Sylphide Salzburg Mariinsky

 

Cuando un ballet hace historia

Salzburgo. 04/06/2017. Grosses Festpielhaus. Bournonville (coreografía) / Løvenskiold (música): La Sylphide. Ballet del Mariinski-Theaters, San Petesburgo. Olesya Novikova (Sylphide), Philipp Stepin (James), Igor Kolb (Madge). Mozarteumorchester Salzburg. Escena: Vyacheslav Okunev. Dir. musical: Valery Ovsyanikov.

El tercer concierto del Salzburger Festspiele Pfingsten tuvo como protagonista al ballet del teatro Mariinsky y su representación de La Sylphide, un ballet en dos actos (1836) con música del noruego Herman Severin Løvenskiold y coreografía del danés August Bournonville.

Si bien el título me resultaba prácticamente desconocido, los amantes del género lo tendrán con seguridad más que presente por ser un ballet que contribuyó a la historia del género, al ser el primero en el que se utilizarán las puntas, aquello que los doctos en estas lindes definen como pointe. El pointe en sí confería una mayor gracia y ligereza a la bailarina, y si bien es cierto que se comenzó a desarrollar a principios del XIX, no fue hasta precisamente esta coreografía cuando una primera bailarina, en este caso particular Maria Taglioni –considerada la primera bailarina romántica–, se alzaría sobre las puntas para conferir un toque más grácil a su personaje. Este hecho tuvo como lógica consecuencia diversas mutaciones de carácter técnico en el propio calzado, confiriéndole la forma con la que hoy lo conocemos. Fue precisamente también Taglioni quien en 1832 vistió para las funciones de La Sylphide en París un tutù blanco diseñado por Eugéne Lamy, arrancando ahí también la tradición de endosar este particular vestido en el ballet clásico. Amén de sendos particulares, la Sylphide es señalado en numerosas ocasiones como el arquetipo del ballet romántico por sus connotaciones estéticas (Il ballet blanc) y que propiciará que, gradualmente, los ballets del XIX incluyan lo que se denomina un acto en blanco, donde no solo el señalado color predomina, sino que aparecerán criaturas extraordinarias como las presentes sílfides. 

Las realizaciones como coreógrafo de Bournonville se caracterizaban por propiciar el movimiento veloz de los pies y el gusto por las elevaciones, así como un particular trabajo expresivo –características que serán distintivo de la escuela danesa–. Todo ello se presencia en amplias dosis en esta Sylphide, envuelta en una trama romántica que, como no podía ser de otro modo siguiendo la temática del Festival, transcurre en Escocia, en torno al amor imposible entre un hombre y una criatura sobrenatural, inspirada en Trilby, ou le Lutin d’Argail (1822) del literato Charles Nodier. Precisamente son estos protagonistas contrapuestos los que permiten desarrollar a Bournonville dos personajes con expresiones contrarias, la sílfide mostrará sobre todo su ligereza, de la mano de Olesya Novikova, a través de un parejo movimiento de brazos –y las mencionadas puntas–, mientras James (Philipp Stepin) será sinónimo de presencia física y fuerza. El ulterior contrapunto dramático corresponderá la bruja Madge (Igor Kolb), quien se ofrecerá para conseguir que James atrape a su amor imposible y que sin embargo lo que propiciará es la muerte de la sílfide por la acción de su pretendiente. Lejos de danzar, Madge se vale de la gestualidad –de la que Bournonville fue adalid en su época como bailarín– y el mimo para desarrollar el personaje.

La Mozarteumorchester Salzburg, bajo la dirección de Valery Ovsyanikok, tuvo un papel correcto, sin restar protagonismo a lo que acontecía en la tarima, con tempo y dinámicas construidas con esmero entorno a la acción dramática, favoreciendo la articulación de un espectáculo con puesta en escena de recreación clásica, labor Vyacheslav Okunev.