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Obsesiones 

Es un verdadero lujo poder disfrutar de dos títulos de ópera en una misma jornada. Algo que nos puede sonar tan infrecuente con respecto al mapa teatral español, es sin embargo relativamente normal en algunos coliseos con sistema de repertorio como la Ópera de Zúrich. En el caso que nos ocupa, a las dos de la tarde pude disfrutar de una reposicion de Salome, en la propuesta escénica de Andreas Homoki y con Simone Young a la batuta; y por la tarde, a las siete y media, se ofreció la última representación de la nueva produccion de La ciudad muerta de Korngold firmada por Dmitri Tcherniakov y con Lorenzo Viotti a la batuta.
 
Por lo que hace a la función de Salome es innegable la resistencia vocal de la protagonista, la soprano rusa Elena Stikhina, a quien sin embargo le falta el magnetismo de las grandes para elevar la tensión durante la representación. Su manejo del idioma alemán dejó tambien algo que desear, con algunos pasajes donde se hacía difícil poder seguir el texto con detalle. Stikhina fue, en todo caso, de menos a más, cuajando una escena final muy notable.
 
La voz más sorprendente del elenco fue la del barítono Kostas Smoriginas, de timbre robusto y pleno, perfectamente resuelta en el tercio agudo y muy esmerado en el fraseo, acentuando su parte de manera muy convincente.
 salome_c_paulleclaire_9202.jpg© Paul Leclaire
 
Por lo que hace a los veteranos John Daszak y Michaela Schuster, qué duda cabe de sus tablas y de su contrastado oficio, pero ambos sonaron histriónicos en demasía y con voces que dejaron atrás ya sus mejores días, con numerosos sonidos agrios y destemplados. Del resto del elenco cabe hacer mención al estupendo Narraboth del tenor Omer Kobiljak, de timbre grato y sonoro.
 
La propuesta éscénica de Andreas Homoki -quien finaliza precisamente esta temporada su labor como intendente del coliseo suizo- es un tanto inane. No diría que es de una simpleza alarmante, pero a la postre todo gira en torno a una escenografía giratoria más o menos ocurrente, con la forma de una media luna, que va dando paso a las diferentes escenas.
 
El foso estuvo comandado con firmeza por la batuta de Simone Young, una directora que ha probado sobradamente su valía para vérselas con los más diversos repertorios. Quizá su mirada sobre la partitura no venga cargada de grandes intenciones, no nos descubre nada nuevo en la obra, pero es indudable que plasmó una lectura de la obra por lo general intachable en cuanto a tiempos, volúmenes y dinámicas.
 
salome_c_paulleclaire_lr_0672.jpg© Paul Leclaire
 
En cuanto a la nueva produción de Die Tote Stadt de Korngold, una obra de una musicalidad fascinante dicho sea de paso, la propuesta de Dmitri Tcherniakov es bastante singular, con una escenografía única que nos presenta las estancias de Paul suspendidas sobre un espacio vacío que representará más tarde a la ciudad de Brujas.
 
Por parte de Tcherniakov hay una apuesta evidente por una mirada casi abstracta, psicologista, donde el tardorromanticismo se desvanece y donde todo adquiere un aire de exploración casi clínica de la psique de Paul. La marcada obsesión del personaje por Marie, su difunta esposa, marca toda la propuesta, que no es otra cosa que el retrato descarnado de un hombre obsesivo, brutal y despiadado que solo busca a una mujer más con la que reincidir en sus excesos. 
 
Visto con cierta distancia, sin duda hay buenas ideas en la propuesta de Tcherniakov pero no tengo claro que encajen del todo con el espíritu de la obra concebida por Korngold, tan anclada en esa Viena fin de siglo.
 
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El foso contó con Lorenzo Viotti a la batuta y ciertamente cabe aplaudir su esmero a la hora de recrear una obra compleja, de orquestación abigarrada por momentos, en contraste con otros pasajes de un lirismo verdaderamente evocador. Viotto aportó seguridad, con una concertación firme y detallada, visiblemente atento a las voces, a las que pareció dar entradas de manera constante durante la función. La lectura musical tuvo intensidad y transparencia, sin cargar las tintas en demasía en ningún momento, con un aire de fluidez muy bienvenido en una obra que no deja de ser compleja e infrecuente, con una partitura que por instantes recuerda a autores tan dispares como Strauss, Puccini, Berg o Mahler.
 
En la parte protagonista de Paul me atrevería a decir que Eric Cutler firma el mejor trabajo que le recuerdo hasta la fecha. Al margen de que nos pueda gustar más o menos su timbre, al menos de que nos parezca mejor o peor su forma de resolver el tercio agudo, es innegable que hay un trabajo denodado por su parte a la hora de dominar un rol tan extenso y exigente, casi heroico por momentos, escrito siempre en la tesitura más ingrata y con intervenciones sumamente expuestas. 
 
tote_stadt_dt_163.jpg© Monika Rittershaus
 
A su lado Vida Miknevičiūtė presentó una Marie que subraya sobre todo el lado más dramático del rol, lejos de la tradición vocal asociada al rol, donde hemos visto a no pocas intépretes con instrumentos más livianos. La soprano lituana quizá sea demasiado robusta para un papel donde se espera una mayor carga de melancolía y fragilidad, pero lo cierto es que la propuesta escénica de Tcherniakov apunta precisamente en la dirección de una Marie más fuerte, incluso fría y distante en algunos momentos.
 
No puedo -ni quiero- ocultar mi absoluta admiración por la trayectoria profesional de Evelyn Herlitzius, una cantante que sigue demostrando su inteligencia ahora, en un momento de madurez vocal, lejos ya de las grandes protagonistas que encarnó años atrás, como Elektra, pero asumiendo con buen juicio partes como esta Brigitta, donde pudo lucir su voz y su presencia escénica de modo admirable. Muy buen trabajo también del barítono Björn Bürger como Frank/Pierrot, mostrando un instrumento lírico y a la vez consistente, manejado con buen gusto en el fraseo.
 
tote_stadt_dt_189.jpg© Monika Rittershaus