Florez Palau2018 A.Bofill

La carta de Flórez

Barcelona. 17/04/2018, 20:30 horas. Palau de la Música Catalana, ciclo Palau 100: Grans Veus. Obras de Mozart, Gluck, Donizetti, Massenet, Verdi. Juan Diego Flórez (tenor). Orquestra de València. Riccardo Minasi, director musical.

Por tercera temporada consecutiva el astro tenor peruano Juan Diego Flórez, pisa el escenario del Palau de la Música Catalana. La sala modernista musical por excelencia de Barcelona puede congratularse de ser la nueva sede de Flórez, quien después de sonados éxitos y visitas casi cada temporada en el Liceu, desde su primera ópera, una Maria Stuarda en versión de concierto con edita Gruberova en 2003, hasta su última vez con su debut-rol como Edgardo de la Lucia di Lammermoor vista en diciembre del 2015. Barcelona conoce, ha visto la evolución vocal y ama al tenor como pocas, y no es una exageración mencionarla como una de sus plazas predilectas, aquí Juan Diego se siente un poco ‘como en casa’, y se le nota y aprecia. 

La fórmula de ‘carta blanca’ que le brinda el Palau de la Música de Barcelona, es un regalo para el artista, quien desde su status de star tenor, elige el programa a su medida, esta vez acompañado por la Orquesta de Valencia y la batuta de un carismático Riccardo Minasi. Hay que reconocerle al peruano de oro que no se esconde en programas fáciles, ni de medias tintas. Presentó un ambicioso recital con árias de ópera desde Mozart, Gluck, Donizetti, pasando por Massenet y finalizando por Verdi, esto es, un florilegio amplio y exigente de la evolución de la voz de tenor lírico-ligero en el tiempo. Pero es que Juan Diego Flórez vive uno de sus mejores momentos, con nuevo disco Mozart, un repertorio esperado y deseado por muchos de sus fans, que sin embargo todavía esperan y parece que esperarán bastante, en poderlo ver protagonizar una ópera mozartiana. En principio la idea de este recital parece se iba a centrar en el repertorio ofrecido en ese nuevo cd Mozart, que se grabó con la batuta de Minasi al frente de la Orchestra La Scintilla el pasado 2017. Pero la carta blanca es lo que tiene, y el divo sudamericano al final prefirió sólo cantar dos arias de Mozart. Con el aria del príncipe Tamino, un Dis bildnis elegante y aristocrático pero más bien  poco heroico por el carácter más elegíaco y lírico con que Flórez lo interpreta, comenzó un recital donde la consabida línea de canto impoluta, la seguridad de los agudos, el fraseo esculpido y la elegancia interpretativa fueron seña de identidad.  A estas alturas no sorprende la perfección y dominio del canto del tenor, su madurez como artista, sobretodo en el plano técnico-estilístico está fuera de toda duda, pero aún así, al menos en Mozart, todavía le falta esa áurea de redondez e introspección que hacen del repertorio mozartiano uno de los más exigentes y complicados para los tenores lírico-ligeros. La facilidad en los agudos y fluidez de la colorara del aria de Il Re Pastore, Si spande il sol, contrastó con cierta frialdad de carácter, en un aria donde la luz expansiva de la música pide un extra de empatía expresiva que se quedó algo corta. Mejoró ostensiblemente con el Orfeo de Gluck, en su versión para tenor en francés, un papel que Flórez ha cantado en escena en Londres y en Milán y se nota. El fantástico contraste que supone L’espoir renaît dans mon âme, con su vertiginosa línea de notas, saltos y coloratura, que Flórez bordó con autoridad, para ofrecer la otra cara de la moneda con la icónica J’ai perdu mon Eurydice, dechado de arquitectónico fraseo y sensible profundidad lírica. Pero su maestría belcantista sigue brillando y fue con el Tombe degli avi miei ... Fra poco a me ricovero, sin la cabaletta final, donde Flórez demostró porqué está considerado uno de los mejores tenores de la historia: precisión musical, legato, cálidez expresiva, mordente, pero sobretodo, un fraseo, dicción y articulación al alcance de muy pocos. Los agudos generosos y coloreados, la tersura de la emisión y una mejora ostensible de la homogeneidad en todo el registro, demuestran la madurez de un tenor que parece pueda conseguir lo que quiera. 

A todo esto hay que valorar la aportación de una algo ruidosa y descontrolada Orquesta de Valencia, quienes a las órdenes de un inquieto Riccardo Minasi, ofrecieron una actuación correcta donde se aprecio falta de ensayos, pese a las buenas aportaciones de sus instrumentistas en los solos del clarinete o el concertino. Es de admirar que la selección sinfónica fuera tan original, con piezas tan poco conocidas como el bailable y danza militar de la ópera L’Assedio di Calais de Donizetti, el fragmento del ballet de La primavera de la ópera I vespri siciliani o la obertura de Alzirade Verdi, donde Minasi cuidó dinámicas e imprimió carácter y ritmo. Fue más sorprendente la elección de los tempi, bastante extraños y acelerados de por ejemplo la Obertura de Don Giovanni, cosa que chocó viniendo Minasi como viene de una escuela de música antigua, por lo que Mozart debería haber sonado más afín su estilo. 

El Flórez más lírico, donde pudo demostrar su instrumento más esmaltado y con cuerpo, se mostró en los dos Massenet. Con Ah! fuyez, douce image de la Manon, donde se aprecia la sombra alargada de Klaus pero con un extra por la belleza tímbrica del peruano, y la siempre arrebatadora  Pourquoi me réveiller del Werther. Flórez, un cantante muy inteligente que sabe administrar sus recursos como nadie, se lleva a su terreno el aria, lejos de la efusividad solar de un Beczala o la pasión desmesurada e irresistible de un Alagna, Juan Diego consigue hilvanar una recreación entre introspectiva y desencantada que es todo un logro estilístico. Imposible no admirar su dominio de la prosodia francesa, clave en este repertorio a pesar de la obviedad.

En la última parte del recital, la dedicada a Verdi, Flórez se mostró más arriesgado y si acaso al limite de su instrumento, nunca forzado eso sí. Si en la siempre complicada Questa o quella, la emisión nítida y punzante contrastó con unas notas de pasaje dominadas no sin visible cuidado, en cambio con Parmi veder le lagrime, se recreó en su consabido dominio del fraseo para articular con tiralíneas un aria administrada con inteligencia canora y generosidad expresiva. Cerró con un aria que lleva ya años cantado, Lunge da Lei ... Dei miei bollenti spiriti... O mio rimorso, de La Traviata, papel que por fin a finales de este 2018 debutará en una nueva producción al lado de la Violetta de Diana Damrau en el Metropolitan de Nueva York. 

Éxito, cariñosos bravos y efusividad a raudales en un Palau que con su sold out demuestra que Juan Diego Flórez se le espera y por muchos años más en su visitas anuales en Barcelona. Unas Coplas a Fray Martín como primicia guitarra en mano o la siempre espectacular Granada, con  orquesta como bises, cerraron otro triunfo de Juan Diego Flórez en la Ciudad Condal.