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Un Bruckner renovado 

Rávena, 02/06/24. Ravenna Festival. Palazzo Mauro De André. Bruckner. 5ª Sinfonía. Joven Orquesta Gustav Mahler. Kirill Petrenko, director.

Había expectación en el Palazzo Mauro De André, el lugar que el Ravenna Festival utiliza habitualmente para los grandes conciertos de su programación, por escuchar a la Joven Orquesta Gustav Mahler y, sobre todo, por la dirección de la actual batuta titular de la Orquesta Filarmónica de Berlín, Kirill Petrenko. Y, por supuesto, como suele pasar con este director, las expectativas fueron superadas con creces. Y es que Petrenko es un mago, alguien que con su batuta, sus incesantes movimientos, su permanente sonrisa, consigue que orquesta y partitura se unan y se moldeen a su antojo. 

En esta ocasión y como recordatorio del segundo centenario del nacimiento de Anton Bruckner, pudimos escuchar su Sinfonía nº 5. Una sinfonía que supone un giro en la trayectoria compositiva del autor que en el momento de su creación, abandonada su plaza de organista en la catedral de Linz, se había lanzado a buscar su lugar en el complicado mundo musical de la Viena de la segunda mitad del siglo XIX. No fue tarea fácil. No tenía ni el carisma ni la influencia cortesana necesaria para triunfar de manera fulgurante. Tampoco, seguramente el carácter, calificado casi siempre de difícil. Pero la obra de Bruckner, sobre todo la sinfónica, es monumental, tremendamente sólida y de una trascendencia musical que pocos compositores han alcanzado. Prueba de ello es esta 5ª sinfonía, calificada como Sinfonía de la Fe, Sinfonía Católica, Sinfonía Trágica o también Fantástica. Apodos que les encanta poner a ciertos musicólogos a las obras que solo reflejan en parte la totalidad del mensaje que encierran. Yo me quedaría con la definición del propio autor, que por cierto nunca la pudo escuchar interpretada por orquesta, que habló de “su obra maestra contrapuntística”. Este es el camino del que partió Petrenko para ofrecernos una versión diría que revolucionaria en contraste con lo que hemos escuchado en disco o en directo.

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El maestro, que aunque de origen ruso es austriaco de nacionalidad y de formación, conoce perfectamente la obra de su compatriota y las “cargas” que arrastra su música, calificada en bastantes ocasiones de grandilocuente, solemne e incluso, para algunos, de plúmbea. Liberó a la composición de cualquier barniz tejido por la “tradición” y busco la esencia de la música, la alegría, la vivacidad, el anhelo de un mundo mejor, que encierra esta partitura. Y lo hizo con una dirección dinámica, llena de contrastes, buscando los recodos de cada fragmento, la sutileza casi camerística que encierra algún momento sin perder de vista la grandeza de los grandes tutti que sobrecogieron por su dinámica y su volumen. Sería cansino para el lector que describiera multitud de detalles que me hicieron casi redescubrir esta hermosa pieza, pero destacaría dos momentos. El primero, la impronta vienesa, ese aire de vals que resaltó en el tercer movimiento, Scherzo. Pura belleza. El segundo, impresionante, la introducción del primer tema presentado por violonchelos y contrabajos en forma de fuga del cuarto y último movimiento (Adagio). esa entrada, llena de fuerza, casi violenta, rompiendo todos los cánones, será algo inolvidable en mi memoria.

¡Qué bien se entendieron Petrenko y la Gustav Mahler Jugendorchester! Juventud en los atriles, juventud madura en el podio. La lectura fue fielmente seguida por los excelentes músicos de esta orquesta con la alegría y la pasión que el director imprimió en todo momento. Maravillosas las cuerdas (especialmente en los tiempos lentos, llenos de belleza romántica) y los metales y destacar especialmente, como solista, el oboe de Félix Turrión Eicler, fantástico durante toda la sinfonía. Un Bruckner de referencia, que rompe moldes y que seguramente molestó a los proclamados guardianes de las esencias clásicas, como dos críticos que tenía a mi lado y que estuvieron más preocupados en sus comentarios posteriores en demostrar cuánto sabía cada uno de Bruckner y las grabaciones que había oído que en disfrutar de un nuevo enfoque, de aceptar lo distinto sin dejar de admirar lo de siempre. Ellos se lo pierden. El público aplaudió con fervor la interpretación, y eso a los músicos es lo que les importa.

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No quería terminar mis crónicas desde Rávena sin mencionar el programa general del Festival. Este año el título elegido para el Ravenna Festival proviene del primer libro de la Biblia, el Génesis: E fu sera e fu mattina… (Y fue la noche y fue la mañana…) una cita que nos explica que existe un deseo desde la organización no sólo de reflexionar y sensibilizar a través de los lenguajes del espectáculo, sino también de explorar y adoptar nuevas prácticas sostenibles desde el punto de vista medioambiental, con la visión puesta en las terribles inundaciones que asolaron esta zona de Emilia Romagna el año pasado. Las extraordinarias fotografías que acompañan el programa nos muestran la desolación causada en personas, edificios y la propia naturaleza. Incluso el Festival dedica varios eventos gratuitos en algunas de las zonas más afectadas para celebrar el espíritu de resistencia y comunidad para recuperar el patrimonio histórico y natural. Encomiable propósito que demuestra lo vivo y lo cerca de su público que está este Festival.

Fotos: © Zani Casadio