Camarena Peralada18 TotiFerrer 

Saber llegar

Peralada. 27/07/2018. Festival Castell de Peralada. Obras de Mozart, García, Rossini, Bellini y Donizetti. Ángel Rodríguez, piano. Javier Camarena, tenor.

La popular letra de El rey de José Alfredo Jimenez, una de las propinas que Javier Camarena ofreció ayer en su recital en Peralada, dice con buen tino que “No hay que llegar primero sino saber llegar”. Lo cierto es que el tenor mexicano apareció en la escena operística cuando ya parecía que Juan Diego Flórez fuese el incontestable rey del belcanto, inamovible en su trono. Las comparaciones son odiosas y hablamos sin duda alguna de dos grandes, con diferentes virtudes y a decir verdad pocos defectos. No quisiera destronar a uno para coronar a otro; sería injusto con los dos. Pero parece acertado afirmar que Camarena ha sabido golpear en el momento exacto, justo cuando Flórez va virando su repertorio y no retiene la exultante facilidad de antaño para el sobreagudo. 

Sea como fuere, Camarena está demostrando que sabe llegar, sin prisa pero sin pausa, escribiendo con buena letra una trayectoria que va camino de eclipsar la de todos sus colegas de cuerda en esta generación. El solista mexicano aúna tres virtudes que son la clave del éxito: posee un don natural, dueño de una voz exultante y bellísima, que suena fácil y brillante; demuestra inteligencia y mesura en sus compromisos, no dando pasos en falso, subiendo un peldaño tras otro, sin traspiés desde su debut en Zúrich en 2007; y es un músico meticuloso, que estudia al detalle las partituras, buscando el nexo más hondo entre verso y música.

Inmerso en la recta final de esta temporada, que culminará en Salzburgo con la presentación de su proyecto discográfico en torno a la figura de Manuel García (1775-1832), fue precisamente éste, el hoy olvidado cantante, compositor y empresario sevillano, quien protagonizó la primera parte del recital en Peralada. Tras “In qual fiero contrasto” del Così fan tutte de Mozart y "Là dai regni dell’ombre e di morte" del Giulietta e Romeo de Zingarelli, Camarena rescató tres piezas del citado García: "Mais que vois je?... Vous dont l’image…" de la ópera La mort du Tasse (1821); "Hernando desventurado... Cara gitana del alma mia" de la ópera El gitano por amor (1829); "Formaré mi plan... En mi comedia juntamente…" de la ópera El poeta calculista (1805).

Brindar un repertorio prácticamente desconocido a un público no especialmente bregado en estas lides, es una opción comprometida. Pero Camarena tenía bien medido el riesgo: una pieza en francés y dos en castellano; cada una con un muestrario particular de atractivos, del virtuosismo a la comedia, pasando por variados estados de ánimo y exhibiendo un sinfín de recursos vocales. La escena de Ramiro en La Cenerentola (Sí, ritrovarla io giuro!) puso el broche a una primera parte de canto con mayúsculas. La iglesia del Carmen se vino abajo con este caballo de batalla de Camarena, quien ha paseado su insultante recreación por los principales teatros de medio mundo, incluido el célebre bis del Metropolitan en 2014.

Pudiera parecer un puro exhibicionismo encadenar tras esta página de Ramiro las principales escenas de Arturo en I puritani, Lindoro en L´italiana in Algeri, Edgardo en Lucia di Lammermoor y Tonio en La fille du régiment. Pero nada más lejos de la realidad, ni un ápice de exhibicionismo; todo música. Y es que hay pequeños detalles que ilustran un mundo interpretativo de intenciones y criterios.

Lejos de lo que es costumbre, para el “A te o cara” de I puritani Javier Camarena y Ángel Rodríguez ofrecieron la escena completa, con la introducción orquestal y el cierre postrero, incluyendo esas frases voladas que Arturo interpreta en escena al unísono con Elvira, aquí recreadas por el tenor mexicano como en un éxtasis amoroso. Lo fácil, lo popular, lo de propio de un músico con minúsculas, habría sido acometer la cavatina directamente, cerrándola sin ese remate que encierra la verdad misma de una escena que es teatro al fin y al cabo. Esto es algo que Camarena parece tener siempre presente, como pasaría después con su imponente escena de Edgardo en Lucia di Lammermoor, dos muestras del hacer de un músico con mayúsculas. 

Tanto en L´italiana como en Lucia, Camarena demostró hasta qué punto en el belcanto la melodía no se desentiende de la palabra. La línea de canto fue de un legato ejemplar; la colocación precisa, la emisión asombrosa; el sobreagudo de un brillo y firmeza restallantes; la inteligencia y el control admirables; y la belleza y dulzura emocionantes. Menos mal que Camarena anunció cantar con algo de carraspera, por su alergia al abundante pasto que circunda Peralada. Menos mal… Con poco más de cuarenta años, Javier Camarena promete mucho en la década que tiene por delante; tanto al menos como lo que ha ofrecido ya hasta la fecha, que es algo inmenso. Estamos ante el tenor de su generación, sin titubeo alguno al afirmarlo. 

Excelente labor del pianista de origen cubano Ángel Rodríguez. Seguridad, musicalidad y una conexión evidente con el fraseo y el sentir de Camarena en cada nota. Juntos remataron la velada con nada menos que seis propinas: "Vaga luna" de Bellini para una noche de eclipse; "Yo que soy contrabandista" de Manuel García, tan popularizada por Bartoli en su día; "La danza" de Rossini, a velocidad de vértigo; "Te quiero, dijiste" de María Grever, haciéndonos llorar a todos con su sentida lectura; "Piel canela" de Bobby Capó, popularizada más tarde entre otros por Los Panchos; y "El rey"de José Alfredo Jimenez, con el público coreando al unísono ese célebre "y llorar, y llorar". Noche para el recuerdo en Peralada.