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De Cuenca al universo

Semana de Música Religiosa, de Cuenca 2025. 17 y 18/04/2025. Teatro Auditorio José Luis Perales y Espacio Torner. 

1.- Miserere, de Santiago de Pradas y Réquiem en re menor, KV. 626, de Wolfgang Amadeus Mozart con Ainhoa Lopez de Munain (soprano), Lucía Gómez (mezzosoprano), Aitor Garitano (tenor), Jesús García Aréjula (bajo) y otros. Orquesta y Coro SMR de Cuenca. Dirección musical: Andoni Sierra. 

2.- Matthäus Passion, de Heinrich Schütz. Diego Blázquez (tenor, Evangelista), Simón Millán (barítono, Jesús) y Concentus König. Dirección musical: Jorge Suárez. 

3.- Mass, de Igor Stravinsky y Via Crucis, de Manuel Millán de las Heras, con Gustavo Villalba (narrador), Coro y Orquesta de la Comunidad de Madrid. Dirección musical: Jordi Francés. 

Preámbulo

La 62ª edición de la Semana de Música Religiosa, de Cuenca ha tenido como idea fuerza principal In Via y se ha celebrado entre el 12 y el 20 de abril y este medio tuvo la fortuna de asistir a tres conciertos de los dos días centrales de las fiestas: jueves y viernes santos. En las calles, multitudes apiñadas como meros espectadores de las distintas procesiones que sorteaban la lluvia pronosticada pero que apenas se intuyó hasta el sábado por la mañana. Dentro de los distintos recintos, propuestas musicales dispares, con un momento culminante para la misma cual era el del estreno de la obra encargo de la misma SMR y del que hablaremos líneas más abajo. 

Curiosamente, el teatro auditorio de la ciudad no ha vivido en estas dos jornadas ningún lleno mientras que el Espacio Torner, un lugar muy coqueto, estaba a rebosar. Había conquenses veteranos del festival que hablaban de cierta decepción porque ya no se disfrutan los nombres célebres de antaño en lo que a intérpretes se refiere. Seguramente, como en tantos y tantos eventos musicales, sí puede decirse -¿por mor de la economía?- que tiempos pasados fueron mejores pero considero conveniente que nos vayamos acostumbrando a estas circunstancias porque cada vez va a ser más complicado, logística y económicamente, mover a grandes grupos orquestales y/o vocales. Asumámoslo por mera practicidad y pongámonos ya en camino para narrar lo que ha sido esta pequeña parte de la SMR 2025.

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Concierto Pradas-Mozart 

Santiago de Pradas (Cuenca, 1777-1821) es un compositor del que, humildemente reconozco, jamás había oído hablar. Maestro de capilla de la catedral de su ciudad natal desde 1797 hasta su muerte, la SMR hace muy bien en recuperar en tiempos modernos la interpretación de una de sus obras, recuperada del archivo catedralicio y que ha sido colocada junto a una de las obras religiosas clásicas más relevantes de la historia: el Réquiem en re menor, KV. 626, de Wolfgang Amadeus Mozart. La obra del conquense, el Miserere a cuatro y ocho voces es casi coetánea. De hecho, Pradas es estrictamente contemporáneo a Beethoven y, por lo tanto, un poco más joven que Haydn y Mozart. Así, las obras propuestas en este concierto apenas se separan en seis años. Cualquier intento de comparativa es injusto y baldío. La SMR hace muy bien en recuperar el patrimonio musical castellano-manchego porque si ellos no lo hacen no lo hará, probablemente, nadie así que la iniciativa solo merece elogios.

El planteamiento de la obra de Pradas es curioso: ocho voces solistas forman el grupo vocal compuesto por el mismo cuarteto vocal de la obra mozartiana mas Haizea Lorenzo, María Izaga, Mirari Pérez y Javier Cuevas. La Orquesta de la SMR –que, como el coro del mismo nombre es un grupo creado ad hoc para el festival- acompaño a este octeto que canto con gusto aunque si se me permite la advertencia meramente intuitiva, en algunas ocasiones se transmitía cierta inseguridad y apego excesivo a la partitura. Una obra interesante aunque hubiera sido deseable que se adjuntara el texto en el fondo del escenario.

Por lo que a la obra principal se refiere, Andoni Sierra ha planteado un Requiem de cierta morosidad en los tempi, con el gusto suficiente para buscar los contrastes en el desarrollo de la misma. Tiene un gesto propio de quien ha dirigido muchas veces agrupaciones corales y se le advirtió muy atento al coro, que estuvo a muy buena altura. En lo que al cuarteto vocal se refiere, eficiente aunque de cierta modestia vocal. De voz amplia la soprano alavesa Ainhoa Lopez de Munain, menos contundente y con la parte más ingrata la mezzo donostiarra Lucía Gómez, impetuoso el guipuzcoano Aitor Garitano y falto de contundencia en el grave el barítono también guipuzcoano Jesús García Aréjula, aunque siempre de mucho gusto en la expresión. La recepción del público fue efusiva.

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Heinrich Schütz 

El Espacio Torner es, en realidad, la adaptación de una capilla del antiguo convento dominico de San Pablo sito en el paraje de la Hoz del Huecar, frente a las famosas casas colgadas, que hoy es parador nacional y donde se recoge gran parte de la obra del artista contemporáneo conquense Gustavo Torner. Es decir, es un espacio que recoge en sí la aparente contradicción de ser al mismo tiempo un edificio tardogótico y asumir en su interior arte estrictamente actual. Muy interesante. 

