Die Lutherin Zamora 

La presencia de la vanguardia 

Zamora. Fundación Rey Afonso Henriques. 28/07/2018. Die Lutherin, de Agustín Castilla-Ávila. Domenica Radlmaier (soprano), Agustín Castilla-Ávila (guitarras eléctricas), Juanjo Guillén (percusión). Dir. Escénica: Christa Hassfurther.

No nos engañemos. Si hiciéramos una encuesta entre operófilos del estado requiriendo con que ciudad identifican más este hermoso arte, nadie apuntaría Zamora. Se nos pueden ocurrir un par de docenas de ciudades con más solera que la castellano-leonesa pero casi sin que los aficionados nos demos cuenta durante el último fin de semana de julio se ha celebrado en distintos escenarios de la ciudad el III Festival Internacional de Ópera de Cámara LittleOpera y por primera vez Platea Magazine ha cubierto tal acontecimiento.

Zamora es una de las capitales de provincia más pequeñas y sus infraestructuras artísticas lo son también; por ello quizás adquiere lógica aplastante que una ciudad así apueste por la Ópera de Cámara en vez de recurrir a los títulos de repertorio para celebrar un Festival de Ópera veraniego donde se pudieran repetir ad nauseam los títulos de siempre. 

La originalidad de la propuesta reside en el mismo formato elegido y en la valentía de afrontar con sólo tres títulos un abanico realmente amplio de las distintas estéticas de la ópera que se han podido vivir en los últimos doscientos años. Así, en la edición que nos ocupa hemos podido disfrutar de un canónico ejemplo de la ópera del siglo XIX (La cambiale di matrimonio, de Gioacchino Rossini), un breve ejemplo de una de las muchas estéticas presentes durante el siglo XX (A Hand of Bridge, de Samuel Barber) y una obra actual, rupturista, de vanguardia (Die Lutherin, de Agustín Castilla-Ávila). Analizada en su integridad cabe concluir que estamos ante una propuesta interesante, innovadora por audaz y coherente.

Atendiendo al orden cronológico de las representaciones comenzaremos comentando la última ópera mencionada, Die Lutherin (La Luterana), del jerezano afincado en Alemania Agustín Castilla-Ávila, obra de estética vanguardista que el mismo compositor presentó a la audiencia, presentación que facilitó el acceso del público a una obra desconocida. Los asistentes estábamos situados, por cierto, en el centro de las ruinas del convento de San Francisco, junto a las cuales se encuentra hoy la sede de la Fundación Hispano-Lusa Rey Afonso Henriques. Un escenario precioso con el que podíamos disfrutar frente a nosotros el semicírculo de columnas que en forma de ábside recogían el tablado mientras a nuestras espaldas se oía cantar incesante al mismo río Duero.

Al aire libre estábamos unas doscientas personas asistiendo a una ópera que se basa en la vida de la esposa de Martin Luher, Katharina von Bora, y que se presenta como obra para soprano, guitarra eléctrica, órgano y percusión aunque también convendría mencionar la existencia de grabaciones que se intercalaban durante la obra. Ópera de enorme complejidad, fue seguida por el público con un silencio y un respeto que para otros momentos quisiera un servidor.

Domenica Radlmaier era la soprano que utilizó en ocasiones un canto convencional, en otras era la recitadora de la acción dramática mientras que en la escena central, donde Katherina entra en los pormenores de su existencia como esposa y madre utilizó el sprechgesang para la enumeración de la larga retahíla de posesiones, obligaciones y trabajos que asumió la protagonista en vida. El texto en boca de la viuda de Martin Luther puede calificarse de protofeminista dado el cariz reivindicativo tanto de la labor de la mujer en general como de las distintas responsabilidades adquiridas por von Bora, mujer que está muy lejos de responder al ideal de mujer sumisa. La tesitura vocal no supone mayor dificultad pues está situada fundamentalmente en la zona central aunque la complejidad de la partitura hacía que su labor fuera ardua. 

El mismo compositor, Agustín Castilla-Ávila asumió las guitarras eléctricas, utilizadas más de forma percutiva que melódica. De este instrumento surgían sonidos viscerales, contundentes, que nos golpeaban a los oyentes mientras la soprano mencionaba el sufrimiento, el demonio, los miedos, las obsesiones y la zozobra espiritual. Finalmente, Juanjo Guillén interpreto distintos instrumentos de percusión además de servir de coordinador –director musical oculto, si se quiere- entre los tres músicos y entre estos y los técnicos de luces y sonido.

La obra que dura unos sesenta minutos es compleja, utilizando un sistema querido al compositor cual es el de los cuartos de tono; cada instrumento es aprovechado hasta el extremo de su sonoridad buscando nuevas formas de abordarla. Así, por poner dos ejemplos solamente, las campanas son interpretadas en ocasiones con las palmas de las manos, ahogando el sonido brillante provocado por el uso convencional del mazo; o en el caso de la guitarra ésta es utilizada de forma percutida, huyendo de la construcción melódica al uso. Además, el compositor no rehuye del uso de elementos cotidianos para hacer música como puedan ser sartenes, cazuelas o vasos de agua a distintas medidas.

La propuesta escénica firmada por Christa Hassfurther jugaba con símbolos como la silla ocupada por una sotana que insinuaba la presencia –perenne en el texto- de Martin Luther, el traje de la protagonista, que cubría o no la cabeza de la misma dependiendo de las situaciones y el marco, hermoso, del convento, que parecía diseñado ex profeso para una ópera así. Como comentaba una espectadora al final de la función, el entorno había facilitado la compresión de una obra de por si de enorme complejidad.

La noche zamorana, cálida, recogió la interpretación de una obra que fue estrenada en Salzburgo durante el año 2017 y que llevó a los oyentes al mundo de la vanguardia artística. Por desgracia la traducción simultánea, colocada en dos pantallas a ambos lados del escenario tuvo un pequeño desajuste con la interpretación aunque sin llegar al caos del día siguiente. Una propuesta valiente y de agradecer que recibió el público con aplausos que superaban los de la mera cortesía.