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Leonor Bonilla: "La zarzuela marcó desde el principio mi acercamiento a la lírica"
La soprano sevillana Leonor Bonilla protagoniza este mes de junio las funciones de La tabernera del puerto en el Teatro de la Zarzuela, en la producción de Mario Gas. En ocasión de estas representaciones conversamos con ella para conocer más de cerca su trayectoria y sus próximos compromisos, además del papel determinante que jugó la zarzuela en su vocación profesional por la lírica.
El próximo día 4 de junio debuta con la parte de Marola en La tabernera del puerto, en lo que supone además su regreso a las tablas del Teatro de la Zarzuela. ¿Cómo ha sido preparar este debut? ¿Qué ha encontrado en este rol? Tengo la impresión de que es un papel que siempre ha estado ahí entre sus ambiciones.
Así es. Es un papel que siempre he tenido ahí pendiente aunque a decir verdad nunca he cantado siquiera la romanza ‘En un país de fábula’, ni en el conservatorio, tampoco en audiciones o en conciertos. Marola no entraba en mis planes pero sí entraba en mis sueños, por decirlo de alguna manera. Es uno de los papeles de referencia en el gran repertorio de la zarzuela para una vocalidad como la mía, junto a Doña Francisquita y la Duquesa de Luisa Fernanda, entre otros roles. Sin duda Marola es uno de los papeles con más enjundia vocal y actoral que una soprano se pueda encontrar en nuestro género lírico.
Por otro lado pude ver la producción de Mario Gas cuando se estrenó en 2018 y siempre pensé que me haría mucha ilusión participar en ella. De modo que estoy muy contenta de poder debutar este rol precisamente en esta producción. Y además me emociona regresar al Teatro de la Zarzuela, donde no había vuelto a cantar desde Los gavilanes en 2021. Es la casa de todos y es un teatro donde se trabaja muy a gusto; me da mucha felicidad regresar aquí.
Vocalmente, ¿cómo es Marola exactamente? Tengo siempre la sensación de que las tipologías vocales en la zarzuela son un tema un tanto sui generis. Cuando parece que un rol es para una soprano ligera, de repente hay una escena mucho más dramática. Es como si constantemente la zarzuela se escapase de las tipologías vocales más asentadas, más propias del mundo de la ópera.
Sí, seguramente tendríamos que olvidarnos de las etiquetas y dejarnos llevar simplemente por lo que la música nos pide. Tiene razón no obstante en lo que dice, resulta complicado catalogar el rol de Marola en cuanto a lo que entendemos normalmente en la ópera. Aunque igualmente en la ópera hay muchísimas excepciones, para La traviata mismo se insiste siempre en que seguramente harían falta tres sopranos distintas, una para cada acto.
Con Marola pasa algo parecido, es un rol que va navegando, valga el símil marinero, por diferentes ‘moods’ vocales. Los dúos con el tenor son para una soprano bastante lírica; el tenor mismo ya no es tan ligero y la música tiene más peso. Tanto en ‘Todos lo saben’ como en el último dúo de la barca; hay más orquesta, notas graves…
El reto que plantea cantar Marola es conjugar esas partes más dramáticas con la romanza, que está llena de notas picadas y que tiene un carácter ligerísimo, donde tienes que ser dulce y donde la voz tiene que sonar más evocadora.
Y luego están los números de conjunto, que particularmente a mí me parecen el reto vocal más grande. El número de final del primer acto es una página con aires casi de musical, rítmicamente complejo, con mucho texto, a una velocidad rápida, y con una tesitura que incide siempre en la zona de paso hacia el grave.
Pasa lo mismo en el terceto con Abel y Ripalda, que está concebido para que los papeles más actorales de esta zarzuela puedan resolver también con cierta comodidad su parte cantada; así creo que lo concibió Sorozábal en su momento.
Y con respecto al texto de esta zarzuela, ¿qué nos puede decir? La parte hablada tiene bastante protagonismo en La tabernera del puerto.
