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Emocionarse así es fácil

Festival Musika-Música 2025. 8/03/2025. Salas adyacentes del Auditorio Euskalduna.

Cuarteto Casals, con obras de Dimitri Shostakovich. 

Orquesta Barroca de Friburgo y Carolyn Sampson (soprano), con obras de Georg Philip Telemann, Georg Fridrich Haendel, Henry Purcell y Francesco Durante. Dirección musical: Cecilia Bernardini.

Introducción 

Reconozco que el eslogan que ha elegido la organización de Musika-Música para esta edición de 2025 no me ha gustado. Si las cuentas no me salen mal es la sexta edición que cubro como responsable de posteriores reseñas de este maravilloso festival para Platea Magazine y otros tantos en los que he asistido como simple espectador; en otras ocasiones el título elegido era geográfica, cronológica y/o temáticamente mucho más concreto pero titular este acontecimiento Emoción y música es pura redundancia. Podemos abarcar desde el Renacimiento hasta la última obra estrenada porque ¿qué no es la música sino emoción en sí misma? Así, toda la música cabía en las salas del Palacio Euskalduna, lo que en sí no está mal pero para los que pecamos de ser algo maniáticos hubiéramos deseado una mayor concreción.

Por todo ello esta edición 2025 tiene el sello de la diversidad en estéticas, épocas, géneros y formatos. La música es emoción. Ésta puede adquirir formas muy distintas y si para una persona ésta se transforma en llanto para otra puede ser simple placer de escucha. Abrir el abanico de la oferta tanto nos permite tratar de abarcar –que no conseguirlo- el mostrar la capacidad de la música, la de esa llamada música clásica, de generar emoción entre esos mortales que tomamos una decisión muy simple: escucharla.

Hoy, además, es 8 de marzo. Cuando me dirigía al Euskalduna miles de mujeres se acercaban a la Plaza del Sagrado Corazón para dar inicio a la manifestación. Súbitamente el tiempo cambio y una tormenta desapacible e inmisericorde decidió asistir también a la manifestación. Casi se agradecía el calor que transmitía la gente, las salas y la misma música.

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Cuarteto Casals

Ya se sabe que los conciertos de este festival duran entre cincuenta y sesenta minutos y se celebran en varias salas del Euskalduna, el auditorio principal y distintas salas adyacentes sitas en la parte inferior del mismo. Por ello el formato dominante es el de la música de cámara. En la sala 0D unas doscientas cincuenta personas abarrotaban todas las butacas para escuchar al prestigioso Cuarteto Casals en un monográfico dedicado al maestro soviético Dimitri Shostakovich, en concreto. Por este orden, fueron interpretados los cuartetos nº 1 en do mayor, op, 49, el nº 7 en fa sostenido menor, op. 108 y el nº 8 en do menor, op.110. Abel Tomás y Vera Martínez, violines, Cristina Cordero, viola y Arnau Tomás, violoncelo asumían la interpretación de tres de las obras del gran representante –junto a Bela Bartok- del género cuartetístico del siglo XX.

El nº 1 es de 1938, año anterior al comienzo de la Segunda Guerra Mundial; el 7º es de 1960 y el 8º es del mismo año, en el que el compositor decidió ser militante del Partido Comunista de la Unión Soviética y comprometerse en la vida política de su inmenso país. La escucha nos enseñó como de la aparente simplicidad y el clasicismo que rezuma el primero de ellos pasamos a los lacerantes dos siguientes, estéticamente muy similares, con células musicales emparentadas y pergeñados desde el dolor de la ya pasada guerra y sus dramáticas consecuencias. El Cuarteto Casals nos transportó a un clima de desasosiego, de intranquilidad e inquietud con los instrumentistas implicados en esos golpes cuasi percutivos que nos recuerdan la agresión del nazismo y la capacidad del compositor para construir un cuarteto en el que, curiosamente, pocas veces se encuentras las cuatro voces. Un concierto emotivo, de alta categoría técnica y que fue celebrado por un público que respondió con una escucha respetuosa y una respuesta efusiva ante la categoría de los cuatro músicos.

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Orquesta Barroca de Friburgo

A apenas cincuenta metros de la anterior se encuentra la Sala 0B, sustancialmente más grande y que recibió a la Orquesta Barroca de Friburgo, que nos proponía, ¡cómo no!, un concierto barroco de sumo interés. Apenas habían pasado veinte minutos desde el final del concierto anterior y ya nos encontrábamos en nuestra butaca, preparados para un cambio radical de estética. Pasábamos de la segunda mitad del siglo XX al barroco central, con tres de las figuras claves del mismo. La orquesta estaba compuesta por veinte músicos, quince de ellos a la cuerda, tres vientos, clave y tiorba.

La primera parte la ocupó la obra más larga la Obertura-Suite en sol mayor, TWV 55:G2, La Bizarre, de G. P. Telemann para, sin descanso alguno, en la segunda alternarse la orquesta en solitario con el acompañamiento a la soprano Carolyn Sampson, que interpretó dos fragmentos: Ah, mio cor, de Alcina, de G. F. Haendel y Mass Bed of Bedlam, canción tradicional de H. Purcell. Entre estas obras vocales la orquesta interpretó un breve fragmento de Timon of Athens, del mismo Purcell y el Concierto nº 8 en la mayor, La pazzia, de Francesco Durante.

Nuevamente la sala estaba a rebosar y nuevamente pudimos disfrutar del trabajo de una orquesta que además de hacernos disfrutar, disfrutaba haciendo música. Excelentes todos los músicos, destacaron los violas en la obra de Durante, el invitado a esta fiesta barroca así como la labor de los tres vientos –flauta, oboe y corno inglés-  en la obra de Telemann. Cecilia Bernardini, desde el primer violín, asumió las labores de dirección musical y solo puede felicitarse la técnica del grupo. La soprano británica en sus dos intervenciones enseñó una voz caudalosa y estilísticamente adecuada, mucho más cómoda con el Purcell tradicional y casi festivo. En definitiva, que en apenas dos conciertos y sin salir del recinto pudimos enfrentar dos momentos histórico de la música clásica en unas brillantes interpretaciones. 

 

Conclusión

A veces uno no sabe cómo expresar la felicidad que siente al ver a cientos de personas transitar de una sala a otra, preguntando aquí o allá dónde, a qué hora o quién es el grupo o solista que toca ahora escuchar. Es vivir la música clásica con pasión, lejos de formalismos y con naturalidad. Por ello, quizás la conclusión más sencilla es que si Musika-Música no existiera habría que inventarla. Siquiera por poder sentir y hacer sentir un poco de emoción.