Trovatore Liceu A.Bofill 

Verdi, Goya y el regalo envenenado

Barcelona. 18/07/17. Gran Teatre del Liceu. Tamara Wilson (Leonora), Piero Pretti (Manrico), Marianne Cornetti (Azucena), George Petean (Conde de Luna), Marco Spotti (Ferrando), Maria Miró (Inés), Albert Casals (Ruiz), Goya, personaje mudo (Carles Canut). Coro del Gran Teatre del Liceu. Dir. coro: Conxita García. Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu. Dir. de escena: Joan Anton Rechi. Dir. musical: Daniele Callegari.

Funciones como la comentada, referida popularmente como un segundo reparto, porque no son las voces -excepto una- que debutaron la producción en la première el pasado lunes, desmienten la creencia popular que el reparto del estreno es el de mejor calidad. La noche y el día, eso pareció este Trovatore con el visto el día anterior con Lewis, Ruciński, Cornetti y Berti. Una función de estreno que quedó más bien deslucida, lejos del festival de belcanto romántico que supone poder disfrutar de una buena función de esta ópera verdiana. 

Pero los contrastes y lo que hace que un equipo vocal funcione y otro no, hacen impredecible muchas veces el éxito de una función. Aquí, gracias a una soprano en plenitud de facultades, la Leonora de la talentosa soprano estadounidense Tamara Wilson, el debut en el Liceu del joven tenor italiano Piero Pretti como Manrico, la madurez de una artista más que solvente como el barítono rumano George Petean como Conde de Luna, sumadas a la madurez y experiencia, medios y personalidad teatral de la mezzo norteamericana Marianne Corentti como Azucena, consiguieron el milagro vocal.

Y, por supuesto, last but not least, las prestaciones de un director musical, aquí un especialista como Daniele Callegari, quien también se transformó contagiado de la calidad de las voces. No se puede olvidar el valor añadido de una producción, que partió de una antigua puesta en escena, firmada por el notable Gilbert Deflo, que sin embargo en 2009, ‘regalo’ al Liceu, para celebrar su décimo aniversario desde su reapertura, una de las producciones más fallidas, olvidables y vacía, en todo el término posible de la palabra, que se han visto en Barcelona en los últimos veinte años.

Poco ha quedado de ese funesto Trovatore firmado por Gilbert Deflo en 2009, coproducción entonces con el Capitole de Toulouse y la Ópera de Oviedo, y que ahora, con la firma de Joan Anton Rechi, se ha quedado tan sólo en coproducción con Oviedo. Rechi invoca a Goya, pintor y aragonés universal, e intenta exorcisar de la memoria de los liceístas, cosa que consigue a medias, cualquier recuerdo de esa caja escénica con telones colgando que iban cambiando según los actos (trabajo resumido de la producción de Deflo), y proyecta imágenes de la gran serie de los grabados de Goya llamados Los desastres de la guerra. La idea, estéticamente resultona en cuadros como los de la presentación de Azucena o el final de la ópera, no consigue maquillar del todo el regalo envenenado del Liceu a Rechi. Un veneno, una trampa escénica, que Rechi sortea, dribla y embellece gracias al fantástico trabajo de luces de Albert Faura, quien consigue, y no era fácil, transmitir el genio de Goya en cuadros teatrales que parecen extraídos de sus fantásticos grabados. Pero un vestuario demasiado kitsch (imposible en el caso de la Leonora de Wilson), el abuso en ciertos cuadros como el primero, de las proyecciones de texto y frases, y una sensación de que los cantantes actúan ‘a la antigua’ (trio del primer acto, con un pueril juego de cuchillos que no salva lo ridículo de la situación) no ayudaron mucho. A pesar de todo, la producción se defiende gracias a la ‘idea’ de transformar el s. XV español por el s. XIX en época de la creación de la serie goyesca, con un pintor de la quinta del sordo, testigo mudo y espectador de excepción de una guerra española fratricida, donde no hay vencedores ni vencidos, y donde una historia tan alucinada como la de la venganza de Azucena queda justificada ante los horrores de unos desastres que lo explican todo. El porqué de traer a un actor de renombre como Canut, para un trabajo escénico sin fondo dramático justificable, se escapa a una razón lógica. 

