Cuando las tinieblas portan luz
Madrid. 21/12/2015. Teatro de la Zarzuela. XXII Ciclo de Lied. Obras de Chopin, Haydn, Parera Fons y Brahms. Ewa Podleś, contralto. Ania Marchwinska, piano.
La voz de contralto arrastra consigo una historia de exclusión y de extrañeza. Durante siglos de tradición musical los compositores y el público han recompensado al extremo más alto de las voces -las estrellas son casi invariablemente el tenor y la soprano- mientras desterraban al más bajo a un repertorio escuálido y siempre poblado de papeles secundarios. Es una voz que sin embargo, por extraña y singular, fascina más que ninguna otra.
Si hay una cantante que encarne bien las características de esta cuerda, es sin duda la polaca Ewa Podleś. Su voz tiene un color inaudito incluso para su registro, profundamente oscuro y espeso, pero con tornasoles luminosos, e imposible de clasificar en los torpes términos del género binario, masculino-femenino. Pero lo que ha convertido a esta artista en una referencia contemporánea en su categoría han sido, además, sus legendarias tres octavas de tesitura, una potencia extraordinaria y una agilidad desacostumbrada en voces de tanto peso. No solo ha sido una voz de calidad única, sino sobre todo, de una versatilidad enorme. Podleś nos ha visitado en esa joya que es nuestro Ciclo de Lied del CNDM en la Zarzuela, con un programa muy variado destinado a demostrar que, a pesar del paso de tiempo, todavía es capaz de dominar cualquier registro.
El folclore. Para el aperitivo de la velada, Podleś programó una selección de canciones de Chopin de tintes populares, que sirvieron a la cantante para calentar, para cubrir el expediente patrio compartiendo melodías de su país y para lucir cómodamente el riguroso color del registro medio, con incursiones esporádicas en el grave y el agudo. Reveló muy buena dicción, elegante fraseo y dotes teatrales, todas llevadas al extremo, en su papel de madre preocupada en la “Canción lituana”. Frente al buen hacer de Podleś, la pianista Ania Marchwinska realizó un acompañamiento de trazo grueso, sin sutilezas y no siempre limpio, lo que desafortunadamente fue una constante durante toda la noche.
El clasicismo. La cantata Arianna a Nasso de Haydn presenta la ocasión de traer un poco de ópera a un recital de este tipo, apropiadamente, sin abandonar por completo el mundo del Lied. Esta pieza, una doble combinación de recitativo y aria, requiere aptitudes dramáticas para los primeros y líricas para las segundas. Fue en este bloque donde, a pesar del reconocimiento del público, Podleś sintió más sus humanas limitaciones. Los lamentos de los recitativos, llenos de una severidad algo inapropiada para la pieza, sonaron demasiado a mandato y ajuste de cuentas. En las arias, que requieren explorar la parte más alta del registro, atacó los agudos siempre en forte, atronadores y con el timbre transformado. Y para los pianos, hubo aliento, aire y jadeo; mucha expresividad pero poco canto. Se echaron de menos esas magníficas dinámicas en las que esta cantante ha sido siempre una maestra.
La vanguardia. La sorpresa y el mejor momento de la noche llegaron de la mano de las magníficas piezas contemporáneas del compositor mallorquín Antoni Parera Fons. Estas canciones, de inspiración impresionista, están basadas en poemas de Emily Dickinson, en unos versos de ambigüedad sugerente, abiertos a silencios y espejismos. Muy apropiadamente, el acompañamiento está poblado de tensiones armónicas para crear atmósferas de ensoñación y nostalgia. Y sobre esto, hay una combinación de momentos declamados y una línea de canto bella, amable, cuidada por el compositor y mimada por la cantante que, como un descenso a las profundidades, requiere utilizar el registro más bajo de la voz; una oportunidad única con la que Podleś sedujo, exhibiendo los mejor de sus capacidades.
La ortodoxia. En contra de lo que pudiera parecer por su nombre y por su inspiración, los Zigurnelieder (canciones de gitanos) de Brahms, no tienen un fuerte componente folclórico. Son más bien una buena muestra de la variedad expresiva que el género puede traer en su modo más ortodoxo. Fue en este bloque donde se confirmó como maestra del Lied. Creo momentos introspectivos a través de los acentos, matices y dicción, y ofreció instantes de buen legato, tan infrecuentes en este repertorio. Y como momento cumbre, combinó un alma luminosa con su voz sombría para la oración Kommt dir manchmal in den Sinn.
Un recital, en definitiva, que demuestra que a pesar de su madurez vocal, Ewa Podleś sigue siendo capaz de (casi) todo. Y una oportunidad de escuchar una vez más una voz, única, extravagante e inusitada. Una voz cuya escucha nos lleva más allá de las fronteras convenidas, y para cuya descripción la contradicción se hace necesidad.