Cenerentola AGAO Mouriz PabloLasaosa

 

Una buena y modesta función

24/09/2016. Pamplona. Teatro Gayarre. Gioacchino Rossini: La Cenerentola: Clara Mouriz (Angelina), Xabier Anduaga (Ramiro), David Menendez (Dandini), Salvatore Salvaggio (Don Magnífico), Jeroboam Tejera (Alidoro), Sofía Esparza (Clorinda), Marta Huarte (Tisbe). Coro “Premier Ensemble” de Asociación Gayarre Amigos de la Ópera (AGAO)  Dirección del coro Iñigo Casalí Orquesta “Virtuosi Brunensis”. Dirección de escena: Curro Carreres. Dirección musical: Nicola Valentíni.

Pareciera que en provincias –si se me permite el uso de este desafortunado término- Rossini solo hubiera escrito dos óperas: Il barbiere di Siviglia y La Cenerentola pues todo el resto de su vasta producción, seria o cómica, apenas es programada. No seré quien ponga en cuestión el valor de estas dos obras pero, ¿no puede hacerse un pequeño esfuerzo por abrir el abanico?

Una vez más AGAO nos traía La Cenerentola con un plantel de cantantes en el que “los de casa” copaban un porcentaje importante y nada despreciable en su importancia del reparto. Precisamente escuchar a los guipuzcoanos Clara Mouriz (Angelina) y Xabier Anduaga (Ramiro) se convertía en el principal atractivo de la función pues escuchar la enésima La Cenerentola parecía poco atractivo a priori. A posteriori, en cambio, el resultado resultó interesante y los nombres señalados y otros coadyuvaron a esta consideración final.

Antes de comenzar la función se nos avisó de una indisposición vírica de la mezzosoprano protagonista, lo que no deja de ser cuestión de mala suerte. Supongo que esa situación fue la que obligó a Clara Mouriz a comenzar su intervención con suma cautela, que fue poco a poco dejando atrás hasta afrontar el Nacqui all’afano, cumbre musical de la obra y que Mouriz, a pesar de algunos agudos tirantes, cerró de forma exitosa. Cierto es que la coloratura la saca de forma heterodoxa en ocasiones (a lo Deutekom, si se me permite el paralelismo) pero su Angelina fue una de las más humanas, reales y creíbles que recuerdo. Más allá de ser solamente un ser angelical y personificación de la bondad absoluta Mouriz también nos dibuja una Angelina juguetona, maliciosa e intencionada, lo que es de agradecer.

Tuve la fortuna de ver, allá por noviembre del año pasado, el debut de Xabier Anduaga en este mismo papel en el ciclo Opera Berri de la ABAO, ocasión de la que dejé pertinente reseña en este medio. Entonces escribí que  su voz es bella y su agudo tiene consistencia aunque aun falte dotarlo de la misma que en el resto de su gama vocal… y hoy firmaría la segunda parte, manteniendo dudas con la primera. Anduaga tiene un fraseo exquisito, un timbre bellísimo con un centro carnoso y delicado muy adecuado para el mundo de Rossini. Sin embargo los mismos agudos que en el Euskalduna sonaron con potencia y libertad aparecieron en el Teatro Gayarre cortos y forzados. ¿Demasiados esfuerzos en las últimas semanas?

David Menéndez construyó un Dandini sólido y con el punto cómico necesario. Su presentación Come un’ape lo adornó tanto buscando la comicidad que en mi modesta opinión lo desvirtuó. De todas formas este barítono asturiano es un valor seguro y poco cabe reprocharle a su labor. Salvatore Salvaggio es el típico basso buffo que hipoteca la línea de canto en aras de lograr una comicidad mayor; esto tiene sus defensores y en el momento de la representación los espectadores lo celebran por el buen rato pasado. Un servidor quiere que las cosas se canten como están escritas y en este sentido el estilo a la antiqua de Salvaggio no fue lo mejor de la noche.

Jeroboam Tejera nos propuso un Alidoro interesante. Su única aria, Lá del ciel, auténtico tour de force para un bajo, la concluyó de forma satisfactoria. Quizás un mayor cuidado en los recitativos ayudaría a mejorar la prestación pero  poco cabe reprochar a la labor de Tejera. Para finalizar, las dos hermanastras eran cantantes jóvenes y navarras. La soprano Sofía Esparza asumió además la interpretación de Sventurata! Mi credea, aria alternativa compuesta por Luca Agolini para la primera representación de esta ópera y que un servidor nunca había oído en teatro. Es de agradecer el esfuerzo tanto de la soprano como de la organización.

Esta aria en cuestión fue la que desnudó los problemas, normales por otro lado, de la joven soprano; un fraseo atropellado y, sobre todo, una tendencia al volumen para superar los problemas de la partitura. Marta Huarte fue una Tisbe notable y ambas hermanastras cumplieron en las escenas de conjunto, a pesar del evidente patinazo ocurrido en la primera en la que ambas se quedaron calladas.

La puesta en escena era de una simpleza absoluta. El retrato de la fallecida madre presidía el escenario y el mismo se desnudaba totalmente para las escena de palacio. De estas propuestas se dicen que son funcionales. Pues eso, funcional. El coro estuvo mucho más acertado en el primer acto que en el segundo pero en general su labor fue notable.

El joven Nicola Valentíni llevó con pulso la obra aunque la falta de brillo en la obertura me resultó llamativa. El públicó dedicó a los cantantes aplausos muy generosos. La próxima, ¿podríamos acordarnos de algún otro Rossini, por favor?