De entrada, hay muchas partes de La tabernera que tienen textos difíciles de digerir. Por ejemplo, el número con las mujeres del final del primer acto es la cosa más machista que se pueda escuchar. Entiendo el contexto, pero me costaba trabajo creérmelo cuando lo estudiaba.
Al margen de eso, de entrada para mí es un gran reto porque yo nunca me he enfrentado a tanto texto hablado en escena. Cuando hice la Francisquita de Lluís Pasqual, como es una versión de la obra que viaja por tres épocas diferentes, el texto está muy cambiado y el papel apenas tiene dos intervenciones habladas, mínimas. Y en Luisa Fernanda, que es la otra zarzuela grande que he hecho, la Duquesa Carolina tiene muy poca parte hablada y es de poca profundidad dramática.
En cambio Marola tiene mucho texto e incluso un pequeño monólogo que está muy bien escrito y que va sobre una base musical, lo que hace aún más complicado proyectar la voz sin que se pierda la intensidad dramática del momento declamado. Para mí, ya digo, es todo un reto. Además estamos acompañados en esta producción de actores buenísimos como Vicky Peña, Pep Molina… y cantantes como Ruth González o Ángel Ruiz que son también actores estupendos.
Al final tanto texto hablado, bien proyectado, que tienes que hacer creíble, es un reto también porque tienes que combinarlo con las partes cantadas, en las que tienes que estar cambiando de registro una y otra vez, como hemos comentado.
Además es un papel largo, canta y habla mucho y está casi todo el tiempo en escena.
Sí, es largo… De hecho en el segundo acto, que es el acto en que Marola está más tiempo en escena, en esta producción apenas salimos del escenario. Todo sucede en la taberna y es una escena tras otra: la romanza, diálogos, el monólogo, el número con Abel y Ripalda… con un poco de coreografía, cosa que me encanta (risas). En fin, un papel largo y con retos pero con el que estoy encantada. Estoy deseando que lleguen ya las funciones.
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¿Qué es lo que más le atrae de la propuesta escénica de Mario Gas?
Es una puesta en escena que te lleva enseguida a ese ambiente neblinoso y gris de un puerto perdido. El color lo pone precisamente el vestuario de Carola de Franca Squarciapino, que pone la nota de color en medio de toda es neblina portuaria. Trabajar con Mario Gas es un gusto, es un grande de la escena. Su voz, además, me tiene enamorada siempre cuando habla.
La producción de Mario Gas es muy respetuosa con el libreto original y en buena medida estoy de acuerdo con esta aproximación porque es complicado fijar la vara medir, el criterio, cuando actualizamos o cambiamos los textos originales. Al fin y al cabo, cada obra se ha gestado en un determinado contexto histórico y lo que tenemos que hacer es hacernos cargo de ese contexto para valorar cada caso en concreto.
Me consta por ejemplo que hay muchos cambios en la producción de La corte de faraón que se ha hecho recientemente, firmada por Emilio Sagi. Pero quizá ahí tenga más sentido, es una obra más abierta, en la que se meten muchas morcillas y guiños a la actualidad, con un carácter marcadamente cómico.
Pero en una obra como La tabernera del puerto, que en realidad tiene un buen libreto, bien hilado y bien escrito, lo único que sucede es que hay muchas alusiones que solo se entienden y se justifican en el contexto de su época. Quizá deberíamos mirar más las obras escénicas como quien va a un museo a contemplar una creación pictórica; al final se trata de educar nuestra mirada de manera crítica para ubicar cada obra en su momento.
Sí, casi como si se tratase de un documento histórico que nos aporta claves sobre una época determinada.
Eso es.
Su relación con la zarzuela, por cierto, que creo que tiene mucho que ver con su dedicación profesional misma a la lírica.
