© Beth Magré
Pasión por la cámara
Barcelona. 20/09/25. Sant Pau Recinte Modernista. Obras de Shostakovich, Gershwin y Mendelssohn. Dashin Kashimoto, Boris Brovtsyn, Fabiana D’Aura, Sumina Studer, violines; Joaquin Riquelme, Diemut Poppen, violas; Alexander Chaushian, Bruno Hurtado, Jing Zhao, violonchelo; Dimitri Ishkanov, piano; Ria Ideta, marimba.
Se acerca octubre y las grandes salas de conciertos, junto con las formaciones orquestales que acogerán en breve, ultiman ya los preparativos para afrontar el inicio de la temporada –aquellas que todavía no lo han hecho ya–. El pasado sábado 23 finalizó el Festival Internacional de Música de Cámara de Sant Pau, gestado en el emblemático recinto, una de las joyas del modernismo catalán, en este preámbulo de calendario. Cuatro conciertos bastaron para que el incipiente festival, que contó con una asistencia de público más que notable, dejara claro su compromiso con la excelencia y su devoción por la música de cámara, dejando el listón bien alto al convocar a una veintena de artistas de primer orden, capitaneados por Daishin Kashimoto, concertino de la Filarmónica de Berlín. El ambiente, siempre colaborativo, se nutrió de una docena de obras que dieron lugar a múltiples combinaciones camerísticas, con el espíritu de reencontrarse con viejos compañeros y descubrir nuevos, como explicaba su director artístico, el violista David Abrahamyan, en una reciente entrevista en estas mismas páginas.

El programa de clausura comenzó con el Trío nº1 en do menor de Shostakovich. Kashimoto, el chelista Alexander Chausian y el pianista Dmitri Ishkhanov, conformaron el tridente protagonista, el cual funcionó especialmente bien en los pasajes líricos, extrayendo todo el potencial a ese romanticismo primaveral de un joven Shostakovich recién recuperado de tuberculosis. Destacó el apasionado vibrato de Kashimoto y Chausian en el Andante central, evidenciando una buena complicidad entre ambos, que ya han tocado juntos en varias ocasiones. Tampoco defraudaron en los pasajes más intensos ni en el cromático tema principal, ejecutado con precisión y musicalidad, especialmente por Chausian en el registro agudo de su instrumento. Ishkhanov, por su parte, respondió con solvencia a las exigencias de su partitura.
La peculiar Porgy and Bess también tuvo su lugar en el recital y algunos de sus hits se interpretaron en formato de cámara, un ensemble formado por siete intérpretes, en el que encontramos a dos miembros de la Franz Schubert Filharmonia, como Bruno Hurtado y Yamila Pedrosa, chelista y contrabajo respectivamente, Vicente Alberola, primer clarinete de la Mahler Chamber, o Nury Guarnaschelli, trompista de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Viena. Sin embargo, quien llamó más la atención fue la marimbarista Ria Ideta, que acudió de blanco y asumió con naturalidad y concentración el protagonismo de sus arreglos de esta suite de la ópera de Gershuin.
La eléctrica introducción, percutida con frescura por la austríaco-japonesa dio paso a una Summertime de exquisita factura y bien cohesionada, con Alberola e Ideta en sintonía y con Kashimoto a la cabeza de la expedición americana. Le siguió una marchosa I got plenty O’Nuttin, que enlazó con I loves you Porgy, cómoda en la rimbombancia, y de nuevo, Ideta acaparó las miradas con sus intervenciones y su cuidadoso tremolo a cuatro baquetas. Oh I cant sit, delicioso arreglo y sin duda una de los momentos de la velada, empastó bien con la coral O Lawd, I’m on my way¸ desplegando todo su virtuosismo y coronando su participación en el festival, el que ha sido su primer compromiso artístico en la Ciudad Condal.

El Octeto de Mendelssohn clausuró el ciclo y resumió, en cierto modo, el espíritu del festival: un mosaico de músicos de edades y procedencias diversas unidos por la música de cámara. Jing Zhao al chelo, Sumina Studer y Fabiana D’Auria a los segundos violines, y dos violistas de renombre como Diemut Poppen y Joaquín Riquelme completaron la peculiar formación liderada por un Boris Brovtsyn en estado de gracia, con Kashimoto a su izquierda. El conjunto, compuesto por artistas de renombre, recorrió los tres movimientos con aplomo y precisión conjunta, destacando los pasajes gimnásticos del Allegro moderato, ma con fuoco, especialmente antes de la reexposición, siempre bordeando el tema principal con entusiasmo y claridad. Destacó el Scherzo, buscando con buen gusto los matices del puente y juntos afrontaron el Presto con rugosidad y agilidad, enfatizando bien las entradas del fugato, y ofreciendo un vitamínico final que conquistó a un público con ganas de repetir.
La clausura del festival transmitió buenas sensaciones en esta, su primera edición, y el lleno en la Sala Pau Gil, con un máximo de ciento noventa asistentes, hace pensar que en un futuro pueda aspirar a un espacio incluso de mayor capacidad.
Fotos: © Beth Magré