OlgaPeretyatko DarioAcosta

Frío ruso

Bilbao. 10/02/2016, 19:30 horas. Sociedad Filarmónica de Bilbao. Obras de Nicolai Rimsky-Korsakov, Sergei Rachmaninov, Frederic Chopin y Gioacchino Rossini. Olga Peretyatko (soprano) y Giulio Zappa (piano). 

En pleno centro de Bilbao, casi escondida entre edificios emblemáticos cercanos a la Gran Vía Diego López de Haro se esconde una pequeña gran joya musical cual es la Sociedad Filarmónica de Bilbao y su teatro, donde entran casi mil personas. Este teatro, de planta rectangular y de relativa baja altura ayuda a la proyección adecuada de la música y se convierte en un lugar privilegiado para escucharla.

Es sabido que la Sociedad Filarmónica, totalmente privada, no pasa por sus mejores días por aquello de la falta de relevo generacional entre los socios pero mantiene una programación realmente envidiable, donde prevalece la música de cámara. Entre cuarteto y cuarteto nos podemos encontrar algún concierto lírico como el que nos ocupa, con protagonismo de la soprano rusa Olga Peretyatko.

Esta soprano pasa por ser una de las estrellas del firmamento sopranil del momento, y tiene tantos seguidores como detractores. Aquellos alaban un timbre bello y capacidad de abordar papeles agudos por su solvente capacidad para la coloratura mientras que estos le acusan de falta de volumen y de no estar a la altura de las prima donnas del pasado. Recientes son las valoraciones de su Gilda en el madrileño Teatro Real y este concierto, bien estructurado, era oportunidad adecuada para descubrir su voz y sus virtudes y/o defectos.

Las dos partes del programa tenían la misma estructura: una primera de música rusa mientras las segundas se dedicaban a Gioacchino Rossini y distintas arias de ópera. Escuchado el concierto podemos sacar distintas conclusiones, entre ellas las siguientes: que, efectivamente, el volumen de la voz de Olga Peretyatko es pequeño y aunque la voz nos llegó suficiente en este teatro no pudimos sino imaginar qué sería de ella quinientos metros más allá, en el inclemente Euskalduna. Por otro lado, la soprano presenta una zona grave sorprendentemente solvente y así en la canción Zvonche zhavaronka, op. 43, nº 1, de Nicolai Rimsky-Korsakov Peretyatko cruzó las notas más graves con suficiencia y con un color adecuado.

Una tercera conclusión es que siendo como es soprano lírico-ligera alguno de sus accesos a la zona sobreaguda fue más que sospechosa, lo que quedó más que en evidencia en el aria que cerró el concierto Bel raggio lusinghier, de la Semiramide rossiniana y en donde sus trinos mantenidos chirriaban de forma ostentosa y algunas notas era lanzadas con afinación dudosa. Esta falta de limpieza en la zona aguda no deja de ser sorprendente.

Por otro lado Olga Peretyatko hizo poco por emocionar al público. Las dos arias operísticas elegidas del repertorio ruso (de El gallo de oro y de La doncella de las nieves, ambas del ya citado Rimsky-Korsakov) y que en palabras del pianista en la presentación previa conectaban con la parte asiática de la inmensa Rusia, no conectaron con el público mientras que su Rossini (además de la citada aria, cantó otras de Il turco in Italia, Il barbiere di Siviglia e Il viaggio a Reims) se vio condicionado por un legato escaso y por sus variaciones sopraniles que, en estos tiempos, parecen en desuso.

Quizás en las cinco canciones de Sergei Rachmaninov se encontró más cómoda –consiguiendo el que puede considerarse el punto álgido de la noche- pero, en cualquier caso fue evidente la frialdad en la relación artista-público, lo que provocó que el bis fuera único. Para este momento la soprano rusa eligió una pieza de Eva Dell’Aqua, Villanelle, rompiendo –como, por desgracia, es habitual- la lógica empleada para crear el programa.

La soprano estuvo acompañada en todo momento por el pianista italiano Giulio Zappa, que pasó sin pena ni gloria tanto en su faceta de acompañante como en sus momentos de solista, donde interpretó obras de Chopin y el mismo Rachmaninov.