Historias narradas
Madrid. 16/06/2017. Auditorio Nacional. Mahler, Des Knaben Wunderhorn; Schönberg, Pelleas und Melisande. Thomas Hampson, barítono; David Afhkam, director; Orquesta Nacional de España.
La Orquesta Nacional de España se adentra en el final de temporada. Su penúltimo concierto, con un programa no demasiado fácil, es de esos que atraen sobre todo a expertos, pero cuyo principal atractivo sobre el papel era escuchar a Thomas Hampson, una de las principales voces de barítono de las pasadas décadas.
Hampson es un experto reconocido en los lieder de Mahler y especialmente en las canciones de Des Knaben Wunderhorn –El cuerno mágico del muchacho, todavía tenemos pendiente encontrar un traducción al español que no suene risible. Estas canciones están ligadas a la historia de Hampson hasta el punto de haber realizado un estudio historiográfico que resultó en una nueva edición del ciclo, y que desde entonces ha marcado un referente renovado para su interpretación.
Hace poco tuvimos la oportunidad de escucharle como Germont en la última Traviata de MET, exhibiendo ciertas características que hoy ha vuelto mostrar. La voz sigue potente, imponente, y el color saludable, especialmente en la zona aguda, la más fornida, aunque detectemos aire en los graves y una cierta tendencia a no afinar del todo en los saltos interválicos de cierto calado. El canto, experto y confiado, tiende a la declamación, sin demasiada musicalidad ni rasgos emotivos. Es un modo interpretativo exclamatorio, casi de narrador, sin rastro del actor o del cantante, dos registros que se agradecen en esta obra, perfectamente compatibles con las exigencias de lied alemán, especialmente en su versión orquestal.
Así, la interpretación de Hampson, irregular, funcionó según la pieza. Las menos afortunadas fueron, Des Antonius von Padua Fischpredigt y Das himmlische Leben, cuyo estilo fluido, travieso y humorístico discurrió brillante por la orquesta, pero chocó de lleno con el hieratismo vocal de Hampson; tampoco compartimos demasiada desesperación en la terrible muerte del niño hambriento en Das irdische Leben. Encajó mejor con el rigor y el estilo teatral en Lied des Verfolgten im Turm y Wo die Schonen Trompeten blasen.
La sección de canciones terminó con una de las obras maestras de la historia del lied, Urlicht, esa pieza que condensa en seis minutos la búsqueda humana de la eternidad y que algunos creemos que se habría de escuchar de rodillas y santiguado. Lo transcendente se tocó por un momento en la solemnidad del inicio, con las trompas y trompetas en estado de gloria -gracias Afhkam por sacar lo mejor de los solistas- manteniéndose a duras penas en la actuación de Hampson. Unos aplausos del público diez segundos antes de tiempo se encargaron de aniquilar esa ascensión al infinito en el final evanescente de la obra. Con esa ducha de agua fría, con un cantus interruptus, acabó un bloque que nos dejó melancólicamente insatisfechos.
Tras el descanso, David Afkham, ya a solas con su orquesta, se encargó de hacer una excelente interpretación del Pelleas und Melisande de Schönberg. Los colores variados de la partitura aparecieron buscando lo sublime, las texturas orquestales, hipnóticas, se desplegaron por la sala de la mano de las sutilezas de los leitmotivs. Nuestro director supo mantener una sabia coherencia interpretativa al servicio del relato para que en el final, tras la muerte de Melisande y la reexposición de los motivos musicales, uno sepa que ha entendido y compartido la historia de los amantes. La casualidad ha querido que a pesar de ser una obra poco programada, la hayamos escuchado en Madrid dos veces en menos de un mes. La otra fue con Ibermúsica en las manos de Thielemann y Staatskapelle Dresden. Las comparaciones son aquí inevitables, y si hace unas semanas desfrutamos de una ejecución imponente, excelsa y arrolladora desde lo técnico, la de nuestro equipo local y su director principal pudo presumir de un mayor aprovechamiento de su potencia narrativa.
Foto: Kristin Hoebermann