Memento mori
Barcelona. 30/1/17. Palau de la Música Catalana. Llibre Vermell de Montserrat. Lluís Vich Vocalis. Escolanía de Ntra. Sra. de los Desamparados. Elia Casanova, soprano. Jordi Ricart, barítono. Capella de Ministrers. Dirección: Carles Magraner.
Los 30 años que celebró en el Palau la Capella de Ministrers, fundado y dirigido por Carles Magraner, lucen vitales y sabios. La sabiduría de un conjunto que ha recuperado y recorrido intensa y extensamente un repertorio de música antigua de la península hasta contar con una trayectoria de referencia. En este caso, para la ocasión señalada eligieron una interpretación fresca y personal del Llibre Vermell de Montserrat: el emblemático códice de finales del siglo XIV que la historia ha recubierto de una pátina de solemnidad. Nada más lejos del impulso original, puesto que su repertorio nació destinado a “regular” en cierto modo los cantos y danzas espontáneos de los peregrinos que acudían a Montserrat, tanto por la noche mientras velaban en la iglesia como de día en la plaza del monasterio, debido a que “allí sólo deben cantarse canciones honestas y devotas” y según sigue diciendo la nota explicativa del cancionero “deben utilizarse honesta y moderadamente para no estorbar a quienes perseveran en sus oraciones y devotas meditaciones”.
El conjunto valenciano ofreció un programa de espíritu circular, pues la muerte fue la protagonista tanto en el inicio, con el denominado Contrafactum de Morella “Morir, frares, nos cové” procedente del Convento de San Francisco de Morella –añadido por lo tanto al Llibre Vermell– como en el final, con el virelai “Ad mortem festinamus” que cierra el manuscrito monserratino. La inclusión no es un simple capricho, puesto que el Contrafactum de Morella no es más que una versión de la misma fuente de la que procede la composición del Llibre Vermell, el poema del siglo XIII “Contemptus mundi”. La Capella de Ministrers eligió una lectura de carácter festivo para el Introito sobre el Contrafactum de Morella al que se agregó el llamativo sonido del añafil en manos del versátil Jota Martínez. El enlace entre esta y la solemnidad de “O virgo splendens” fue muy afortunado, y el sonido de la campana de Pau Ballester que separaba las frases, dio lugar a la intervención al unísono del Lluís Vich Vocalis aún desde fuera del escenario: un coro de notable proyección que tuvo en este pasaje su mejor momento con la primera de las piezas del Llibre Vermell: “O virgo splendens”, una antífona mariana escrita en la forma de “caça”, en notación cuadrada y con una aparente sencillez que esconde una difícil ejecución. A la lectura al unísono del coro le siguió la respuesta de Carles Magraner –brillante en sus intervenciones y en una dirección clarividente y enérgica favorecida por la intencionalidad y carácter con la que iniciaba las piezas desde la viola da gamba– que dio paso a una lectura a dos voces de este espléndido cánon o “caça”, una de las composiciones más interesantes de esta miscelánea, con choques interesantes entre las voces y un cautivador efecto de reverberación. La soprano Elia Casanova y el barítono Jordi Ricart, algo contenidos en el inicio, terminaron ofreciendo un meritorio equilibrio y gran claridad en las líneas para poder apreciarlo, y la emisión homogénea de Casanova y la abundancia de los graves de Ricart –amén de su vis dramática en la lectura de textos, tan decisiva como en el caso de “Morir, ffrares, nos convé/ mas no sabets la hora...”– redondearon una buena noche. Más discreto fue el desempeño de la Escolanía de Ntra. Sra. de los Desamparados, particularmente en un “Stella Splendens” algo inestable. Por su parte la Capella de Ministrers, en la que podemos subrayar el desempeño de Juan M. Rubio con la zanfona, derrochó momentos de gran belleza, especialmente en una compacta y noble versión de “Los set gotx recomptarem” o en una delicada “Imperayritz de la ciutat joyosa”.
Carles Magraner terminó agradeciendo al Palau la acogida, y elogiando el Llibre Vermell como una de esas composiciones en las que uno siempre descubre algo nuevo cada vez que vuelve a ella. Ad mortem festinamus, peccare desistamus. Recordemos que vamos a morir, para preguntarnos si tendremos treinta años más para disfrutar de trabajos como el de la Capella de Ministrers que dignifican nuestro repertorio, o debemos seguir dejando que sean los turistas los que se acerquen fortuitamente a disfrutarlo, aplaudirlo y celebrarlo.