La Marca España
27/01/16. Palau de la Música Catalana. Obras de Turina, Granados y Schumann. Javier Perianes, piano. Cuarteto Quiroga.
Javier Perianes y el Cuarteto Quiroga: dos elementos casi indiscernibles desde hace unos años que han dado, están dando y seguirán dando grandes resultados, como hemos podido comprobar. En este caso, ofrecieron en el Palau barcelonés una muestra de su último disco grabado para Harmonia Mundi dedicado a los quintetos para piano de Granados y Turina. Tanto en su formación de cuarteto como de quinteto se han ocupado extensa e intensamente de abordar el repertorio español.
El Cuarteto Quiroga abrió el concierto con La oración del torero. Personalmente, si sólo una cosa podemos lamentar –ya me perdonarán– es que se incluyera este cuarteto de Turina, con momentos de gran belleza pero interpretado hasta el hartazgo. Teniendo en cuenta la dimensión artística de los intérpretes y el hecho de que hayan transitado en discos y conciertos por la música contemporánea, por ejemplo –sin ir más lejos, el día anterior habían estrenado en Madrid los Siete espacios para cuarteto de García Abril con gran acogida–, egoístamente hubiéramos preferido escuchar algo de ello, pero nunca llueve a gusto de todos. Recibido con algo de frialdad, ofrecieron sin embargo una lectura difícilmente mejorable, con sabia administración del dramatismo que late en el fondo de la obra de Turina.
Después llegó la pieza más interesante de la noche, el Quinteto para piano y cuerda de Granados. Celebramos que la hayan grabado y la hagan viajar en este aniversario del compositor, puesto que todavía hoy en España se escriben libros de Historia de la música española con pretensión de exhaustividad, que no son capaces de dedicar ni una sola línea a esta obra. Es reducido el catálogo camerístico de un Granados que murió demasiado joven, pero obras como esta nos revelan el importante recorrido que aún tenía su música (“Tinc un mon de projectes”, decía entonces) cuando un submarino alemán atacó el barco en el que por estas fechas hace 100 años regresaba a Barcelona desde Nueva York. El Quinteto es una pieza esencial en la que encontramos al desnudo gran parte de su mundo musical sintetizado: allí se congrega tanto el romanticismo atormentado de Schumann como la sofisticación de Chopin, la luz meridional francesa y un perfume constantemente popular, así como el color modal en un austero e inspirado segundo movimiento. El Cuarteto Quiroga ofreció una lectura muy personal que al mismo tiempo se adhería absolutamente con el carácter de Granados, sin excesivas grandilocuencias y con un trabajo muy cuidado. Para el Allegro destinaron unas dinámicas que sin dejar de ser respetuosas con el espíritu de la partitura, hicieron brillar los primeros compases de la obra bajo una nueva luz. Tanto en los pasajes grumosos con en los más etéreos, el quinteto presentó un diálogo lleno de matices. Aitor Hevia, sólido y clarividente, liderando el cuarteto con gran prestancia, dio lo mejor de sí en este quinteto. Josep Puchades aportó un sonido muy cálido y Cibrán Sierra un lirismo poderoso. Helena Poggio es una intérprete inteligente, de gesto sobrio que fue de gran efectividad para todo el andamiaje sonoro del cuarteto. De Javier Perianes qué podemos decir. Un pianista consagrado e ilustre representante del piano español en el panorama internacional, lo único que podría detener a este pequeño gran onubense es el cansancio provocado por una agenda desbordante, cosa de la que hasta ahora no vemos ningún signo. Más allá de su talento, podemos destacar que se trata de un intérprete de una inteligencia intuitiva. Sincero como pocos solistas, no necesita de fuegos de artificio para ser relevante: simplemente –algo que escasea en el panorama actual– se pone al servicio de la sustancia musical para hacer que resplandezca en toda su belleza. Perianes “sólo” toca la música. Qué difícil es hacer eso.
En muchos momentos del Quinteto de Schumann, de gran expresividad plástica, es donde se ponía más en juego la simbiosis entre piano y cuarteto. El control que la formación tiene de esta pieza es incontestable: precisamente con esta pieza hicieron su debut juntos en el Auditorio Nacional de Madrid hace poco más de cinco años y quien firma estas líneas estaba presente entonces: la evolución es indiscutible. Perianes es desde entonces, mucho más que un colaborador del cuarteto y la sintonía con ellos es más que evidente. Puchades fue enfático y vehemente cuando la partitura de Schumann lo exige y Hevia lírico, con una soberbia administración del vibrato en los cristalinos diálogos con Perianes, y dirigiendo un fraseo enardecido pero dominado. Fue un Schumann que disfrutaron, especialmente un Cibrán Sierra de palpable vena romántica, que se removía en la silla y buscaba complicidades con piano y viola. Como colofón, el valenciano Josep Puchades (viola) anunció al auditorio que terminarían fuera de programa con un agresivo tercer movimiento del Quinteto para piano de Shostakovich, que el Palau acogió con calidez.
Con una desafortunada expresión encabezamos el texto: España no es una marca. No hay ningún país que lo sea: es sus manifestaciones culturales, su patrimonio musical, tantas veces infravalorado y olvidado. Y del mismo modo que en el repertorio camerístico se cifra la evolución de los compositores, el nivel de los conjuntos de cámara es la piedra de toque de la música en un país.
Granados volvía a casa (en 1911 fue el estreno de la Suite para piano Goyescas en la misma sala) cien años después de su muerte. Llámenme iluso, pero la sala de conciertos del Palau debería haber estado mucho más llena de lo que estuvo, más teniendo en cuenta que el público musical barcelonés (dejemos aparte los miles del futbolístico que se congregaba a esa misma hora en otro lugar) se repartía principalmente entre este concierto y un anodino –según nos ha llegado– Otello verdiano en el Liceu, que la ciudad soportará estoicamente hasta el 7 de febrero. Aún así, la asistencia superó la del Auditorio Nacional de Madrid, que llenó el día anterior su sala de cámara y que en su capacidad equivale aproximadamente a la platea del Palau.
Badajoz, Bilbao, Alicante, Madrid, las Islas Canarias, Mallorca... les esperan. Si España fuera una “marca”, Perianes y el Cuarteto Quiroga serían una piedra angular del proyecto.