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Huracán Antonini

Madrid. Auditorio Nacional. 9/05/2024. Haendel: Tolomeo. Franco Fagioli, Tolomeo. Giulia Semenzato, Seleuce. Giuseppina Bridelli, Elisa. Christophe Dumaux, Alessandro. Riccardo Novaro, Araspe. Il Giardino Armonico, Kammerorchester Basel. Giovanni Antonini, director.

Giovanni Antonini lo ha vuelto a hacer: en su tercera visita a Madrid esta temporada, el triunfo más absoluto resonó en el Auditorio ante un público rendido a sus pies. Después de un fabuloso Orlando Palatino de Haydn en el Real, y de su exitoso debut en la temporada de la Orquesta Nacional de España, el director italiano puso patas arriba la interpretación de la ópera Tolomeo de Haendel como un ciclón de energía que pasó por el Auditorio. Con la inestimable y fundamental colaboración de Il Giardino Armonico y la Kammerorchester Basel, que actuaron de forma conjunta formando un grupo compactísimo y numeroso, como se supone que Haendel utilizó en el reextreno de la obra en Londres, Antonini literalmente arrasó, con unas ganas de hacer y un entusiasmo que dinamizó todo. 

Ya desde la obertura, sorprendieron los primeros y característicos puntillos a la francesa, que crepitaban llenos, muy sonoros, y como chispazos que caían en el uno del compás con una energía bárbara. Impactante la manera de llevar la fuga posterior, con unos reguladores anchísimos y largos, conseguidos a base de una ejemplar y pacientísima dirección de la frase. Antonini empezó a sorprender atacando de forma inesperada pequeños diseños de los bajos, que, así, se comportaron como fustigantes brochazos  que daban al discurso musical un plus de energía y sorpresa únicos. 

Esa forma tan estimulante de hacer, fue la norma de todo el concierto, y a uno se hacía la boca agua pensando la cantidad de detalles y sorpresas a descubrir en la tan vitaminada manera de interpretar de Antonini y orquesta. El arco dinámico fue amplísimo, de una gama infinita, y el contraste a toda esa energía vino en momentos como el primer aria de Seleuce: Mi volgo ad ogni fronda, donde se consiguió un delicadeza y tersura únicas, con los violines aflautando con el arco sul tasto, y con un paso a la parte B del aria mágico; o en el arioso Tiranni miei pensieri de Tolomeo, donde se consiguió deleitar con el característico balanceo de compás compuesto, creando un clima dulce y algodonado. Pero el punto culminante de estas características, vino con el último aria del primer acto, Torna sol per un momento que canta Tolomeo, con un clima flotado e ingrávido único con las ligaduras a dos; y el maravilloso Stille amare, el aria mas famosa de la ópera, y donde se podría hacer un verdadero tratado o estudio de como interpretó Antonini. Solo mencionar la magistral regulación de tempi empleada, comenzando con un vigor, que según entró el cantante fue amainando, ralentizando el tempo muy poco a poco y de forma sutil, hasta conseguir unos sfumati hechos con los pianisisimos mas logrados que uno recuerde en muchísimo tiempo. Adormecer musicalmente, lo que en la situación de la acción es un supuesto lento morir. Impresionante.

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Riqueza, variedad, estímulo permanente.. pero todo ello no hubiese sido posible sin la magistral actuación de las dos orquestas. Digno de ver el grado de compenetración de los músicos, tocando todos a una, comprobado en la uniforme forma de tocar de los violines, todos en la misma zona y velocidad de arco. Hay que mencionar también a Christoph Dangel, que desde su violonchelo, lideró un bajo continuo fantástico junto al clave de Sergio Ciomei, y que Antonini dejó bastante libre, dando un vigor y fantasía extraordinarios. La manera seca y contundente -como dos disparos- que empleó tocando sus dos corcheas tras la palabra “mataron” en un recitativo de Elisa es sólo un pequeño ejemplo. Fantásticos todos los vientos, incluidas las problemáticas trompas naturales, que consiguieron, tocando absolutamente en frío en sus dos únicas intervenciones, interpretar su parte de forma impecable. 

Franco Fagioli cantó el protagonista: Tolomeo, y lo hizo conectadísimo y con una tremenda personalidad que dotó de profunda teatralidad muy barroca a su parte. Con un registro amplísimo que impresiona, y con un fiato que le permite hacer diabluras con su voz, el contratenor argentino nos regaló largos y regulados melismas, apianando el sonido de forma bellísima, como hizo en la cadencia de Torna sol per un momento consiguiendo al acabar una ovación atronadora. Algún trino suena duro, y la coloratura no tiene el plus de ‘seda’ en el engarce de los sonidos, pero el cantante triunfó por todo lo alto realizando una actuación extraordinaria, de hecho, creo que su interpretación del Stille amare será muy difícil de olvidar. Fantástico.

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Con un timbre menos bello, algo mas nasal y de tonos más ácidos, aunque mas homogéneo y con igualdad entre registros Christophe Dumaux hizo de su hermano en la trama: Alessandro, de forma muy convincente. Sin ese plus de personalidad y riqueza tímbrica de Fagioli, el contratenor francés es siempre seguro y eficaz. Cantó muy bien su aria Pur sento, oh Dio del segundo acto (que tanto recuerda al Squerza infida del Ariodante, por cierto), y sacó adelante todas las agilidades de forma bastante notable.

Giulia Semenzato está consiguiendo abrirse camino a base de un timbre muy bello y mostrando buena escuela de canto italiana. La soprano además canta muy bonito, y consiguió dotar de delicadeza a sus arias, como hizo en Mi volgo ad ogni fronda con sonidos tersos y mórbidos, y destacando en sus dúos con seguridad. Se lanzó al sobreagudo en alguna cadencia con algún sonido abierto pero con valentía, y consiguió dar a su parte un aire de frescura y plateada sonoridad. 

Mas opaca tímbricamente sobretodo al principio Giuseppina Bridelli como Elisa, aunque la cantante fue afianzándose en el transcurso de la interpretación, y consiguió finalmente resaltar, como en el aria Ti pentirai crudel con unas agilidades muy bien resueltas, y vertiginosas, a consecuencia del implacable y velocísimo tempo marcado por Antonini. 

Algo parecido le sucedió a Riccardo Novaro que cantó el personaje de Araspe, y tuvo que lidiar con las rapidísimas semicorcheas en su aria Piangi pur, ma non sperare, sacando adelante ademas con su voz tonante, sonora, el casi violento carácter imprimido por el director en su aria Piangi pur, ma non sperare.

Éxito caluroso, a lo largo de la velada, y apoteósico al final. Gracias CNDM por este concierto, será difícil de olvidar. Gracias.

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Fotos: © Elvira Megías