Sí, realmente mi unión con el genero lírico en general es a través de la zarzuela. Mi primera aproximación al mundo lírico y a la escena, la primera vez que yo canté con una orquesta, fue haciendo La verbena de La paloma. Yo estudiaba magisterio de música en Sevilla y empecé a cantar en el coro de la universidad. En el año 2009, un grupo de alumnos de la universidad, apasionadísimos de la zarzuela, decidieron crear la Compañía Sevillana de Zarzuela, que todavía hoy sigue funcionando. Yo en aquel momento aún no estudiaba canto y seguía bailando, ya que venía de hacer danza española.
Me incorporé a la primera producción que montó esa compañía, pero ni siquiera como cantante sino como coreógrafa. Yo misma bailé en aquella producción de La verbena de la Paloma. Y a través de Javier Sánchez Rivas, que fue el impulsor de la compañía, me animó a cantar algo en la producción. E hice la cantaora de La verbena, todo eso sin formación profesional alguna de canto claro. Esa fue mi primera participación en una zarzuela y en un espectáculo lírico. De aquello hay hasta un vídeo (risas).
La zarzuela siempre me ha gustado porque, entre otras cosas, bebe de nuestro folclore, de nuestra música, de nuestras raíces… Muchas zarzuelas son un verdadero estudio de la sociedad de su época, en pleno siglo XIX y comienzos del XX. Y esas cosas siempre me han interesado mucho, también porque como bailarina tuve ocasión de bailar muchos pasajes de zarzuela, como los fandangos de Doña Francisquita o Las bodas de Luis Alonso.
Después hicimos La Gran Vía, Agua, azucarillos y aguardiente, Bohemios… Así que empecé en este mundo con la zarzuela y estoy siempre muy feliz de volver a ella. Es algo que me permite además expresarme a otros niveles, escénica y actoralmente. Es un repertorio que me enorgullece mucho y que siempre intento llevar conmigo en recítales y conciertos, incluso en el extranjero.
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¿Qué papeles, digamos, grandes de zarzuela ha interpretado hasta la fecha?
He hecho la protagonista en Doña Francisquita, la Duquesa Carolina en Luisa Fernanda, la Rosaura de Gavilanes y Marina, que no es propiamente dicha una zarzuela sino una ópera, pero que forma parte igualmente de nuestro género lírico español. Y en el 2015 debuté en la Zarzuela con La duquesa de Gerolstein pero era un papelito pequeño.
¿Tiene, por así decirlo, una lista de deseos en la zarzuela, un listado de roles o títulos que le gustaría incorporara próximamente a su repertorio?
Me encantaría hacer El barbero de Sevilla y Los diamantes de la corona. También El maestro Campanone, que tiene una romanza muy bonita. El Caserío también es una zarzuela preciosa.
De cara a la próxima temporada se han anunciado ya algunos compromisos importantes en su agenda, como su debut en el Regio de Turín o su regreso al Liceu, en Barcelona.
Sí, en el Liceu debuté con Il viaggio a Reims, en la producción de Emilio Sagi, en 2017. Y después volví con Don Giovanni, haciendo Zerlina en el año de la pandemia. Solo se pudieron hacer tres funciones porque luego tuvo que cerrar el teatro; y de esas tres yo solo pude hacer dos porque ya di positivo en covid, en aquellos días. En 2023 volví al Liceu para Las 7 muertes de Maria Callas de Marina Abramovic, haciendo el aria de Lucia.
Y ahora regresará con la Sophie de Werther, un papel que incorpora a su repertorio.
Sí, eso es, será un debut para mí y se trata además de un papel bastante teatral, algo que siempre me atrae especialmente. Haremos una producción de Christof Loy, con el que ya he trabajado y quien siempre tiene propuestas muy interesantes. Estoy muy ilusionada con estas funciones
Y dl debut en el Regio de Turín llegará con Mozart.
Sí, es uno de los teatros italianos donde más ilusión me hacía cantar. Retomaré un papel que pude hacer ya la pasada temporada en Bilbao, la Blonde de El rapto en el serrallo de Mozart. Es un papel ingrato. La primera aria es arriesgada porque es muy expuesta, debe sonar muy delicada; y la segunda aria, en cambio, es casi vertiginosa, con mucho texto -casi un trabalenguas- y con una tesitura más grave. Es un papel complicado, será todo un reto volverlo a cantar y sacarle el máximo partido.
