Lo de siempre, a su manera
03/11/2017. Madrid. Auditorio Nacional. Claude Debussy, Ibéria, de Images pour orchestre; Igor Stravinsky, Concierto para violín en re mayor; Maurice Ravel, Rapsodia española; Igor Stravinsky, Suite de Žar-ptica (El pájaro de fuego). Orquesta Nacional de España. Vilde Frang, violín. David Afkham, director.
“Lo de siempre como nunca” se titula este programa de la Orquesta Nacional de España. Es una selección de obras bien conocidas en las que el hilo conductor pareciera ser la fusión de culturas, las miradas que nos acercan. Son las imágenes que España ha despertado en nuestros vecinos del norte y el crisol de influencias con raíces rusas que siempre nos trae la música de Stravinsky. Un programa sin estridencias, con cierto atractivo confortable, pero que corre el riesgo de ser una actuación de tránsito en la temporada por la falta –perdónenme los autores– de una pieza monumental de las que enloquecen al público.
Afkham resistió la tentación de ofrecer una versión apoyada en lo folclórico en la inicial Ibéria de Debussy. Fue una lectura contenida, en la que se buscó resaltar la coherencia formal, la calidad de las texturas orquestales y una continuidad interpretativa que, si bien nos alejaron de carácter pictórico y pintoresco que se le supone a la obra, nos mostraron las entrañas de su calidad musical. Una declaración de intenciones que continuaría en el resto de la noche.
La joven Vilde Frang nos trajo una consumada interpretación del Concierto para violín. La obra se puede entender como un concierto de cámara, como una suma de diálogos entre la solista y los sucesivos miembros elegidos en la orquesta. Se hace necesario un sentimiento de complicidad que ocurrió en esta ocasión y que se evidenció en el intercambio continuo de miradas entre Frang y sus compañeros. Una afinada coordinación para una obra que, como buen Stravinsky, supone un pequeño infierno en el (des)acoplamiento de ritmos, disjuntos y complementarios en la orquesta y el violín, algo que demostró una vez más la buena calidad de nuestra formación en manos de su apreciado director. En el recurrente acorde inicial de los movimientos, el disonante “pasaporte”, Frang nos adelantó el carácter que daría a cada una de las secciones. Versátil y sin grandes exhibiciones de volumen, construyó una convincente lectura atendiendo a unos acentos sumamente expresivos y a la camaradería con la orquesta, sobresaliendo ante todo en el estremecedor y emotivo lirismo de su Aria II.
La segunda parte del concierto pareció una réplica de la primera en lo que autores y miradas transnacionales se refiere. Tras una Rapsodia española donde una vez más se huyó de clichés interpretativos y dominó el espíritu nocturno misterioso y bohemio de las piezas, volvió Stravinsky. La suite de El pájaro de fuego está basada en un ballet y como tal se le suponen aspectos narrativos y extra musicales, pero Afkham optó por la coherencia musical. Una electrizante tensión –nervio sin necesidad de volumen- fue creciendo a lo largo de los 6 cuadros, empujada por una suntuosa sección de cuerdas, a costa de contrastes y de cierta riqueza tímbrica. Un Final triunfal donde Afkham demostró una vez más su magistral dominio de las dinámicas levantó merecidas ovaciones y, más que una suite, nos dejó con la sensación de haber escuchado algo parecido a una estupenda sinfonía.
Fue una tarde notable en la que Afkham y su orquesta ensayaron el programa que pasearán en su primera gira Europea, para mostrar la calidad de su renovada identidad. En una época en la que los insufribles coaches nos animan a “salir de la zona de confort” y buscar entornos nuevos como un fin en sí mismo, ellos nos proponen precisamente lo contrario. Se trata de traer estar piezas al espacio que dominan y donde se encuentran más cómodos, alejarse de lo programático –folclores, gracejos, impresionismos y deconstrucciones– y llevarlas al terreno de lo absolutamente musical, tiñéndolas de tradición postromántica. Y de este modo, muy acertadamente, ser capaces de ofrecernos estas piezas “de siempre”, a su manera.