En este espacio, en un recinto donde pueden darse cita apenas doscientas personas, me ha alegrado y mucho poder encontrarme con la obra de este compositor, tan conocido en la historiografía musical y, sin embargo, tan ignorado por estos lares. Schütz es uno de los grandes nombres del pre-barroco alemán y no deja de ser curioso que sea un grupo español de nombre tan poco ibérico como Concentus König quien asuma el interpretar una obra de este compositor. 

Jorge Suárez, su director y cantante del mismo, nos regaló una breve presentación del concierto a disfrutar presentando a los diez componentes del mismo y apelando a que el espectador, que no podía disponer de manera alguna de poder seguir el texto de la obra, viviera la misma desde la espiritualidad. Un servidor decidió vivirla desde la admiración de la música y de su misma interpretación. Y quiero dejar escrito cuanto antes que tras los 55 minutos de la obra uno afrontó el camino de vuelta al centro de la ciudad con la satisfacción de haber vivido una hora hermosa. 

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Austeridad luterana. Y una interpretación sentida, íntima, honda, realizada en comunión con los diez miembros del grupo que afrontaron un reto nada pequeño. Todo artificio sobraba y solo quedaba refugiarse en la música. Quien lo haga desde la fe, abrazando el texto y su significado; quien lo hace desde el arte, contemplando el esfuerzo y amor de un grupo del que me apunto el nombre para futuro seguimiento. Esa austeridad también se expresa a través de la obra a capella, por la que uno solo puede rendirse ante el esfuerzo y el resultado. Ímproba la labor de Diego Blázquez como evangelista, más modesta pero eficiente la voz de Simón Millán como Jesús y envidiable la labor de los ocho restantes miembros del grupo, interactuando, construyendo dramaturgia teatral con el mero uso de la voz y las esporádicas salidas de escenario. Un concierto de altura, que disfruté mucho, lo reconozco.

Por ello, porque la austeridad era el santo y seña de la velada, porque el recogimiento era obligado, se torna incomprensible que la organización decidiera permitir que un niño de apenas cuatro años entrara al concierto con su familia, con las consecuencias lógicas. Un error de organización que, sin embargo, no empaña la experiencia vivida.

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Concierto Stravinsky-Millán de las Heras 

El gran reto de la Semana de Música Religiosa de este año era el estreno del compositor, también conquense, Manuel Millán de las Heras (1971), guitarrista y profesor cuya obra –en distintos géneros- ya ha podido ser escuchada en anteriores ediciones de la SMR. En este caso estamos ante Via Crucis, una obra de formato grande, de 55 minutos de duración para narrador, coro y gran orquesta, con muy breves intervenciones solistas de algunos miembros de la masa coral.

La obra de Millán de las Heras representa las catorce estaciones del camino al Calvario explicadas por la voz adecuada y bien amplificada de Gustavo Villalba, atento a los mandatos de la batuta. En la parte orquestal la percusión adquiere relevancia notable, con los tres solistas asumiendo numerosos instrumentos y un protagonismo que se advierte desde el primer momento; así, la obra se abre con el juego sonoro de campanas y gong. Más tarde, en el desarrollo de la misma Millán de las Heras juega con los instrumentos, sobre todo los graves –entiéndase, trombón de varas, tuba o contrabajo- a los que da momentos de virtuosismo solista en frases complejas y buscando contrastes muy evidentes: así, y por poner un ejemplo, a la intervención de la tuba le siguen sin solución de continuidad las sopranos en piano. Flauta, oboe y arpa juegan también un papel determinante mientras que la cuerda, tantas veces sostén del desarrollo orquestal, queda relegada a un segundo plano. 

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La estética de Millán de las Heras nos retrotrae a la estética vanguardista de finales del siglo pasado y comienzo del actual, sin llegar a ser rupturista en coherencia con el hecho de que nada más clásico que la misma palabra sea lo que estructure la obra que nos ocupa. Jordi Francés, al que apenas hace una semana le disfrutábamos dirigiendo en Oviedo la ópera de 2023 La regenta, de Marisa Manchado, volvía a volcarse en una obra actual con convicción y brillantes resultados. El Coro y la Orquesta de la Comunidad de Madrid estuvieron a brillante altura y coadyuvaron al éxito del estreno.

En la breve primera parte diez instrumentistas de viento y metal y el mismo coro nos ofrecieron una obra particular de Igor Stravinsky, Mass, de 1948, inscrita dentro de la tradición litúrgica católica romana y producto de un compositor que vivía su espiritualidad con contradicciones. La obra tiene reminiscencias vocales casi gregorianas pero con un lenguaje instrumental dotado de cierta modernidad. No es obra frecuente en el repertorio y nos permitió disfrutar de un Stravinsky menos conocido.

La reacción del público fue de entusiasmo. El compositor, presente en la sala, recibió ovaciones muy sinceras y desde luego solo queda felicitar a la organización por la apuesta realizada.

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Conclusión

Entre borrasca y borrasca hemos podido disfrutar de cuarenta y ocho horas de cierta tregua para vivir como visitante la Cuenca de la semana santa. Ello puede hacerse desde las aceras, contemplando las numerosas procesiones, desde la gastronomía y el ambiente callejero de Carretería y San Francisco o desde la música que propone este festival. Quizás no vivamos los mejores tiempos para grandes alardes económicos en este tipo de eventos –me consta la preocupación de otros organizadores por las incontinentes subidas de precios- pero es de justicia apreciar lo que se nos ofrece. En eso estamos.

Fotos: © David Gomez