre pero nunca me ha decepcionado, nunca me deja indiferente. Es un cantante solvente y que transmite profunda profesionalidad. Quizás fuera preferible en algunos momentos mayor consistencia vocal en los graves pero López alcanzó el mayor protagonismo vocal entre los solistas y demostró, una vez más, que es un cantante de garantías.

El Coro de la Comunidad de Madrid respondió a la muchas exigencias de la batuta. Ya me gustaría saber con cuántos ensayos se llegó al concierto pero Andreas Spering supo mimar y, al mismo tiempo, exigir al coro que coadyuvará en la importante labor que le corresponde. Al finalizar el concierto la respuesta popular fue muy efusiva, sin llegar a las demostraciones públicas del día anterior. Un concierto notable, sí señor.

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Conclusión

La sequía está en boca de todos. La situación general es preocupante y estamos aceptando que en unos años, los que quizás algunos ya no vivamos, el problema pueda ser muy grave. Se habla incluso de guerras por el agua. Pues bien, Cuenca, ciudad de procesiones famosas, fue testigo de cómo el agua caía de forma abundante hasta reverdecer las tierras circundantes. Y con el agua, nos cayó música en abundancia a través de propuestas musicales inteligentes y que hacen que lo que hemos vivido de esta edición 2024 de la Semana de Música Religiosa haya sido una experiencia fascinante.

Fotos: © David Gómez