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Mozart ha estado presente en su agenda con relativa regularidad. Hace no mucho debutó Pamina en Piacenza, por ejemplo. Imagino que entrará en sus planes cantar algunos papeles importantes del repertorio mozartiano, en un futuro no muy lejano.
Sí, me gustaría; pienso en óperas como Idomeneo, por ejemplo. Es algo que está en mi mente, aunque todavía no en mi agenda; pero creo que estoy caminando, vocalmente hablando, hacia ese terreno. El debut con Pamina resultó muy cómodo, me gustó mucho hacer ese papel. Y creo que a Mozart siempre hay que volver, sobre todo con una vocalidad como la mía. Pienso, en un futuro no muy lejano, en roles como Donna Anna o Ilia, más allá de roles como Zerlina o Susanna, que he hecho en estos años.
Lo cierto es que la próxima temporada tendrá una cita importante con Mozart, en la temporada de la ROSS, en su ciudad natal.
Así es. La temporada que viene tengo un concierto monográfico de arias de Mozart con la ROSS, con quienes hice el último concierto de Año Nuevo, con Irene Delgado Jiménez a la batuta. Aquel fue un concierto muy bonito y que el público disfrutó mucho.
Para mí volver a cantar en casa es algo muy especial. Yo siempre he dejado claro que volver a cantar a Sevilla es algo que siempre entra en mis planes, es algo que está en mi voluntad y en mis deseos. Cantar para mi gente, en mi tierra, es lo más especial que existe. Y la ROSS me está dando ese sitio, esa oportunidad y ese honor.
Y este año la ocasión vendrá en diciembre, con un programa centrado en las arias de concierto de Mozart, páginas de un reto vocal importante, con un registro endiablado y con muchísimas agilidades. Será todo un reto pero me apetece mucho hacer ese programa en Sevilla. Ya tuve ocasión de cantar una de estas arias en México, con Iván López-Reynoso, y precisamente por eso me planteé seguir en esa misma línea para este concierto en Sevilla.
Hay otra cita importante en su próxima temporada y nuevamente en su ciudad, con la primera edición del Festival de Ópera de Sevilla.
Sí, es algo que me hace particular ilusión por razones obvias. Es un proyecto nuevo que tiene la intención de ser una bienal de ópera en la ciudad de Sevilla, intercalada con la Bienal de Flamenco, que es ya todo un emblema para la ciudad. Me hace mucha ilusión formar parte de esta primera edición y agradezco mucho a Curro Jiménez Soriano esta oportunidad.
Abriremos el festival con una ópera de Manuel García, El califa de Bagdad. He cantado arias de Manuel García en concierto pero nunca había hecho un título suyo completo. Es una escritura que me encaja bien porque es muy rossiniana y en esas aguas me siento cómoda. Agradezco mucho además la oportunidad de hacer un título desconocido, creo que descubrir estas piezas es importante tanto para los artistas como para el público. Por otro lado, se escenificará en los jardines del Patio de la Montería del Alcázar, un lugar donde nunca me imaginé que podría cantar y donde me hace muchísima ilusión poder actuar.
Doble presencia pues, este año, en su casa.
Sí, ya solo me queda poder volver a actuar en la temporada de ópera del Maestranza, algo que siempre está en mi voluntad y en mis sueños.
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Tengo curiosidad por saber cómo percibe la cuestión de la edad en el mundo de la lírica. En su caso son muchos los años en los que se ha hablado de usted como joven promesa, como talento ascendente, pero no tengo muy claro si somos justos o injustos, tanto los medios como las propias entidades líricas, a la hora de valorar esta cuestión de la juventud en los cantantes. Quizá añadimos una presión innecesaria a los que empiezan… ¿Cómo lo ha vivido en su caso, después de estos años de actividad profesional?
