Director talentoso busca público
Madrid, 22/4/2018. Auditorio Nacional. Hèctor Parra, Avant la fin… vers où? Béla Bartok, El castillo de Barbazul. Elena Zhidkova, Judith; Bálint Szabó, Barbazul; Káldi Kiss Adrás, Narrador. Orquesta Nacional de España. David Afkham, Director.
Vacío. Desolador. Calculo que la ocupación de la sala sinfónica de Auditorio Nacional, en un domingo en el que tocaban la orquesta residente y su carismático director, apenas rozaría el 30 %. Ni la maratón que en esos momentos cerraba muchas calles de la capital, ni los paros del viernes justifican esta desbandada. Tampoco es sensato apuntar a una reacción a un programa que se aleja de los clásicos más populares. Fue, en todo caso, una pena para los que se perdieron otra de esas magníficas óperas en versión concierto con las que el talentoso Afkham nos obsequia de vez en cuando.
Pero antes, la primera parte del concierto estuvo dedicada al estreno absoluto de un encargo de la OCNE al compositor Hèctor Parra. Nos pudimos sumergir en una obra de cierto interés técnico pero en la que, adoptando lo más cuestionable de lenguaje contemporáneo, la música se ha desposeído de los elementos de sensualidad con los que nos es tan gozoso empatizar. En Avant la fin… vers où? hay intensidad y buena orquestación, pero no narrativa ni relato. La labor de David Afkham con este expresionismo extraviado fue meritoria. Demuestra que es capaz de mantener una interpretación altamente transparente, cada sección audible nítidamente, sacando además toda la tensión y energía de la partitura.
Al oyente no le ayuda demasiado la negación de la melodía, la ausencia de estructura o el carácter cíclico y continuo de la obra. Hay en este trabajo pocos asideros más allá del despliegue de los colores orquestales a través de una sucesión de acordes -me cuesta llamarlo polifonía, tal como afirma el compositor- y el tema a destacar del fagot, que tan ambiciosamente apunta a La consagración de la primavera. No hay nada de malo en exigir mucho del público, pero si hace -y entendiendo la interpretación musical como un contrato entre el autor los intérpretes y el público-, también debería compensársele devolviendo algo extraordinario a cambio.
En la segunda parte del concierto, El castillo de Barbazul, asistimos a una interpretación reveladora y memorable. En esta pequeña joya, Bartok encierra grandes elementos que Afkham supo aprovechar al máximo. La claridad de la primera mitad continuó ahora, complementada con un magistral sentido dramático y descriptivo. Sobre unos cimientos sólidos y obstinados de inquietud, de anhelo y de destino, se desplegó el abanico completo de emociones que emerge de la partitura, cada vez que Judith abre una de las puertas del castillo de su amado. El horror de las torturas, el asombro banal por las riquezas materiales, la conmoción cegadora y gloriosa de las tierras del mundo exterior, y la resignación ante el destino final. Para una comprensión íntima de la historia no hizo falta acudir al magnifico libreto, sino tan solo escuchar a la orquesta. Y como muy bien sabe Afkham, eso precisamente define una gran interpretación de ópera.
No hubo misericordia para los cantantes solistas. Inspirado por el propio castillo, el director tomó un camino algo despiadado -sobrevive si puedes- manteniendo la orquesta máximo nivel en cada oportunidad. A la mezzo Elena Zhidkova el reto le vino bien. Lució una voz penetrante y a la vez flexible al servicio de una gran inteligencia dramática. Arropada en un evocador juego de luces escénicas, las inflexiones en la emisión, su matizado lenguaje corporal y hasta el vestido elegido para la ocasión, lograron la intensidad de un espectáculo escenificado. Menos suerte tuvo Bálint Szabó como Barbazul. El color es bello y el rigor interpretativo encomiable. Tiene una voz con la que deleitarse en los momentos más relajados de la orquesta, pero que fue engullida en cada subida de intensidad.
Tras algunos devaneos esta temporada, el mejor Afkham está de vuelta, y junto con su formación volvió a demostrar la excelente calidad de la que son capaces. Ha sido una digna continuación de la Elektra y el Holandés de temporadas anteriores. Lo que podría haber sido uno de los acontecimientos de su temporada, acabó convertido en un encuentro entre la orquesta y unos cuantos amigos incondicionales en una sala deshabitada. Entiendo que hoy debería haber revuelo en algunos despachos. Más allá de la calidad artística, parece que cierta dosis de eficacia en el marketing se hace imprescindible en el mundo de la música.
Foto: Orquesta Nacional de España.