Barroqueando
Madrid. Auditorio Nacional. 21/12/2024. G. F. Händel: El Mesías. Miriam Allan, soprano. Xavier Sabata, contratenor. Levy Sekgapane, tenor. José Antonio López, bajo. Orquesta y Coro Nacionales de España. Paul Agnew, director.
Pues bien, escuchando El Mesias de Händel tocado y cantado por la OCNE, pensaba en lo preparados que están los conjuntos para afrontar ese nuevo reto, y profundizar en esa corriente más historicista. Porque en el concierto referido, la Orquesta y Coro Nacionales, dieron una verdadera demostración de algo difícil en músicos, muchos de ellos, educados en una formación más ‘romántica’, y es la adecuación estilística a la música barroca; y eso también es, desde luego, un signo clarísimo de su importante subida de nivel.
Seguramente contribuyó el director inglés Paul Agnew, que aportó muy buen criterio y adecuación estilística en forma de dinamismo, claridad de ideas, limpieza de planos, y sabiduría fresca y natural, nada retórica o hinchada. Proporcionó una muy estimulante acentuación en el uno, y fraseó durante todo el concierto de forma siempre lógica y natural, aportando diferenciación, contrastes y suficientes colores.
Todo ello se empezó a notar desde la Sinfonía con la que abre el Oratorio, donde Agnew marcó alla breve ‘afusando’ las anacrusas dando una vitalidad y prestancia ideales, y contrastando el tema en el da capo haciendo pianísimo. El accompagnato siguiente cambió muy bien el escenario creando un bellísimo clima dolce añadiendo además un bello ritardando en la primera contestación de los violines. Estos pequeños detalles en forma de ocasionales retenciones se prodigaron a lo largo de toda la obra, como ocurrió en el famoso Aleluya, algo que le proporcionó un plus de impulso en el momento clave muy estimulante. El director marcó bien cuando correspondía las importantes hemiolias, como en el primer coro de la obra And the glory of the lord, donde deben ser muy claramente subrayadas; y Agnew supo también ser pictóricamente descriptivo en numerosas ocasiones, como en el tenebroso clima creado con poquísimo arco en el primer accompagnato del bajo, donde dice “La oscuridad cubrirá la tierra”, o la forma de remarcar el staccato del coro “Rompámos las ligaduras” donde el compositor expresa tan sabiamente el momento de esa desligada forma.
Maravillosa la manera en la que Händel describe también el aria de bajo “El pueblo que caminaba entre tinieblas”, pintando la orquestación con un unísono, dando a entender de esta forma la soledad, y expresando el momento con sinuosas ligaduras con cromatismos puestos en sitios clave, y que fue estupendamente expuesta por Agnew y orquesta. Muy buen creado también el clima pastoril con lejano fondo de bordón de zanfoña de la Sinfonía pastoral de la primera parte, y estupendamente regulados muchos momentos, como en los coros “Portones alzad los dinteles” donde hubo una extraordinaria progresión dinámica, o “Porque un niño nos ha nacido”, donde se resaltó de forma brillante en el momento en el que el coro explota con la palabra Wonderful. Y, por último, destacar un momento realmente especial y particularmente logrado, que fue en el coro “Todos nos descarriamos como ovejas”, donde Agnew hizo frasear en un muy difícil diminuendo al cerrar la frase, y donde el coro respondió de forma extraordinaria. Magnifico.
La orquesta, como ya he comentado, se comportó de forma muy efectiva, y estilísticamente adecuada. Los violines, en sus numerosas intervenciones en unísono, supieron aunar zonas de arco, y los ataques fueron en su mayoría justos y precisos, a pesar de alguna desigualdad en este sentido en las difíciles anacrusas que preceden al trino en el aria de alto “Fue despreciado y repudiado por los hombres”. El vibrato fue muy comedido, y la cantidad de arco empleada fue más liviana en términos generales y de forma apropiadamente barroca.
Y hay que destacar, además de a los oboes timbal y fagot, a Manuel Blanco en la trompeta: afinación, bello y mórbido sonido, impecabilidad, exquisito gusto al ornamentar… todo es realmente valioso, pero ese saber integrarse y fundirse con los violines cuando corresponde, ese saber no ser siempre protagonista full time, solo lo tienen los muy grandes. Y así lo demostró en las impecables subidas que apoyan al coro en el Aleluya, y en su magnífica intervención en la esperada aria de bajo “Sonará la trompeta” donde el mismísimo Agnew se precipitó en aplaudir su logradísima intervención.
Queda comentar el coro, y solo caben elogios para su intervención. Ágil, transparente, efectivo e impecable en las agilidades y tempos mayoritariamente vivos que aplicó Agnew con momentos realmente muy rápidos, y donde la formación respondió con absoluta eficacia y profesionalidad. Magnífico y manteniendo la afinación en los momentos más a capella, y poderoso y emotivo en los momentos más llenos y con punta.
Muy buen cuarteto solista también, que contribuyó al sonoro éxito logrado. La soprano Miriam Allan, de timbre enfocado aunque no especialmente atrayente, es en cambio una consumada especialista, y así lo demostró, en la forma de dirigir el sonido entrelazándolo de muy buena forma con las distintas voces de la orquesta. También esperó a explotar el vibrato en los picos de tensión de forma muy justa, además de subrayar y calibrar palabras y progresiones.
Bellísimo y homogéneo el color de la voz desplegado por Xavier Sabata, contratenor que cantó de alto, y que proporcionó muy buenos momentos sobretodo en las partes más líricas, como sucedió en el bellísimo aire de Siciliano de su aria “Pero quien podrá resistir cuando él llegue” aunque en el prestísimo central se hubiese agradecido una mayor acentuación y agitación sonora.
Desenvuelto y muy apropiado a este repertorio el tenor Levy Sekgapane, que estuvo brillante y ágil en los pasajes de agilidad, con su bella voz de ligero y su vibrato stretto, llegando a alcanzar mucha velocidad incluso por encima del pasaje al agudo, como sucedió en su último aria “Los quebrantarás con vara de hierro”, además de estar efusivo cuando le correspondía, como en sus accompagnato de la segunda parte del oratorio.
Impresiona nada más empezar a escuchar la voz de José Antonio López: sonora, sólida como una roca, homogénea. Pero es que además el cantante tiene bagaje barroco y se nota, haciendo de su papel en El Mesías unos de los referentes actuales. No caben más que elogios. Estuvo muy hábil progresando el aria “Sonará la trompeta”, con una coloreada y regulada parte central, que enlazó con un bello enlace a la recapitulación, y consiguiendo en dicho da capo venirse aún más arriba acabando con una intensa cadencia, pero esto es sólo un ejemplo, porque estuvo Impecable en todas sus intervenciones.
Fotos: © José Luis Pindado