Es un tema complejo, desde luego. A mí siempre me ha agradado que valoren mi juventud, siempre he tomado como un halago o como un cumplido que se valore el talento ascendente, precisamente. Dicho esto, creo que la cuestión de le edad es particularmente problemática, sobre todo, para las mujeres, y no solo en el mundo de la ópera, sino en las artes escénicas en general, también por supuesto en el cine.
Potenciar lo joven, lo nuevo, tiene sus riesgos; el mercado se centra mucho en esas jóvenes promesas y siempre vemos que se queman cartuchos a la espera de la siguiente joven promesa, cuando lo importante debería ser planificar carreras largas y estables.
La novedad tiene también su lado oscuro, por tanto.
Cuando estás empezando es bueno que haya un foco sobre tu trabajo, es bueno que se fijen en tu despegue, pero lo más interesante es una carrera que se asienta y se toma su tiempo, una carrera sin prisas en la que no se exprime al cantante con doce producciones al año, ausentándose incluso de algunos ensayos en una para poder estar en otra, etc.
En la industria de la lírica, en términos generales, vivimos un momento de demasiada inmediatez. Es el capitalismo, con su consumismo, aplicado a las carreras artísticas. Se trata de consumir un cantante tras o otro, incansablemente. Y yo no sé hasta qué punto eso es bueno para el propio desarrollo vocal y artístico, por no decir para la vida personal de los cantantes, que a veces se nos olvida que somos humanos y que necesitamos pasar por la vida con todo lo que ello conlleva. Además creo que un cantante gana veracidad en el escenario a medida que va adquiriendo madurez y experiencia también en su vida personal.
Es muy interesante esto que apunta. Si no damos tiempo a los artistas para vivir, fuera del escenario, no podemos esperar que sean creíbles después sobre las tablas.
Es que la autenticidad de lo que uno vive y de lo que uno quiere transmitir en escena está conectada. Y luego está el tema de la salud vocal y mental de los cantantes. La madurez nos llega a los cantantes con el paso de los años. No digo que haya que esperar un siglo para cantar determinado papel, cada persona es un mundo. Pero sí pienso en cómo se exprime a veces a algunos cantantes jóvenes, que van de debut en debut, sin tiempo para respirar y madurar un rol debidamente.
En el caso de las sopranos ligeras el panorama es particularmente injusto, a este respecto. Alguna vez lo he comentado con compañeras suyas, de otra generación, y les pasa como a las actrices, que de repente desaparecen del mapa cuando llegan a cierta edad, aun cuando precisamente estén entonces en su mejor momento vocal y de madurez artística.
Sí, es que muchos de los roles para soprano ligera corresponden a personajes de mujeres jóvenes, a veces incluso adolescentes, y hay voces que pueden transitar hacia un terreno más lírico y asumir personajes más maduros.
Pero cuando eso no pasa, perfectamente te puedes encontrar con una soprano ligera, a sus cincuenta años, capaz de seguir cantando perfectamente una Adina, por ejemplo. Y en este país tenemos maravillosos ejemplos de artistas enormes que tienen toda mi admiración, en este sentido. En cambio no se cuestiona tanto que un tenor a los cincuenta esté cantando Werther, incluso se considera lo normal.
En este momento de mi carrera a mí a veces me siguen catalogando como joven soprano, como si estuviese empezando, y no me desagrada, incluso me gusta, me halaga que me sigan viendo como joven, precisamente por cómo está enfocado el mercado.
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En línea con esto está la cuestión de la salud mental y emocional en la vida de los cantantes, precisamente por esta tensión y esta presión continuada a la hora de tener que demostrar constantemente que estás ahí, que eres capaz, que estás a la altura, etc.
