Il corsaroMiguel Lorenzo y Mikel Ponce Les Arts 

Más revuelto que agitado

Valencia. 05/04/2018. Palau de Les Arts. Verdi: Il corsaro. Michael Fabiano, Kristina Mkhitaryan, Oksana Dyka, Vito Priante, Evgeny Stavinsky, Iganacio Giner, Antonio Gómez, Jesús Rita. Dir. de escena: Nicola Raab. Dir. musical: Michael Fabiano. 

Cuando Lord Byron publicó su poema autobiográfico The Corsair, en 1814, puso en el mercado el primer exponente en verso de lo que hoy conocemos popularmente como best-seller. Y es que en apenas un día vendió nada menos que 10.000 copias. El impacto de esta obra impregnó todas las artes y todo el mundo intelectual del momento; la lírica no fue ajena y Giuseppe Verdi se sintió fascinado de inmediato por los versos de Lord Byron, que encargó a Francesco Maria Piave convertir en un libreto operístico. El resultado fue una obra breve, quizá demasiado concisa, con más inspiración musical que dramática, donde encontramos in nuce elementos que el compositor italiano desarrolarría a fondo con posterioridad.  

Y es que este Verdi de galeras es casi un work in progress, de raigambre sumamente belcantista; por momentos cuesta distinguir si esta música pertence al último Donizetti o al primer Verdi. Il Corsaro es así una suerte de "proto-Trovatore": las dos arias de salida de Corrado y Medora son un anticipo evidente del “D´amor sull´ali” de Leonora y la escena del “Ah, si ben mio… Di quella pira…” de Manrico, sin ir más lejos. En estas coordenadas, pues, en plena transición desde el belcanto tout court hacia el posterior desarollo de la obra verdiana propiamente dicha, soprendía y al mismo tiempo atraía encontrar a Fabio Biondi a la batuta.

Y sin embargo, la propuesta de Fabio Biondi no fue exactamente la que cabía esperar, más allá de algunas claves más propias del repertorio barroco en el que se ha hecho un nombre. Esto es, una orquesta situada más alta en el foso y una masa orquestal un tanto más reducida que en otras ocasiones (sin exagerar: un Verdi con las cuerdas dispuestas para cuatro contrabajos, etc., algo bastante convencional). Lo que sorprendió negativamente en Biondi fue su tendencia a buscar un sonido ciertamente pasado de decibelios y demasiado enfático, generando una sensación general de atropello, acrecentada por unos tiempos demasiado estrechos y marcados -apenas le quedó espacio para el legato a Fabiano en su primera aria-. Hubo algunos hallazgos, sobre todo al comienzo, describiendo Biondi con acierto las sonoridades más electrizantes de la orquesta. En general, no obstante, Biondi firmó una proupuesta más revuelta que agitada.

La producción firmada por Nicola Raab es descorazonadora, ciertamente a años luz de su afortunada propuesta para la Thaïs de Massenet, en este mismo teatro. No es un libreto fácil el de Il corsaro, esto por descontado, y el margen que deja para vueltas de tuerca en términos de dramaturgia es evidentemente limitado. Pero de ahí a plantear una propuesta tan desnortada y desorientada como esta, va un trecho. La clave psicológica en la que parece plantearse la propuesta, haciendo de Corrado algo parecido a un Werther, se antoja sugerente en un principio, pero la realización posterior es ciertamente muy corta de miras. No ayuda lo más mínimo tampoco la escenografía de George Souglides, con recursos muy poco inspirados. 

En el rol titular debutaba en Les Arts el tenor estadounidense Michael Fabiano, quien hace un par de meses cantó Des Grieux en la Manon de ABAO. La voz sigue sonando igualmente firme, grande y sonora, con una proyecció notable, aunque con puntuales pérdidas de apoyo en las notas de paso. Lo más notable, amén del atractivo de su instrumento, es la calidad de su fraseo, siempre intenso y lírico, rico en dinámicas. A su lado, como Medora, dejó buena impresión la soprano de origen ruso Kristina Mkhitaryan. No es la coloratura su mejor arma, si bien mostró buena destreza para el canto spianato en su primera intervención. La voz es un tanto modesta, por proyección, color y presencia, pero está empleada con acierto y desenvoltura.

Menos convenció en cambio Oksana Dyka como Gulnara, con un timbre especialmente agrio en los extremos y una línea de canto un tanto abrupta. La voz es grande, sonora, y la intérprete la maneja con arrestos, incluso por momentos sin mesura. Más ortodoxo sonó el Seid de Vito Priante, con una emisión solida y un estilo verdiano muy pulcro, poniendo en valor la raigambre belcantista de esta música.