Fantástica la Leonora de Tamara Wilson, la joven soprano nacida en Arizona, quien reafirma lo acertado su primer premio del Concurso Viñas en 2011. Después de su notable Norma en la temporada 14/15, Wilson demuestra una gran adecuación al siempre difícil pero agradecido canto verdiano, con un fraseo notable, una dicción trabajada, y una tesitura impecable, con agudos firmes y sonoros, y unos cambios de registro bordados con una refinada técnica vocal. Es verdad que Verdi exige desde su primera intervención "Tacea la notte... Di tale amor", una primera figura y la Wilson se recreó no sin algún agudo poco pulido y con una cabaletta sin excesivo brillo. Pero fue una carrera de fondo que ganó en cada intervención para cerrar con un "D’amor sull’ali rose... Miserere... Tu vedrai che amore in terra", que confirmó la belleza de una voz idónea para este repertorio, de timbre atractivo y proyección sobrada, triunfando vocalmente a la altura de un rol difícil y hermoso.

Qué decir del rol de Manrico, todo el público espera su famosa cabaletta de la Pira, y es cierto que al joven tenor italiano y debutante den el Liceu, Piero Pretti, se le notó nervioso, aunque cumplió con medios y también con ajustados agudos esa difícil y temible parte, Do incluido, mostrando virtudes y calidad. Timbre terso y cálido, fraseo fácil y de una naturalidad seductora, registro agudo brillante y frescura en todo el registro. Solo una cierta falta de cuerpo vocal, debido a una voz algo más ligera y falta de ese aire spinto para estar ante un Manrico de escuela. Sus dúos con Wilson, el trio, los dúos con Azucena, y un "Ah si ben mio" seductor y contagioso, le tributaron un merecido triunfo en las Ramblas. 

La Azucena de la experta Marianne Cornetti quedará en la memoria del espectador por su fuerza dramática, su adecuación vocal y su entrega escénica. La mezzo juega a la perfección ser el centro de la trama, el registro lo cambia de pecho a cabeza con maestría, los agudos son brillantes y seguros, a pesar de un puntual sobreagudo velado, los graves sonoros y autoritarios, pero sobretodo la química con un personaje que domina todos los resortes de una vocalidad escrita para ser la triunfadora de la ópera, como lo fue en el "aplaudímetro" del público.

George Petean tiene un instrumento notable, de timbre algo genérico, pero que sabe administrar con inteligencia y que ha llegado a un punto de madurez técnica óptimo, donde sólo se hecha en falta algo de sonido menos cubierto para asegurar el registro superior. Cantó un "Balen" de libro, supo ser incisivo sin caer en la truculencia de la historia y actuó con la nobleza de un aristócrata repudiado por un amor imposible, consiguiendo la empatía con el espectador.

El bajo Marco Spotti quedó algo eclipsado como Ferrando, con un instrumento adecuado pero con falta de profundidad en una primera escena clave, donde ha de situar al espectador en el contexto de una historia imposible. Impecables y demostrando calidad en la cantera de las voces catalanas la soprano Maria Miró como Inés y el atractivo Ruiz del tenor Albert Casals. Importante la aportación de un coro en un estado vocal también óptimo, para cerrar una temporada notable con un coro de los gitanos brillante así como el de los militares heroicos y comunicativos. Ha sido la confirmación, por si a alguien le quedaba duda, que Conxita García fue el mejor relevo posible después de la marcha del maestro Basso. ¡Felicidades!

Daniele Callegari supo dosificar la briosa partitura con el nervio necesario, conectó con el reparto vocal y supo cuidarlo en las arias con delicadeza y ritmo. La explosión de melodías continuas y brillantes de esta partitura es de una excelencia única y poder hacerles justicia, con un reparto adecuado como el presente, necesita de una maestro al podio experto y atento. Mención a la versión íntegra, con todas las cabalette, dobles, incluidas, doble mérito para orquesta y solistas. Callegari supo hacer relucir la formación sinfónica del Liceu, con un sonido pastoso, homogéneo, sin fisuras y con el espíritu heredero de la mejor herencia belcantista, sobretodo de Donizetti. Aquí es donde Verdi demuestra como ha llegado a asimilar esa tradición italiana y la ha llevado a una plenitud de irresistible resultado en una ópera imprescindible que tuvo una función de festivo y catártico resultado.

* Este reparto es el escogido este año para la difusión del Liceu a la fresca, con proyecciones por todo el Estado español y también a partir de las 22:00 por la 2 de RTVE, este viernes 21 de julio. El audio de esta función comentada se puede volver a escuchar en el siguiente enlace gracias a Catalunya Música.