Rompimiento de gloria (deconstrucción)
Madrid. 18/10/24. Auditorio Nacional. Temporada de la Orquesta y coro Nacionales de España. Obras de Prokofiev, Beethoven, Hindemith y Ravel. Francesco Piemontesi, piano. Joana Mallwitz, directora de orquesta.
Elevarnos sobre el plano espiritual desde el terrenal parece una meta primordial por la que crear música... Como en lo pictórico viene a plasmar un rompimiento de gloria. De alguna manera, en su debut en nuestro país la directora Joana Mallwitz, al frente este finde semana de la Orquesta Nacional de España, propone unir lo uno y lo otro, con cuatro obras que surgieron como una luz que atraviesa momentos desoladores de nuestra historia. La pasada, la presente.
Partituras a las que regresa la batuta alemana y que conforman un ramillete programático interesantísimo, de obras diversas, pero especialmente hilvanadas, máxime a través de una dirección que otorga el espacio y forma necesarias para que cada pentagrama se exprese por sí mismo, al mismo tiempo que es fácil reconocer la factura de quien las lleva a cabo. La genialidad, siempre anhelada, aquí alcanzada. Cabría, en una nota al margen, preguntarse en qué punto situamos como público la línea que separa la agudeza y musicalidad de los grandes maestros y maestras - pienso aquí en un Kleiber, un Harnoncourt, un Celibidache... - de las meras ocurrencias de tantos otros. Y a qué atiende esa diferenciación. Si es a puros factores musicales o si intervienen otras circunstancias. Sea como fuere, la oportunidad brindada por la Orquesta y Coro Nacionales de España de poder disfrutar a Joana Mallwitz en directo ha sido toda una lección de lo primero.
Ya no sólo por el concepto del programa, que tanto se agradece, sino también por su extraordinaria forma de llevarlo a cabo. Esto es: una deconstrucción del rompimiento de gloria. Ya desde el arranque de la noche, Mallwitz desplegó su gesto amplio, delineado, claro, preciso, acompañado de una desarrollada exteriorización corporal para acompañar las dinámicas. De alguna manera, la lectura de la OCNE y Mallwitz fue siempre serena, estructurada y nítida, que no analítica. Así, la Obertura de Guerra y Paz, de Prokofiev, tuvo - en palabras de mi acompañante - más paz que guerra, con una preponderancia hacia lo lírico y el protagonismo de una cuerda que se mostró excelsa a lo largo de toda la noche.
En Francesco Piemontesi encontró Mallwitz un compañero ideal en las formas perseguidas para el Quinto de Beethoven, al que se le sustrajo los ademanes heroicos con los que, lógicamente, suele guiarse la partitura. Mallwitz rebaja la acentuación, diluye el fraseo enérgico que podemos atribuir a aquel Beethoven que lucha con su sordera mientras Viena es invadida y da espacio a una lectura más cristalina, más primorosa en el piano. Piemontesi expresó siempre con gusto, cantó, se permitió tambi´en recovecos propios mientras la batuta equilibraba, jugaba con planos y dinámicas. Fue un Quinto lleno de luz, diferente a lo que la tradición y la memoria te empujan a esperar. Y eso es una absoluta maravilla. El arranque del Adagio quedó algo desdibujado en el riesgo que tiene toda búsqueda, pero como innegable muestra de lo expuesto aquí queda la transición del segundo al tercer movimiento o el protagonismo otorgado a los timbales - siempre icónicos en el de Bonn - hacia el final de la obra.
A la noche aún le quedaba una segunda parte, con la Sinfonía de Mathias der Maler, de Hindemith y La Valse de Ravel. Un ejercicio de expresividad y arquitectura sonora donde Mallwitz vino a mostrar su absoluto dominio de la comunicación. Llevo dinámicas hacia sus extremos, volvió a jugar en planos sonoros y la Nacional respondió al mejor nivel, con unas maderas en el Hindemith que dieron lo mejor de sí mismas, destacando en el Ravel la brillantez de Manu Blanco como primer trompeta. En esta última obra, Mallwitz se mostró precisa y concisa, milimetrada la Nacional, siempre efusiva, arrebatada, ardiente en el frenesí del vals.
Qué bonito es encontrarte a ti mismo haciendote preguntas sobre lo que ya creías conocer. La OCNE y Joana Mallwitz nos han regalado, a buen seguro, una de las grandes noches de su historia reciente.