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El meteorito y la estrella 

Múnich. Nationaltheater. 27/07/2025. R. Wagner: Lohengrin. Piotr Beczala, Lohengrin. Rachel Willis-Sørensen, Elsa. Anja Kampe, Ortrud. René Pape, Heindrich der Vogler. Wolfgang Koch, Friedrich von Telramund. Kostas Smoriginas, heraldo. Orquesta y Coro de la Ópera de Múnich. Kornél Mondruczó, director de escena. Sebastian Weigle, director musical.

La producción para Lohengrin dirigida por el húngaro Kornél Mondruczó se estrenó en Múnich en el año 2022 y, desde entonces, ha tenido otra reposición en el 2024 además de las presentes representaciones para conmemorar el 150 aniversario del Festival de verano de la ciudad. El director propone un interesante enfoque libre de clichés wagnerianos, monta una escenografía blanca, minimalista, en lo que parece una secta con aire espiritual, casi autómata, concebida en un mundo absolutamente distópico. Esto le permite imaginar (y hacer imaginar) numerosas situaciones fuera de la textualidad del libreto que, indudablemente, hacen interrogarse al espectador muchos aspectos aunque, la mayoría de ellos, queden sin resolver. Es de esas puestas en escena con las que te levantas pensando en el porqué de algunos planteamientos dándole la vuelta al calcetín del texto (algo positivo); pero por otro lado el director te deja huérfano de soluciones y respuestas.
 
Visualmente el primer acto queda algo romo (a excepción del explosivo combate con rádiales  entre Lohengrin y Telramund) y encajonado; el segundo un tanto ‘anacrónico’ teniendo en cuenta el futurista planteamiento (¿de verdad ese cigarrito a ‘pachas’ entre Ortrud y Elsa?); y el tercero sí que levanta el vuelo con el impresionante meteorito negro que aparece al final. Y esa es quizá la más llamativa contribución de Mondruczó: la impactante aparición de un enorme meteoro sobre el que subirán Elsa y Lohengrin, y del que ya se anticipan restos en los dos primeros actos en forma de piedras dispersas por el escenario y con las que hay bastante interacción. Al final, eso sí, y después de la citada aparición del pedrusco, acabarán todos muertos, pero eso, ya, que nos lo explique el director, si quiere. 
 
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Y meteórica no ha sido, la carrera de Piotr Beczala ha sido regular y constante, de piedra sobre piedra, con los pasos muy calculados. Con una seguridad y regularidad de una trayectoria construida con muy sólidos cimientos basados en una técnica irreprochable, y una voz sana y perfectamente emitida. Es una gozada escuchar a un tenor abordando un rol como Lohengrin con esa solidez e igualdad en toda la tesitura, aportando, además, notables claroscuros y medias voces. Perfectamente cincelado y dicho el siempre esperado In Fernem Land, Beczala llegó además con fuerza y gasolina para rematar un final del tercer acto para enmarcar al sumar un plus de emoción y voltaje. Muy grande. 
 
A su lado todos apretaron los dientes, empezando por la Elsa de Rachel Willis-Sørensen, que con una voz un punto vibrátil de más consiguió aportar un lado más inestable que dulce al personaje y que, en ésta producción, donde Elsa es la única que viste de negro en contraposición con los blancos ropajes de todos los demás, viene muy al pelo. Implicadísima y con el rol muy trabajado, la soprano estuvo brava e intensa, consiguiendo sobresalir con ello a pesar de alguna esporádica tirantez. 
 
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Taimada y magnética estuvo Anja Kampe como Ortrud, en un rol que se las sabe todas y que hace olvidar los apuros en agudos de la soprano alemana, ya con una larga y muy meritoria trayectoria. Impresionante la manera de ‘cargar’ el plano solo con su presencia en el largo inicio orquestal del segundo acto haciendo que todos los ojos recayeran en ella. 
 
René Pape es un lujo como rey, otro que solo con su voz y su manera de escanciarla en cada frase demuestra autoridad y sabiduría, algo que al personaje le viene perfecto. Los agudos salen ya más sofocados, pero no importa nada si el peso de la verdad del personaje llega de esa manera. 
 
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Menos elogioso el Telramund de Wolfgang Koch que se antojó algo alicorto tanto actoral como vocalmente aunque es un cantante honrado y sólido; y muy destacable el Heraldo del rey de Kostas Smoriginas, que consiguió sobresalir ‘trompeteando’ con su bruñida voz en cada intervención. 
 
No me gustó el inicio de Sebastian Weigle dirigiendo el preludio del primer acto, demasiado directo y un punto superficial y ‘genérico’, sin modular los cambios armónicos e instrumentales tan sabiamente escritos por Wagner, aunque luego supo crear tensiones e intensidades ayudado por un extraordinario coro en esta ópera tan importante, y levantó el vuelo realizando una potente interpretación. Magnifica en todos los sentidos la orquesta, sorprendiendo con una no común en todas las orquestas gama de colores acres dignos de mención y que completaban de forma perfecta todo el arco cromático.
 
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Fotos: © Geoffroy Schied