Tabernera AGAO Gayarre 2017

Una funcion más

24/09/2016. Pamplona. Teatro Gayarre. Pablo Sorozabal: La tabernera del puerto: Tina Gorina (soprano), Alberto Arrabal (barítono), Itxaso Loinaz (soprano), Igor Peral (tenor), Carlos London (bajo), Amelia Font (mezzosoprano cómica) Rafael Álvarez de Luna (barítono cómico) Karmelo Peña (tenor cómico), Isidro Anaya (barítono). Coro “Premier Ensemble” de Asociación Gayarre Amigos de la Ópera (AGAO)  Dirección: Iñigo Casalí Orquesta “Luis Mariano”. Dirección de escena: Antonio Ramallo. Dirección musical: José Antonio Irastorza. 

En los últimos meses distintos medios han reflexionado sobre el devenir de la zarzuela, pintando, en general, un panorama sombrío y un futuro desalentador. Con excepción del Teatro de la Zarzuela madrileño y el Festival de Oviedo la zarzuela es (mal)tratada en distintas ciudades con buenas intenciones pero escasos medios estables que impiden, en las más de las ocasiones, ofrecer la zarzuela en las dimensiones y formas que sería exigible.

Por estos lares la donostiarra Sasibill Ekartea, la navarra AGAO o iniciativas de Bilbao o Irun tratan de ofrecer funciones dignas y que tienen, en términos generales, un resultado desigual pues por una razón o por otra, el conjunto ofrecido queda cojo por los problemas ya apuntados cuales son los medios de que se disponen.

Se hace un esfuerzo por contratar cantantes ya jóvenes ya expertos en el mundo de la zarzuela pero normalmente las propuestas escénicas son pobres y la orquesta y coros suelen pecar por defecto en la mayoría de las ocasiones. En esta función de La tabernera del puerto no ocurrió lo contrario.

Es de agradecer la apuesta por cantantes solventes, algunos de ellos con muchas tablas y que ofrecieron una velada aceptable. En este sentido apuntar que el Leandro de Igor Peral destacó con suficiencia por encima de todos. No es el mejor actor del mundo pero su voz es lírica, fresca y con volumen bien proyectado, como se pudo apreciar en la celebérrima No puede ser. Quizás su único lunar, donde la voz quedó más apagada fue en la breve pero compleja escena del naufragio.

Tina Gorina es más lírica que otra cosa y en las agilidades se le veía circular con sumo cuidado; en las partes más dramáticas su voz es más solvente y por ello disfrutamos más en el duo de la barca que en la escena del canto, En un país de fábula. De todas formas su Marola fue notable y bien disfrutable.

Dos veteranos asumían los papeles masculinos más graves, a saber, Alberto Arrabal (Juan de Egia) y Carlos London (Simpson). El primero, con algunas señales de agotamiento vocal, sigue mostrando caudal sonoro y capacidad teatral evidentes aunque su voz adquiere un cada vez mayor “color nasal” que afea el timbre. Por otro lado, ¿cuántas veces habrá cantado London el Simpson? De hecho, es el único que he visto yo en años. El papel, por supuesto, está muy rodado pero la voz ya no es tan lozana y se ve que el tiempo no pasa en balde. La zona más grave quedó afectada pero la experiencia ayuda muchísimo.

Itsaso Loinaz fue un notable Abel (¿no recuerda este papel al Oscar de Un ballo in maschera, con la consiguiente sensación de ser un personaje odioso?) mientras que la pareja cómica fue cantada y actuada de forma sobresaliente por un pareja muy experta, Amelia Font y Rafael Álvarez de Luna. Isidro Anaya, un lujo para el Verdier y muy bien Karmelo Peña en un Ripalda cómico pero medido.

Las tres veces que he visto esta zarzuela por los alrededores ha sido con la misma puesta en escena, tan convencional como efectiva. Es difícil quitarse de la cabeza la sensación de que ya está demasiado vista. ¿No puede hacerse un esfuerzo en este sentido? Y la orquesta, la Luis Mariano, de Irun cumplió en su cometido con el handicap desde un inicio de su plantilla, reducida a la mínima expresión. El coro de la AGAO tuvo desajustes evidentes y falta de empaste. Resultaba duro apreciar a su director, Iñigo Casalí, “dirigir” al grupo desde dentro, inmerso en su personaje. José Antonio Irastorza sabe muy bien qué hacer en estos casos pues es un director experto y supo llevar la barca a buen puerto.

La entrada era muy buena pero con los problemas de siempre; en esta ocasión alguien decidió que era el día de las bolsas de plástico así que pudimos disfrutar de un concierto paralelo de ruiditos mientras tres o cuatro desaprensivos sacaban sus  frutos secos de la bolsa correspondiente. Por supuesto, los fragmentos más conocidos fueron tarareados por algunos para que todos los restantes supiésemos que conocen la parte en cuestión. Un espanto.

Esta función es un ejemplo perfecto de lo que le pasa a la zarzuela: ilusión a raudales, cantantes solventes, una escenografía pobre y colectivos capitidisminuidos hasta el punto de que un servidor piense que aun no ha oído una función de La tabernera del puerto con todo el color que Pablo Sorozabal quiso darle.