Magnitud sonora y vehemencia

Barcelona. 11/01/2015, 20:30 horas. Palau de la Música Catalana, ciclo Palau 100. Conciertos para piano núm. 19, en Fa mayor KV 459 y 20, en Re menor KV 466 y Divertimento en Si bemol menor, KV 137 “Sinfonía Salzburg”. Mitsuko Uchida (piano solista y dirección). Mahler Chamber Orchestra.

Después de la telúrica y estremecedora Turangalila ofrecida pocos días antes por Dudamel, la Simón Bolívar y la pianista Yuja Wang, el Palau parecía todavía on fire cuando llegó la exquisita calma de la música mozartiana de la mano de otra solista oriental de contrastada carrera y prestigio: Mitsuko Uchida al frente de la Mahler Chamber Orchestra.

Los conciertos de Mozart siempre son palabras mayores, los de piano, una espina transversal de su obra y los dos presentados, sobretodo el KV 466, dos perlas de radiante belleza que suponen un reto para cualquier conjunto e intérprete solista. Tercer concierto, después de haber tocado en Alicante y en Valencia, dentro del actual tour europeo con programa Mozart de la joven formación. Recordar que la Mahler Chamber Orchestra nace de la Gustav Mahler Jugendorchester, ambas fundadas por el añorado Claudio Abbado, y esta primera centrada más en la música de cámara y el repertorio romántico, formada por músicos que han querido continuar con la experiencia de tocar juntos. La orquesta sin duda goza de una calidad más que contrastada, cuerdas flexibles, vientos precisos, expresión tanto física y corporal de entusiasta energía, retroalimentada por una solista-directora que con sus gestos poco académicos indicaba entradas, tempo y, sobretodo, carácter. Pudo sorprender ese contraste de Uchida, cristalina y depurada en su pulsación, medida y calculada, técnicamente impoluta, pero jugando siempre la carta de la expresión y remarcando el carácter prerromántico de estos conciertos, sobretodo en el número 20, en Re menor KV 466. 

Comenzó el concierto con el número 19, en Fa mayor, KV 459, y las cartas boca arriba desde los primeros compases: compenetración conjunto-solista, dinamismo y complicidad. Uchida se mostró efusiva en sus indicaciones orquestales, pero en contraste dominadora desde el teclado, en especial con las cadenzas, siempre expansivas y de un sonido luminoso. Precioso el tema del Allegretto, con ese anticipo que Mozart otorgó al movimiento del futuro Deh vieni, non tardar…giunse al fin il momento de la Susanna de Le nozze di Figaro, con esas notas elegíacas de la flauta y los instrumentos de viento, en un diálogo de calidad sonora ensoñadora. En contraste el  Allegro assai final fue enfocado con vertiginosa maestría técnica desde el piano, digitalización virtuosa y cadenza final de autoritaria riqueza acústica. 

Cerró la primera parte el Divertimento en Si bemol, KV 137, donde la Mahler Chamber Orchestra ofreció una interpretación un tanto decepcionante. Guiada por el concertino, Itamar Zorman, la ausencia del temperamento imprimido en el concierto para piano anterior por Uchida, pareció pesar en la formación, que se mostró demasiado académica, con un sonido de pulcritud extrema, con pérdidas de ritmo en el Andante inicial y un Allegro assai final medido y poco imaginativo, en contraste con la designación de Divertimenti de la obra. No hay duda de la calidad de la formación, pero si esta pieza se puso para completar los dos conciertos de piano ofreciendo una obra de lucimiento para la orquesta, esta pareció más de relleno que de complemento. Con todo la precisión y carácter lúdico del movimiento más célebre, el Allegro di molto central fue lo mejor de la pieza.

La segunda parte se inició con uno de los conciertos más conocidos y queridos por el público, el número 20, en Re menor, KV 466, favorito también de Beethoven como se recuerda en el programa de mano. Mitsuko Uchida de nuevo desde el piano indicó con fiereza e intensidad los contrastes dramáticos de esta partitura que goza de un carácter teatral y una inspiración melódica célebre e irresistible. El Allegro inicial se centró en los contrastes entre el lenguaje apasionado e introspectivo del piano y la fuerza trágica y atmosférica de la orquesta, que Uchida cinceló con la vista quizás más puesta en Beethoven que Mozart. Intensidad y fragilidad en la pulsación, contraste y nervio desde las incendiarias cuerdas para acabar en una cadenza final introspectiva y potente que reveló las armas mozartianas de una intérprete privilegiada en la plenitud de su carrera. El inicio del popular Romanze, protagonizado por las sencillas notas pianísticas, devolvió el sonido del Mozart más atmosférico y hedonista, de nuevo Uchida ofreció sus mejores bazas controlando el sonido y regulando la belleza intrínseca del movimiento con un diálogo con la orquesta lleno de contrastes. Con el Rondo. Allegro assai final Mitsuko sorprendió por la celeridad y contundencia con la que preparó la explosiva entrada orquestal para el piano, de nuevo el diálogo frugal y nítido de los instrumentos de viento, las cuerdas y el sonido extraído por Uchida se reveló volcánico y preciso, lleno de vida y vigor. Con una coda final brillante, donde el sonido se tornó filigrana por su magistral uso de la regulación, se cerró el concierto coronado por el éxito de una solista incuestionable que dotó de magnitud y vehemencia la música de Mozart.