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Olimpiada lírica con química

Peralada. 05/08/2024. Festival Perelada. Iglesia del Carmen. Obras de Rossini. Sara Blanch, soprano; Paolo Bordogna, barítono; Giulio Zappa, piano.

El género lírico es uno de los elementos principales del Festival Perelada, y resulta una parte indisociable de él. Por ello, un año más, ha reunido a algunos de los mejores cantantes del panorama internacional. Si el divo Piotr Beczala inauguró el festival y Anna Pirozzi coronó el ecuador de la edición, la recta final ha contado con un dúo de altura: la catalana Sara Blanch, y el barítono italiano Paolo Bordogna. La soprano es actualmente una de las principales voces del panorama internacional, y es especialmente querida en Peralada, al menos, desde 2016, año en que fue artista residente. Mucho ha llovido desde entonces, y para esta 38.ª edición, la tarraconense regresaba ya consagrada como una auténtica especialista en bel canto rossiniano. Bordogna, por su parte, resultó ser una buena contrapartida masculina que equilibró el virtuosismo pirotécnico de la soprano, aportando humor y buenos registros en sus roles de bajo bufo.

El programa se desenvolvió de manera efectiva, con cierta coherencia tonal entre piezas, en una esperable alternancia entre protagonistas, con algunas de las más conocidas óperas del repertorio rossiniano. No faltaron los momentos de drama, pasión, comedia, y sobre todo, destreza vocal, en esta pequeña olimpiada lírica. Sin embargo y a pesar de la popularidad de las arias, nunca está de más añadir las transcripciones en formato digital, algo que más de un asistente pudo echar en falta. El experimentado Giulio Zappa acompañó impolutamente a los cantantes bien atento a sus tempi y a sus escenificaciones.

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En la primera parte la soprano pronto sacó a relucir sus dotes vocales con una generosa proyección, un gran fiato, que le permitió abordar largos melismas con elegancia y, sobre todo, gran frescura en unos saltos de vértigo. Toda una atleta de la voz, Blanch abrió el recital envuelta en un elegante lila con brillantes, ofreciendo la primera cavatina de la tarde, 'Fragoletette Fortunate', de la ópera Adina, donde la soprano coronó los agudos con determinación. En el papel de Zenobia –Aureliano in Palmira–, la soprano dio pistas de por qué este es uno de sus roles predilectos, y en ‘Tremare Zenobia?’ tuvo margen para escenificar a placer al tiempo que ofrecía gran precisión en las figuras arpegiadas. Dos arias y un dueto, todas ellas ahora de Il turco en Italia, clausuraron la primera mitad y tras una ‘Squallida veste e bruna’ generosa de vibrato, barítono y soprano protagonizaron uno de los momentos de la tarde en ‘Credete alle femmine’. Los invitados mostraron toda su química y complicidad y Bordogna, en el papel de Salim, estuvo imponente. 

Durante la primera mitad, el barítono se hizo fuerte en las codas y poco a poco ganó proyección, destacando, por supuesto, sus intervenciones más bufonas, como Geronio en ‘Se ho da dirla, avrei molto piacere’, también de Il turco en Italia, lo más divertido de esta mitad, no sin antes lucirse con una gran dicción en las sílabas rápidas.

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Con Bordogna arrancó la segunda parte, sustituyendo del programa la primera de las piezas por ‘Già de insolito ardore nel petto’, de L'italiana in Algeri, en que, al igual que luego en ‘Miei rampolli femminini’ –La cerentola–, la acústica del piano no jugó del todo a favor del italiano, quien tuvo que explotar al máximo sus grandísimas dotes teatrales. Sin embargo, en esta última, Bordogna lució uno de sus mejores roles de bajo bufo. 

Por otro lado, una Sara Blanch ahora de blanco con destellos, remarcó sus habilidades recitativas en ‘Ah! Voi condur volete’, y dibujó unos bellísimos legati en las escalas descendentes de la correspondiente aria ‘Ah donate il caro sposo’, –Il Signor Bruschino–. En el primer papel de Rosina, ya en los últimos coletazos del programa –‘El barbero de Sevilla’– la catalana presumió de diafragma en ‘Una voce poco fa’; una gran demostración de gimnasia vocal, nunca alejada ni de la musicalidad ni del componente teatral. Ya con Fígaro en el altar, Blanch y Bordogna bordaron el último de los duetos con gran afán operístico, como si la teatralidad también fuera parte de la partitura, equiparando proyecciones en las notas largas.

Los invitados regalaron tres propinas: por parte de Bordogna, la jocosa y multifacética ‘Ombretta Sdegnosa’, que el italiano interpretó a placer muy cómodo en su papel; y por la de Blanch, la canción La Danza, de Rossini, pasándolo en grande en pleno trance napolitano. Por último, la pareja acicaló la velada con sus mejores maullidos en el Duetto buffo di due Gatti, que puso la guinda a una tarde memorable en este regreso al Festival Perelada. 

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Fotos: © Toti Ferrer