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Buchbinder, el piano ascético y obstinado

Barcelona. 8/3/2016. Palau de la Música. Palau 100 Piano. Impromptus, D. 899, op. 90, Franz Schubert. Sonata nº10 op. 14 núm. 2, L. van Beethoven.  Sonata núm. 23, op. 57 “Appassionata”L. van Beethoven. Rudolf Buchbinder, piano.

Insólita visión la de un Palau de la Música Catalana, con ciclo Palau 100 Piano, medio vacío y un ambiente muy frío para recibir al pianista austríaco Rudolf Buchbinder. Es cierto que quizás Buchbinder no tiene el aura mediática de un Lang Lang o el carisma de una Maria Joao Pires pero no deja de sorprender, para mal, que un solista de su nivel se encuentre una sala de las dimensiones del Palau de la Música con ese aspecto desangelado de la platea y primer piso.

Así las cosas el pianista entró con un ambiente recogido y concentrado con los Improptus D. 899, Op. 90 donde ofreció su arte y personalidad con las teclas, seduciendo desde un principio por lo circunspecto de su interpretación pero sobretodo por la calidad de un sonido pulcro, incisivo pero generoso y una excelencia interpretativa a todas luces desbordante. Buchbinder construye un Schubert nostálgico y obstinado (número 1 en Do menor), donde con el Allegro molto moderato, comenzó algo titubeante en el inicio en frío de la interpretación pero que enseguida pulió con la fluidez y exactitud del número 2 en Mi bemol mayor donde la ausencia del sentido exhibicionista del Allegro reñía con la gracilidad de una digitación precisa y traslúcida. Es curioso el acercamiento al piano romántico de Schubert por Buchbinder, siempre alejado del cliché más dulcificado y acaramelado para ofrecer una lectura casi analítica y limpia pero con el eco melancólico y profundamente lírico como regaló con el número 3 en sol bemol mayor, Andante de un preciosismo obstinado desarmante, donde el caracater cantabile de la voz del piano, cual lied instrumental se erigió con profundidad y hermosura . Las pausas entre los impromptus y la misma posición corporal del pianista, relajado y con el cuerpo casi apoyado en el piano, dieron la impresión de que el austriaco estaba en la soledad de su arte, con una concentración y ausencia de movimientos innecesarios, ni gestos fuera de lugar ni amaneramientos, una lectura medida y honda. Con el Alegretto final, el número 4, en La bemol mayor, la lectura se convirtió en una construcción catedralicia del sonido, que se iba creando y dibujando en el ambiente con una fuerza dramática y una obstinación creadora de magnifico resultado global. Casi media hora de piano desnudo y certero que se pasaron como una exhalación para llegar a la media parte del recital.

Rudolf Buchbinder es un superespecialista en Beethoven, del que tiene grabadas la integral de su obra para piano solo, Teldec, en estudio (grabadas entre las décadas de los 70’ y 80’) y la integral de las sonatas para piano, (RCA- Sony), grabadas en vivo  en el 2010-2011, desde la Dresden Semperoper. Escuchar su Beethoven en directo es una experiencia apasionante por su mezcla de  virtuosismo técnico y capacidad de interpretación y trascendencia del lenguaje beethoveniano al piano, siempre lleno de colores, intensidad, dominio de los matices, potencia sonora y medida fantasía.

Esta segunda parte del programa se ofreció la ligereza juguetona de la Sonata núm. 10, op. 14 núm. 2. Con sus tres movimientos en Sol mayor, el austríaco se recreó una lectura de grácil ligereza y carácter juguetón desde el Allegro inicial en el más puro estilo mozartiano, aquí todavía resalta el Beethoven juvenil, tenía 28 años, para pasar al segundo movimiento, un Andante de marcado acento marcial y sorpresivo por el contraste de la fluidez de la lectura y la interpretación casi mecánica sin solución de continuidad que cerró con un acorde seco y contundente de gran impacto. El Scherzo: Allegro assai terminó con un equilibrio construido sobre el alarde de juego de intensidades y virtuosismo con la mano izquierda contestado con a la par por la autoridad de la mano derecha.

Con la llegada de la paradigmática Sonata número 23, op. 57 “Appassionata”, Buchbinder encendió el instrumento poniendo todo su arte al servicio de una lectura fogosa y ultracontrolada que remitió con fuerza y fantasía llegando a anunciar el carácter romántico del Tchaikovsky futuro, con un Allegro assai inicial avasallador y deslumbrante. Con el Andante con moto, el carácter del modo menor que preside toda la sonata apareció desnudo e implacable, la melodía aquí relegada a su mínima expresión se transformó en un pequeño respiro en medio de una búsqueda de sonidos que ofrece en piano y que el solista ejecutó sin recrearse ni buscar lo contemplativo, apareció más que nunca ese carácter implacable del solista que explota el instrumento y lo sopesa con el dominio del teclado. Con el explosivo Allegro ma non trompo-presto final, se llegó a una lectura casi paroxística, donde el juego de intensidades, un control inflexible y autoritario del sonido, modulaciones, implacabilidad de los acordes y brillo cegador en los arpegios, cerró una interpretación que dejó al público asombrado y absorto. Los aplausos estallaron con la misma intensidad del movimiento final, consiguiendo que el pianista austríaco todavía regalara tres bises más.

¿Qué se podía tocar después de la intensidad del la Appassionata?, pues Buchbinder lo tuvo claro y regaló el último movimiento de la Sonata 14 Op. 27 núm. 2 “Claro de luna”, un Presto agitato tormentoso que volvió a encender al público de manera catártica. Un segundo bis en forma de la Partita nº1 BWV 825 de Bach, para acabar con las melodías pegadizas y rítmicas de Johann Strauss y los arreglos para piano con temas de la opereta El Murciélago. Un festival del piano con un maestro de ceremonias en la madurez de su arte.