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Historias de una casa

Desde que, hace unos años, cambió su planteamiento artístico para pasar de un festival de ópera de pequeño formato a un proyecto de creación contemporánea, el Festival d'Òpera de Butxaca i Noves Creacions se ha convertido en un referente de la ópera contemporánea en Barcelona, algo de lo que la capital catalana anda muy escaso y necesitado. Y lo ha hecho gracias a espectáculos arriesgados, rigurosos y de calidad como el que acaba de presentarse en el Centre d' Art Santa Mònica de las Ramblas y que lleva por título DisPLACE.  Una coproducción que se estrenó en el Musiktheatertage de Viena y que en breve se podrá ver también en los Teatros del Canal de Madrid, incluido en la programación del Teatro Real.

DisPLACE son dos óperas que pueden funcionar autónomamente, pero también se puede considerar como una ópera en dos partes, con sutiles nexos en común, a partir de un texto de Helena Tornero y con música de dos jóvenes compositores catalanes: Joan Magrané y Raquel García-Tomás. Tornero plasma en su libreto diversas perspectivas sobre el fenómeno de la gentrificación, la especulación que deshumaniza y acaba con los barrios, en este caso uno céntrico en Barcelona, ciudad especialmente afectada por el fenómeno, y que destruye vidas, personas y familias, por el afán del enriquecimiento rápido, cruel e irresponsable. En la primera parte (“Story of a house”), con música de Magrané y cantada en inglés, encontramos a María, una mujer consciente de la destrucción de su entorno, de su barrio, precisamente casada con un especulador sin escrúpulos. La divergencia de sus puntos de vista ilustra una crisis de pareja y agrava un distanciamiento irreconducible que acaba con la marcha de María.

En esta primera parte tanto el texto como la música sugieren más que muestran, a siendo más importante aquello que no se dice que los diálogos. Joan Magrané entiende y explota bien el concepto y aporta una música perfectamente integrada con el texto, que fluye con naturalidad, sin grandes riesgos pero con rigor y, sobretodo, apoyando una línea de canto de una naturalidad notable, cualidad poco habitual en algunas escuelas o tendencias musicales modernas que apuestan por la pirotecnia y la vocalidad extrema. Aquí el canto es natural y fluido y el texto perfectamente inteligible en una trama a la que, si algo se le puede achacar, es una relativamente corta progresión dramática.

Todo lo contrario se puede decir de la segunda parte (“Història d’una casa”), cantada en catalán y desmelenada dramáticamente, en la que se nos muestra una pareja a punto de ser desahuciada de su apartamento, en el que acabará viviendo, precisamente, la pareja de la primera parte. Un reverso de la moneda en todos los sentidos, tanto a nivel dramático como musical, aunque con puntos de conexión. Si en la primera parte los personajes se van alejando el uno del otro, en la segunda la unión es cada vez más intensa, y lo será hasta el final, siendo el balcón un elemento icónico que abre y cierra DisPLACE de modo opuesto y simbólico. Raquel García-Tomás utiliza la misma instrumentación que Magrané pero le añade el elemento electroacústico, lo cual da a la partitura una mayor amplitud y variedad sonora. Por una parte la utiliza como ilustración de los rumores de la ciudad y por otra como clímax dramático, a través de una Musette interpretada por el acordeón de Oroitz Maiz, que es uno de los momentos más íntimos y desgarradores del drama.

La interpretación, tanto vocal como musical, fue de altura, pero hay que destacar la extraordinaria labor de la soprano Elena Copons, de bella voz, perfecta dicción y de un calado dramático teatral y musical de primer orden, tanto en el vacío emocional de “Story of a House” como en los acentos melodramáticos de la segunda. Sin duda, una actuación brillante de una soprano en permanente crecimiento. Estuvo bien secundada por el barítono Sébastien Soules, muy eficiente vocalmente, aunque con un instrumento no tan interesante, pero que supo plasmar de manera eficaz dos personajes antagónicos: el monstruo de la primera parte y al hombre desesperado de la segunda. En ello tiene mucho que ver la eficaz dirección escénica de Peter Pawlik, que supo sacar jugo teatral a unos cantantes que tuvieron que lidiar con un público a un metro de distancia. Vinicius Kattah dirigió con pulcritud al eficiente Ensemble Phace, formado por Sophia Goidinger-Koch (viola) y Barbara Riccabona (cello).