Rinaldo Peralada JoanCastro Iconna 

Signos de madurez

Peralada. 05/8/2018. Iglesia del Carmen. Händel: Rinaldo (versión concierto). Xavier Sabata (Rinaldo y dirección artística), Núria Rial (Almirena y Sirena), Hilary Summers (Argante), Mary-Ellen Nesi (Armida), Juan Sancho (Goffredo), Josep Ramón Olivé (Mago y Araldo). Vespres d’Arnadí. Dirección musical: Dani Espasa.

La primera de las dos noches dedicadas a Händel en esta edición del Festival de Peralada (el miércoles día 8 es el turno de Acis y Galatea) se dedicó a la primera audición en España de la versión revisada (1731) de Rinaldo tras su estreno londinense de 1711 con el célebre Nicolini en el rol principal, uno de los grandes éxitos en vida que tuvieron que esperar casi doscientos años de silencio, y que significó para la ópera italiana la conquista de los ingleses. Como era habitual la versión de 1731 se adaptó a las circunstancias vocales, diferentes a las del estreno, con algunas alteraciones particularmente en las tesituras, pero también en la escena e incluso en algún detalle de la trama, o la creación nueva de música como sucede en el recitativo acompañado en el final (“Orrori menzogneri”), cuando Rinaldo enfrenta el bosque encantado por Armida: fue en este caso, la coronación de una actuación soberbia de un carismático Xavier Sabata, que junto a sus conocidas dotes teatrales sobresalió tanto en ligereza y agilidad como en hondura.   

Guido d’Arezzo despreciaba el músico “práctico” sin conocimientos de lo que tenía entre manos: nada más lejos del contratenor catalán, ligado a esta partitura desde hace años, que concibió un espectáculo teatral para trascender la versión concierto con movimientos escénicos y juegos de luces y efectos que sacaron partido al espacio que ofrece la Iglesia del Carme. Magnífica Núria Rial como Almirena, subyugó en muchos pasajes con un instrumento de gran capacidad expresiva, dotado de calidez tímbrica y elegancia y un vibrato atractivo. Más allá de sus “Cara sposa” y “Lascia ch’io pianga” –sus “hits” respectivos– Sabata y Rial ofrecieron grandes momentos, también a dúo como en un conmovedor “Scherzano sul tuo volto” del primer acto. 

Prestancia la de Hilary Summers, con voz redonda y refinada línea de canto dejó buen recuerdo en el aria del segundo acto (añadida en esta versión) “Per salvarti, idolo mio”. Aunque fuera de más a menos, temperamental Mary-Ellen Nesi en el rol de Armida, con voz timbrada, naturalidad y buen gusto en su desempeño vocal. Por su parte muy convincente un versátil Juan Sancho, con gran seguridad escénica y una proyección nítida y generosa pese a alguna resonancia nasal, más cómodo en el registro central y agudo y defendiéndose magníficamente bien en la coloratura. Con un papel más incidental el cuidado fraseo de Josep Ramón Olivé, dotado de un bello timbre, dejó muy buen sabor de boca: su registro homogéneo resulta efectivo y en cualquier caso tiene ya un presente y futuro esperanzador. 

La nutrida formación de veintitrés intérpretes fue otra de las buenas noticias: un poderoso dispositivo instrumental que se zambulló con comodidad en la acústica de la Iglesia del Carme. Muy reseñable el sentido lírico y el cuidado por el rigor estilístico del gesto claro y efectivo de Dani Espasa en la dirección musical, que imprimió viveza desde una grácil obertura; un intérprete interesante con influencias y experiencias dispares, que al servicio de Vespres d’Arnadí ha desarrollado un trabajo en los últimos años de calidad y cantidad, consolidando una personalidad propia. La cuerda sostuvo el edificio instrumental con empaste y meritorio dominio de la afinación, siempre dotadas del vigor que el drama exige, funcionando a modo de discurso psicológico de los personajes. Brillante fue el trabajo de un colorido continuo, como altas fueron las prestaciones de maderas de gran dulzura y metales estables que en conjunto dieron un resultado equilibrado entre secciones. En suma una humanización del artificio que siempre domina la estética del barroco, como bien apuntaban las notas al programa del recordado César López Rosell. Una propuesta cuidada y equilibrada desde la dirección artística del propio Sabata que como decíamos favorecía el desarrollo dramático y la comunicación escénica con el público, aunque no hubiera estado de más una proyección del libreto sobre el fondo del altar de la iglesia cubierto para la ocasión.

La apuesta clara y decidida del Festival por el talento nacional que atesoran los cantantes o la orquesta, no significa ningún riesgo –aunque sea tan poco habitual ver apuestas firmes por el talento nacional cuando se puede elegir el internacional–. Y si no lo es, sencillamente es porque parece de sentido común y un signo de madurez cultural contar con un magnífico elenco de voces y una orquesta solvente, que además son en su mayoría de origen nacional, cosechando un éxito rotundo frente a un lleno absoluto que ovacionó en pie. Signos puntuales que si se pudieran prolongar en el tiempo conducirían a la siempre aplazada regeneración musical de nuestro país en tantos aspectos pendientes.