isabel rey 

¿Falta de feeling?

Pamplona-Iruñea. 10/04/18. Teatro Gayarre. Obras de M. Ortega, V. Asencio, A. García Abril, E. Granados y J. Turina. Nauzet Mederos, piano. Isabel Rey, soprano.

El recital de Isabel Rey, soprano valenciana de reputada carrera internacional, estaba incluido dentro del ciclo Grandes Intérpretes del Teatro Gayarre pamplonica. No seré quien ponga en duda la idoneidad de la elección pues a Isabel Rey le avala una carrera como cantante llena de dignidad y triunfos; pero lo cierto es que la respuesta del público fue escasa, con apenas 250 personas en un teatro que parecía, así, convertirse en recinto aún más grande. Más aun cuando durante el descanso algunas de las personas abandonaron el mismo. 

El planteamiento del concierto estaba cargado de lógica y de homogeneidad, cuestiones que me parecen importantes al caminar por un recital, a lo largo de unos noventa  minutos; el tema elegido era el de la canción –o el lied, si se quiere- español, planteando el viaje en una primera parte con canciones de la segunda mitad del siglo XX desde el compositor más joven de los propuestos, Miquel Ortega hasta Vicente Asencio para caminar en la segunda por dos clásicos de la primera mitad del mismo siglo, a saber, Enrique Granados y Joaquín Turina.

Así, ese caminar se hace en sentido inverso al cronológico, lo que dota al mismo de cierta unidad a la inversa; y ello nos permite escuchar lo más reciente para disfrutar luego por los “padres” musicales de los actuales o más recientes. Así pues, nada que objetar al planteamiento. Por otro lado comentar que la mayor parte de la intervención de la cantante estuvo basada en el registro central donde la voz se encuentra cómoda y sus accesos, reducidos en cantidad, a la zona aguda se hicieron con solvencia y enseñando una voz de amplio sonido.

Sin embargo un servidor no recuerda un recital hecho en ambiente más frío que el que nos ocupa. ¿Influyó la asistencia escasa de público? ¿Influyo un repertorio “árido” para los amantes de las melodías y arias conocidas? Porque en ese sentido Isabel Rey, de forma consecuente, no otorgó ninguna tregua al oyente, llevando el recital exclusivamente por la senda elegida.

O quizás influyó que la soprano no tuvo a bien hacer ningún gesto “cara a la galería” en forma de relación o comunicación con el público. De hecho sus únicas palabras despertaron en mí pleno bochorno ajeno cuando a los quince minutos de empezar el recital y tras terminar el primer ciclo de canciones, las Cinco Canciones, de Miquel Ortega la soprano hubo de advertir las molestias que surgían por el uso de los teléfonos –cuando menos, en silencio- y sus pantallas, que brillaban en la oscuridad. Apenas había comenzado el concierto y desde mi posición, elevada, podía advertir varias pantallas encendidas por aquellos que no pueden vivir sin gestionar WhatsApp o Twitter cada cinco minutos; así, los conectados a la maquinita trasmitían su desconexión del concierto, lo que creo indignó a la cantante.

Fuera una cosa o la otra la cuestión es que la frialdad escénica se apoderó de un concierto hermoso aunque nada fácil. Las Cinco Canciones, de Miquel Ortega, aun sin calentar la voz, denotaron la aparente sencillez del lenguaje compositivo del catalán sobresaliendo la interpretación de la Canción del jinete. Todo un descubrimiento la matizada interpretación de la obra de Vicente Asencio, compositor castellonense del que nunca había escuchado música en directo y del que pudimos escuchar sus Tres Canciones, muy breves y mediterráneas. La primera parte finalizó con una selección de las Canciones de Valldemosa, de Antón García Abril, sobre textos de Antonio Gala y que, llenas de melancolía y lirismo supusieron acertado broche final. 

La segunda parte estuvo centrada en los dos grandes –junto a Manuel de Falla- de la primera mitad del siglo pasado, es decir, Enrique Granados y Joaquín Turina. Creo que en las diez tonadillas del primero disfrutamos de la mejor versión de Isabel Rey, con la voz más suelta, acertando con el adecuado contraste entre las tonadillas joviales (caso de El tralalá y el punteado) y las más tristes (cualquier versión de La maja dolorosa), sentimiento que alternó y supo dibujar con su voz la soprano, siempre muy bien acompañada por el pianista canario Nauzet Mederos, con el que logró perfecta coordinación. Finalmente el Poema en forma de canciones, de Joaquín Turina cerró un concierto desconcertante. La primera canción permitió al pianista interpretar su único momento en solitario mientras que las restantes cuatro las fraseo con solvencia Isabel Rey. 

Terminó el concierto sin que el frío público pamplonica se “trabajara” un bis y así nos fuimos a casa sin regalo alguno. No seré quien los exija pero no dejó de sorprenderme la desconexión existente: escasos aplausos, ningún bravo y sensación de que por una razón u otra el feeling necesario entre escenario y patio de butacas nunca surgió. En cualquier caso fue una suerte disfrutar de la voz y el saber decir de una soprano de una carrera tan importante como Isabel Rey.