Abriendo camino
Tras años de evidente sequía, una joven generación de liederistas de nuestro país parece abrirse camino, lenta pero inexorablemente. Algo impensable hace algunos años. A cantantes como Ofelia Sala, Elena Copons, Enric Martínez-Castignani o Joan Martín-Royo hay que añadir, ahora, un nuevo nombre llamado a hacer cosas importantes en este repertorio: Josep-Ramon Olivé.
Formado en el ESMUC y en la prestigiosa Guildhall School de Londres, Olivé es un barítono de perfil lírico que por sus características parece encontrarse como pez en el agua en el mundo de la canción y del oratorio, hasta ahora mucho más extenso en su currículo que el operístico. En Barcelona habíamos podido escucharlo en obras de perfil contemporáneo, en obras de Demestres o Guinovart, pero ahora se ha presentado en sociedad, y por la puerta grande, con un exigente recital dedicado a Franz Schubert en el marco del Ciclo de Lied del Auditori de Barcelona.
Acompañado por el siempre eficiente Francisco Poyato al piano, Olivé demostró poseer todas las características de un excelente liederista. La voz es de timbre lírico, más bien claro, bien proyectada en la franja central, en la que exhibe un bello color y un sonido cálido y aterciopelado. Un tanto corto en los graves y suficiente en la franja aguda, su fuerte es un fraseo elegante y expresivo, sin caer en excesos, pero tampoco en remilgos. Domina el juego de dinámicas y posee una amplia gama de medias voces, algo imprescindible en un buen liederista y, por momentos, la sinceridad de su canto y su comprensión del texto y de lo que este contiene, le acerca a los grandes especialistas.
Cierto es que, en su debe, hay que poner una pronunciación alemana mejorable, especialmente en las vocales, en general abiertas en exceso, más castellanas que alemanas, para entendernos, mientras que su trabajo con las consonantes fue muy conseguido, en un programa, como hemos dicho, extenso y exigente, que cantó de memoria y sin un solo error textual.
El programa estaba íntegramente dedicado a Franz Schubert, en lo que suponía una reválida en toda regla, una prueba del algodón que todo liederista debe pasar en algún momento. Y hay que decir que Olivé la pasó, y con nota. La primera parte se centró en el tema de la muerte, con canciones como Der Zwerg, Totengräbers Heimwehe, Am Tage aller Seelen o Fahrt zum Hades. El recital se había iniciado, ambiciosamente, con esa obra maestra que es Ganymed, y en ella Olivé mostró todas las cualidades mencionadas, como también en la siguiente, Im Frühling, pero donde pareció despegar definitivamente fue en una espléndida Strophe aus “Die Götter Griechlands”, en la que se percibió una contenida emoción a través de un fraseo perfectamente cincelado.
Tras un expresivo Der Zwerg llegó un Auf dem wasser zu singen, siempre difícil, un tanto desenfocado que desembocó en un final de la primera parte en la que el cantante pareció un tanto fatigado, quien sabe si vocal o psicológicamente ya que, en la segunda parte y tras algunas dudas en las dos primeras piezas, Olivé se recuperó y ofreció los mejores momentos del recital. Fueron cinco canciones, más las propinas que nos dieron la medida de las posibilidades de este excelente cantante. Este mini ciclo empezó con una espléndida versión de Du liebst mich nicht, una interiorizada Dass sie hier gewessen, una magníficamente fraseada Du bist die Ruh para acabar con Lachen und Weinen y un Auf der Bruck animado desde el piano por Francisco Poyato.
Der Wanderer y la repetición de Ganymed culminaron, a modo de propina, este muy buen recital de Josep Ramón Olivé quien, sin duda, en este momento de su evolución vocal y seguramente también por su personalidad artística, se muestra más cómodo en las canciones que exigen intimidad que en la extroversión o la contundencia expresiva. Sin duda hay pequeños detalles a perfeccionar, y con la inteligencia que se le intuye al cantante, lo hará, pero este recital nos ha revelado a un barítono que, si hace las cosas bien, puede llegar a ser alguien importante en el difícil mundo del Lied.
Foto: © Fundació Catalunya - La Pedrera