Siegfried Bayerische2018 VinkeStemmePetrenko 

In crescendo

Múnich. 31/01/2018. Bayerische Staatsoper. Wagner: Siegfried. Stefan Vinke (Siegfried), Wolfgang Ablinger-Sperrhacke (Mime), Egils Silins (el viajero), Ain Anger (Fafner), John Lundgren (Alberich), Ninna Stemme (Brünnhilde), Okka von der Damerau (Erda), Mirella Hagen (el pájaro del bosque). Dir. escena: Andreas Kriegenburg. Escenografía: Harald B. Thor. Iluminación: Stefan Bolliger. Vestuario: Andrea Schraad Dir. musical: Kirill Petrenko.

A medida que se suceden las citas de este Anillo de Petrenko las razones se nos acumulan para seguir encumbrándolo en el olimpo de los directores. Desde aquí no podemos sino animar a todo amante del género – pudiéndoselo permitir, claro está – a no faltar a las homónimas citas wagnerianas de este próximo Julio, con un reparto en versión 2.0 (Kaufmann entre otros, si su fragilidad lo permite), en lo que auguramos será una de las inversiones en música más memorables que se podrán hacer en vida. Como en cualquier profesión, un mal día, o un mal arranque, lo puede tener cualquiera. La piedra en el zapato que nos pareció atisbar en Das Rheingold, ya vano recuerdo en Die Walküre, no es ahora sino una fugaz ilusión que apenas nos dejó ver el lado humano de un músico apoteósico. Su obertura inicial puso difíciles las cosas, pues poco más lustre se puede sacar a una partitura… hasta que llegó el tercer acto, con un preludio memorable, igualmente intenso, pero particularmente incisivo en el trabajo con los motivos. A Kirill Petrenko le volvió a crecer la barba, volvió a desatar la incontenida pasión de la platea, y volvió con amargura a recordarnos a los lugareños que el vacío que dejará su marcha de Múnich es imposible, a día de hoy, colmarlo con nada que se le aproxime.

Si bien nos siguen pareciendo las páginas musicalmente más endebles del completo anillo, en esta ocasión Andreas Kriegenburg supo darle a la escena todo el atractivo que la música y el mismo libreto, por anodino, le pueden restar por momentos. Su lectura empieza por mutar en parte el propio carácter de los personajes, presentando un Siegfried menos cruel que lo que el crudo texto presenta, en particular en su tortuosa relación con Mime. Kriegenburg encumbra la escena a través de una cantidad ingente de figurantes que se comportan como piezas de una escena orgánica – mutándose en pared de herrería, en ramas de árbol, etc. –, y todo ello con un ritmo narrativo que no solo aporta y enriquece, sino que también engancha. Quizás el mayor impacto lo logra la estructura metálica, ideada por Harald B. Thor, que recrea la cabeza del dragón Fafner, colma toda ella de figurantes que se mueven cual escamas, mientras entre los ojos se sitúa Ain Anger realizando tosca pero convenientemente su parte.

En cuanto al reparto, Stefan Vinke es a día de hoy uno de los Siegfried más sólidos con los que un teatro pueda contar, no solo por mantener el personaje con la misma energía y prestaciones vocales durante la entera representación, sino en este particular caso por su capacidad de entender la vuelta de tuerca que Kriegenburg da al personaje. Puede que su instrumento no esté cualitativamente a la altura de otros Siegfried (contados con los dedos de una mano, todo sea dicho), pero deja sin duda al público boquiabierto, reconocedor del portento físico que se necesita para gestionar a tan arduo papel hasta el último compás. Vinke encontró además un buen aliado en Wolfgang Ablinger-Sperrhacke (Mime), tanto por sus cualidades vocales, no segundas a las de su colega, como por su meritoria actuación, rica en una gestualidad que bordeaba en ocasiones una cómica contradicción. Alto nivel también el demostrado por el resto del reparto, en particular Ninna Stemme, cuya brevedad en escena hizo que desatase sin cautela todo el potencial dramático de una de las voces wagnerianas más extraordinarias en la escena actual.