Camino al trono

21/08/2025. Canónica de Santa Maria de Vilabertran. Schubertíada. Obras de Richard Strauss, Wagner y Alexander von Zemlinksky. Andrè Schuen, barítono; Daniel Heide, piano. 

El barítono Andrè Schuen ha protagonizado uno de los grandes capítulos de la trigésimo tercera edición del emblemático festival de Vilabertran, una de las citas veraniegas obligatorias para todo amante de la canción con piano. En su última visita a nuestro país, un recital dedicado al Canto del cisne en el Palau de la Música Catalana, dejó muy buenas sensaciones, y su estela reciente en el campo de la ópera, encarnando al Don Giovanni ‘actualizado’ de Robert Icke, evidencia la solidez de un artista dispuesto a asumir riesgos, lograda ya una innegable madurez vocal.

Ha quedado claro que el italo-tirolés está llamado a convertirse en uno de esos cantantes plenamente solventes tanto en la ópera como en el lied, quizá a la manera de Dietrich Fischer-Dieskau (1925-2012), histórico barítono y director de orquesta a quien el programa rendía homenaje. En la Schubertíada de Vilabertran se percibe, además, que Schuen es uno de los candidatos a ‘heredar el trono’ del festival, algo que hace tiempo dejó de ser un secreto a voces, gracias en buena medida también al talento de su habitual escudero, el pianista Daniel Heide. En su octava participación, ambos impartieron otra masterclass de musicalidad, emotividad, y en definitiva, de lied, esta vez, con un interesante programa hilado en torno al crepúsculo y al atardecer, con obras de Wagner, Zemlinsky, y Strauss, abriendo y cerrando el recital, con la memoria de Dieskau en el trasfondo. 

El primer bloque fue ya una buena muestra de algunas de las principales dotes del cantante alpino, como la profundidad de sus graves de barítono, y su afelpado registro superior, si bien, la selección de estos primeros lieder pareció ir ampliando el rango vocal del artista. Mostró sus dotes trágicas en la lenta y profunda Aus den Liedern der Trauer, op.17/4, idónea para su gama de colores oscuros, tras firmar una entusiasta Frühlingsgedränge, op.26/1 y exploró sus delicados agudos en la crepuscular Traum durch die Dämmerung, op.29/1, siempre en simbiosis con Heide, con quien pactó con precisión cada elongación puntual y cada cadencia, evidenciando un grado de compenetración camerística que potenció la lectura musical hasta su máxima expresividad. 

El segundo bloque lo ocupó el ciclo Wesendonck-Lieder, WWV.91, una de las pocas incursiones de Wagner en el terreno de la canción, y que además, mantiene un fuerte vínculo con la gran Tristan und Isolde. Aunque es más habitual oírlos en el registro de soprano, estos cinco lieder no defraudaron y constituyeron algunos de los mejores pasajes del recital. El barítono subrayó con especial atención las sutilezas expresivas del texto, como los celestiales versos de Der Engel, leyendo a la perfección la retórica wagneriana. Otro punto fuerte de su registro bajo fue una gravísima y profunda Im Treibhaus mientras que Stehe still! se percibió como algo más teatral, y Schuen pareció por un momento encarnar los míticos héroes wagnerianos que maldicen su destino. Träume cerró el ciclo en una perfecta ensoñación romántica, perfectamente recreada por un Heide sin prisas, enfatizando la apoyatura motívica que caracteriza el lied, con un Schuen que hizo el silencio absoluto tras su último verso –[sueños] que se apagan dulcemente en tu pecho y se hunden la tumba–.

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Tras el ecuador del concierto el tándem afrontó el nuevo bloque dedicado a Zemlinksy, compositor de armonías escapistas e imaginativas, cercano en lo estilístico a Wagner y Strauss, aunque no siempre presente en las Liederabende, pero muy apto para un barítono como Schuen. Estas cuatro piezas demandaron del italiano cierto ‘carácter operístico’, sobre todo durante el segundo y tercer lied: la cromática Und hat der Tag all seine Qual –quirúrgicamente guiada desde las teclas por Heide–, y la tamboril Mit Trommeln und Pfeifen, que Schuen recreó con una potente proyección. La perla de la sección fue la arrebatadora Tod in Ähren, que narra la historia de un soldado que muere en el campo, con su registro alto rico en calidez y evocando vulnerabilidad. 

De vuelta a Strauss, los intérpretes ofrecieron una muy solvente Allerseelen, op.10/8, repleta de nostalgia y rubato, enlazando en tonalidad con Breit’ über mein Haupt, op.19/2, ambas como preludio a la pequeña colección Vier Lieder, op.27. El barítono firmó una excepcional Ruhe, meine Seele, muy bien interiorizada y pausada, solemne y fiel al texto, con la infalible contraparte pianística de Heide, y brilló en el carácter conquistador de Cäcilie. Tras una apasionada Heimliche Aufforderung, los artistas clausuraron el recital con una bellísima y cristalina Morgen!, pieza de despedida habitual en Schuen, ya sea como cierre de programa o como propina. Como era de esperar, no defraudó y Heide desplegó el material temático con transparencia, con la expresividad idiomática necesaria para recrear ese sol matutino que baña el mar del que habla el texto de John Henry Mackay, dando espacio a Schuen para desplegar su incontestable cualidad tímbrica y su elegante vibrato, que dejó a la pequeña iglesia en silencio durante al menos medio minuto antes de la cascada de aplausos. Dos propinas bien escogidas pusieron el broche a otro memorable recital: Zueignung, también de Strauss, y Entflieh’ mit mir, culminando así una de las veladas más esperadas del festival.