La felicidad y el aburrimiento
Torroella de Montgrí. 09/08/24. Auditori Espai Ter. Shostakovich: Elegía y polka; cuartetos para cuerda nos 2 Op.68, nº7 Op. 108, nº14 Op. 142 y nº15 Op. 144. Quartet Gerhard
Acudir a un pueblo de poco más de 10.000 habitantes a ver una doble sesión con hasta cuatro cuartetos de Shostakovich y encontrarse la sala llena es uno de esos éxitos culturales que gratifican y que tienen responsables con nombres y apellidos. Al poder de seducción de Shostakovich y del Quartet Gerhard hay que añadir, pues, las felicitaciones que correspondan al Festival de Torroella de Montgrí.
En principio se trataba de dos conciertos diferentes, separados por una hora libre. La sensación "in situ" es que la mayor parte del público repitió y que esa hora intermedia sirvió para picar algunas cosillas entre sesión y sesión. Un plan bastante redondo aunque un tanto esforzado para los intérpretes entre los cuales se anunciaba una baja y su sustitución: Maria Florea sustituía a Judit Bardolet en el segundo violín.
La primera tanda se inició con Elegía y Polka, dos piezas publicadas póstumamente en 1983. La primera se basa en el aria de Katerina al final del primer acto de Lady Macbeth de Mtsensk (1934) y la segunda en el ballet La edad de oro (1930). Ambas de una belleza impactante como toda la música que disfrutamos en la doble velada. En la primera, más contemplativa, pudimos celebrar el equilibrio sonoro de la agrupación y disfrutar de unas atmósferas limpísimas. La segunda, más bailable (por decirlo de alguna manera) fue plasmada por el Quartet Gerhard con extrema fluidez.
El Cuarteto nº7 Op.108 (1960) discurrió como una confirmación de las buenas sensaciones. En el segundo movimiento el control de las dinámicas fue delicadísimo y en los pasajes fugados posteriores la exhibición de virtuosismo fue muy convincente.
La primera sesión se completó con el Cuarteto nº14 Op. 142 (1973). En el primer movimiento tomó un protagonismo muy plausible el cello de Jesús Miralles, de sonido poderoso y gran concreción expresiva. Tras un segundo movimiento de reminiscencias tristanescas y hasta puccinianas en el tercero, scherzoso y agitado, Miralles volvió a asumir el protagonismo con unos agudos bellísimos.
Si la primera sesión fue claramente satisfactoria, la concurrencia agolpada en el bar a la espera de la segunda no podía ser consciente de que lo mejor estaba por venir. La propuesta era ahora la de ofrecer dos cuartetos extremadamente separados cronológicamente: el Cuarteto nº2 Op. 68 (1944) y el Cuarteto nº15 Op.144 (1974). Bellísimo el primero, fascinante y paralizante el segundo.
El primer movimiento (Obertura. Moderato con moto) fue tratado por el conjunto con una delicadeza desarmante. En el segundo (Recitativo y romanza: adagio) tomó el protagonismo el violín de Lluís Castán en un fascinante solo de reminiscencias populares en que confirmó las sensaciones acumuladas hasta el momento, muy especialmente su capacidad para integrarse maravillosamente en las dinámicas del grupo. A continuación el grupo persistió en su excelencia, particularmente en los pasajes más agresivos, brillantemente conjuntados.
Sobre el Cuarteto nº15 Op.144 es difícil poner la experiencia en palabras sin estropearla. El discurso es tan hipnótico, tan concreto, tan exento de toda ornamentación, tan reacio a toda concesión que lo mejor que se puede pedir a sus intérpretes es que actuen como simple medium de una pieza reacia a todo efecto: "que la audiencia abandone la sala en el más puro aburrimiento" pedía el autor a sus primeros intérpretes. Si eso es el aburrimiento, tal vez sea lo más próximo a la felicidad.
Fotos: © Roger Lleixà