Boheme OpusLirica 

Un esfuerzo titánico

Donostia. 02/03/2017. Palacio Kursaal. G. Puccini: La bohéme. Ainhoa Garmendia (Mimi), Francisco Corujo (Rodolfo), Helena Orcoyen (Musetta), Andrei Bondarenko (Marcello), César San Martín (Schaunard), Alessandro Tirotta (Colline), Jagoba Fadrique (Benoît/Alcindoro). Coro ADAO (Director: Jagoba Fadrique), Orquesta Opus Lirica. Dirección musical: José Rafael Pascual.

Donostia es una ciudad que, fuera de la veraniega Quincena Musical –y ésta de forma medida- ha disfrutado de una limitada presencia de la lírica. El nacimiento de Opus Lírica supuso la oportunidad de establecer en la capital guipuzcoana una modesta temporada de ópera; y un servidor también ha clamado –parece que en el desierto, vistos los resultados- la necesidad de coordinar esfuerzos entre todas aquellas entidades que de una u otra forma, con unos u otros medios, tratan de hacer presente la ópera en Donostia. 

PLATEA MAGAZINE ya ha recogido reseñas de todas los títulos que Opus Lirica ha programado desde un inicio, allá por 2014 y desde hace meses sabíamos que este año La bohéme, de Giacomo Puccini y Orfeo ed Euridice, de Christoph Willibald Gluck eran las óperas elegidas para el publico donostiarra. Sin embargo no se ha podido evitar el desastre que ha supuesto que en solo cuatro días la ciudad haya conocido el reestreno de Sor Navarra (miércoles), la presencia de Plácido Domingo dirigiendo la Misa de Réquiem, de Giuseppe Verdi (jueves) y dos funciones de La bohéme (viernes y domingo), con lo que la pregunta es inevitable: ¿no se pueden coordinar las cosas? ¿Tan difícil es hablar y organizar de forma más acertada la programación de tantas cosas de interés? ¿Hay alguien que piense que en esta provincia tan pequeña nos sobra el público? ¡Por favor!

En cualquier otra circunstancia el Kursaal tendría que haber estado lleno pero por desgracia la saturación antes descrita provocó huecos bastante significativos entre el graderío del Palacio, lo que no deja de ser una lástima. Más aun visto el resultado del esfuerzo, realmente titánico, de todos aquellos que están inmersos en una aventura tan compleja.

Cuando el servicio de megafonía advirtió de la indisposición de Pancho Corujo no puedo negar que el pesimismo me invadió. Pareciera que la organización estuviera gafada. Por ello creo que es de público reconocimiento el  fuerzo realizado por el tenor canario que, aunque nos hizo pasar algún mal trago ante sus dificultades objetivas, supo sacar el Rodolfo con dignidad, además de enseñar un gusto exquisito en el fraseo y no esquivó sus notas más agudas. Quizás su volumen no es el adecuado para el papel pero dadas las circunstancias su actitud solo merece nuestro aplauso.

Ainhoa Garmendia es para esta ciudad y esta temporada mucho más que una soprano; sobre ella pivotan aspectos organizativos, comunicativos y artísticos que nos hacen preguntarnos de dónde saca las fuerzas para llegar a una función tan exigente en semejante estado vocal. Su Mimi me ha parecido ejemplar en muchos aspectos; de hecho su “Addio, senza rencor” del acto III en piano fue el momento más hermoso de la noche. La recepción dada por el público fue apoteósica y espero que ello ayude a equilibrar tantos disgustos.

Musetta era una gran oportunidad para Helena Orcoyen y la supo utilizar. Quizás un mayor control vocal sería necesario pero el personaje permite en su desarrollo dramático ciertas licencias. Su pareja, el barítono Andrei Bondarenko, exhibió el mayor volumen de la noche aunque cierto gusto por el matiz sería deseable. Los dos bohemios restantes ofrecieron prestaciones dispares: mientras el Schaunard de Cesar San Martin era rotundo y musical además de ofrecer una actuación cargada de credibilidad el Colline de Alessandro Tirotta resultó ser demasiado blanquecino, falto de entidad y dignidad vocal. Su Vecchia zimarra pasó sin pena ni gloria. Finalmente Jagoba Fadrique asumió los dos papeles cómicos de los actos I y II donde pudo desarrollar más su capacidad actoral que su poderío vocal.

Excelente el Coro ADAO, bajo la dirección del también cantante Jagoba Fadrique. El acto II de La bohéme dista de ser algo nada fácil para la masa coral y, sin embargo, el grupo sonó potente, equilibrado y empastado. Algo más descoordinado en las pequeñas participaciones del acto III. En el acierto incluimos la escolanía.

La dirección de José Rafael Pascual resultó, cuando menos, desconcertante. Por momentos parecía que eran los mismos cantantes los que dirigían la función, tal era la descoordinación existente entre foso y escenario. Ello no obsta para que el acto II, que es una pequeña joya de precisión, se ofreciera de forma notable. La orquesta sonó con la suficiente personalidad y enjundia.

La propuesta escénica de Pablo Ramos aúna la falta de medios con la suficiente imaginación. Toda ella gira sobre unos soportes sencillos que se mueven en virtud de las necesidades; y dada la sencillez de atrezzo cobraba mayor importancia el diseño de las proyecciones de David Bernués, que acompañaban y complementaban la sencillez del decorado. Especialmente brillante el tercer acto, que transmitió frío climatológico y desolación sentimental.

El público quedó satisfecho. Por desgracia los padecimientos del tenor parecieron expandirse por todo el teatro hasta lograr que, por momentos, el Kursaal pareciera más una reunión de tísicos. Eso sí, con el WhattsApp encendido, pues ya se sabe que ello es imprescindible en la vida actual. El próximo junio el Orfeo ed Euridice de Gluck redondeará una pequeña pero interesante temporada.