• Bryn Terfel. Foto: Mei Lewis
  • Ricarda Merbeth
  • David Afkham. Foto: Ignacio Gil

Confiar en el viento

Madrid. 15/01/15. Auditorio Nacional. Temporada de la Orquesta y Coro Nacional de España. Wagner: El Holandés errante. Bryn Terfel (Holandés). Ricarda Merbeth (Senta). Andreas Bauer (Daland). Torsten Kerl (Erik). Pilar Vázquez (Mary). Dmitry Ivanchey (Timonel). Orquesta y Coro Nacionales de España. David Afkham, director.

Para cualquier programador, proyectar una ópera, cualquier evento artístico, pero especialmente una ópera por la cantidad de agentes y circunstancias implicados, supone sin duda un acto de fe. Confiar en el viento, del mismo modo en que hacían los tripulantes de galeones, fragatas o bergantines una vez preparados para zarpar y tal y como canta el Timonel en el Holandés wagneriano. Por mucho que uno ate y prepare todos los factores que atañen a una función, el incontrolable libre albedrío, el azar y el factor suerte, al igual que el viento, pueden echar a perder cualquier noche. ¿Por qué entonces subirse a este barco Félix Alcaraz y David Afkham dentro de la temporada de la Orquesta y Coro Nacionales de España? Su respuesta, máxime una vez escuchados los resultados, está clara: ¿Y por qué no?

Imagino, la inclusión de una ópera, a elección del propio Afkham, habrá sido un revulsivo para el alemán, un aliciente a la hora de decidirse a aceptar el puesto de director principal, presentando este Holandés que él mismo ha adaptado (el dueto entre barítono y bajo aparece aquí cortado) y que sorprendentemente encuentra un antecedente en la versión interpretada por la Orquesta para su temporada 90/91 con Ros Marbà al frente. Afkham inició la noche con un sonido, por tempi y formas, algo abultado, que pronto encontró su propio equilibrio y denso impacto en los oídos del público. Su gran momento lo vivimos en el arranque de un tercer acto memorable, vibrante, tenso en dinámicas, donde la orquesta arrasó con todo a su paso al dar todo de sí sobre el escenario, unida a un coro entregado, vitalísimo, que parecía bordear el desbarro por momentos pero que se erigió cual coloso entre ambos barcos.

Afkham se acompañó de un reparto de estrellas de las que hace tiempo no se escuchan, ni siquiera en versión de concierto, en el otro gran coliseo madrileño, el Teatro Real; lo cual da para pensar. No fue este un reparto cualquiera. Como protagonista el Holandés más mediático que escucharse pueda de la actualidad: el galés Bryn Terfel, quien concedía una estupenda entrevista en exclusiva a Platea días antes de estas funciones, en una visión acorde a sus medios: arrojada, sin demasiadas interiorizaciones ni recovecos, de intensidad equiparable a la de la orquesta y en una voz de amplio caudal, anchísima y expresividad alejada de sutilezas que sin embargo regaló un marinero que no cayó en histrionismos, de timbre rotundo, cuidando al bajo Andreas Bauer (quién aterrizo en Madrid un par de horas antes de la función en sustitución de un indispuesto Peter Rose) en su dueto inicial y con un primer monólogo donde mostró unas tablas tan hieráticas como atractivas.

A su lado y en alto contraste, la sensibilidad de la matizada Senta de Ricarda Merbeth, quien cantará el rol este verano en Bayreuth, el templo wagneriano por excelencia. De acariciante concepción su Balada, de ensoñadora línea de canto y cuidad expresividad, su lírica protagonista “venció” en el encuentro con el Holandés e hizo ponerse al público en pie al finalizar la ópera. Acompañaron también Torsten Kerl como Erik, quien comenzó bien pero terminó mal, con la emisión algo “sucia” que le empujó al gallo en su página solista; y una consistente Pilar Vázquez como Nodriza y el aseado Timonel de Dmitry Ivanchey.

Para dejarse llevar y confiar en el viento, no hay nada como disponer de un buen barco. Sin duda este Holandés lo ha sido. También lo es la Orquesta y Coro. Para quien firma ya podrían sustituirse muchas óperas escenificadas con sus repartos al completo por espectáculos como el vivido este viernes en el Auditorio Nacional. A buen seguro que si, como afirmaba el programa de mano, este Holandés hubiese durado más de tres horas y media más el descanso, nadie se hubiese levantado de su asiento hasta el final.