Creo que no somos conscientes, en general, de la importancia de todo esto, ni siquiera a veces los propios cantantes. En general echo de menos esta preocupación en nuestro sector, tanto de la parte del público como por parte de quienes nos contratan. Este es un trabajo que consiste en exponernos constantemente, ante el público, ante los compañeros, ante un director, ante nosotros mismos…
Es un trabajo en el que constantemente te puedes sentir vulnerable. Y eso implica un mundo interior bastante complicado de gestionar, con altibajos emocionales. Con el tiempo se aprende a relativizar muchas cosas, pero a nivel general creo que no se llega a entender bien lo que implica nuestro trabajo, a nivel emocional. Y por supuesto ahí está la técnica para suplir las dificultades emocionales o de salud, faltaría más. Pero a veces es complicado cantar con lo que tengas en el corazón, en la mente o en el estómago.
La voz, además, es algo que está en constante cambio y genera muchas inseguridades; constantemente tienes que ir domándola y llevándola por nuevos derroteros. Y es un trabajo en el que siempre estamos rodeados de gente, con lo bueno y lo malo que implica trabajar en grupo, donde no siempre sale a relucir lo mejor de cada uno.
En esas condiciones, las inseguridades y los egos salen a la luz y hay que batallar con ellos. Todo esto que comento es la parte que a menudo no se ve de nuestro trabajo. Y no digo que seamos una excepción, no digo que nuestro trabajo sea más difícil o más importante que el pueda hacer cualquier otra persona, pero de vez en cuando está bien verbalizarlo y hacerlo visible, porque todo ello influye, y muchísimo, en el rendimiento profesional que tenemos sobre un escenario. A veces se piensa que salimos ahí a cantar porque tenemos un don y es todo mucho más complejo. Yo en este momento estoy muy contenta con mi carrera, muy motivada, pero esta profesión puede tener a veces momentos muy infelices y eso también hay que decirlo.
Desde luego, es importantísimo visibilizar toda esta trastienda de la profesión de los cantantes, con el acento en la carga emocional y de salud mental que implica todo ello.
En ocasiones uno se llega a plantear si merece la pena tanto esfuerzo, si merece la pena tanto sacrificio, si tantos viajes y tanto desarraigo constante sale a cuenta… Y en ese momento hay que reconciliarse con la esencia de la vocación que nos ha traído a esta profesión, al margen de todos estos condicionantes.
Queda por último comentar la cuestión de la precariedad que acompaña a veces a la dedicación profesional a la lírica, al margen de ese estereotipo de los grandes divos, un poco al estilo de las estrellas de cine. Pero la gran parte de la profesión no cobra esas fortunas y no vive una vida de ensueño.
Somos unos afortunados por podernos dedicar a este trabajo, eso por descontado, pero es verdad que son muchos los gastos con los que un cantante, o su familia, tiene que correr desde el principio, ya sea para clases magistrales, audiciones, viajes, vestuario para las actuaciones, el avituallamiento de las semanas que pasamos fuera de casa ensayando en otra ciudad... Al final es una inversión de muchos años que tarda en dar sus frutos.
Y luego la profesión es incierta, de repente hay meses que te encuentras sin trabajo y sin embargo los gastos están ahí, todavía más en el caso de quien tiene a su cargo una familia, una hipoteca, etc. O situaciones como las que se vivieron en la pandemia, cuando se nos cayó el calendario a todos y se pasaron momentos muy difíciles.
Realmente nuestra profesión está llena de incertidumbres: nadie te garantiza que vayas a tener trabajo, nadie te garantiza que vayas a tener éxito… Y esa inseguridad se suma también a todos los factores que decíamos antes y que contribuyen a que esta profesión sea un reto también en el plano emocional.
Por eso al final la única certeza que tenemos y a la que podemos volver es que hacemos esto porque amamos la música y dedicarnos a ella es parte de nuestra esencia y de nuestro oxígeno de cada día, dicho de un modo un poco romántico. Cuando algo vez tengo alguna contradicción conmigo misma o con la profesión el mantra en el que me refugio es que cantar me hace feliz, la idea de que sobre un escenario puedo ser yo misma o mil mujeres distintas que también viven dentro de mi. Y eso al final es lo más importante de todo.