Capucon 

El mes fantástico de Ono

Barcelona. 13/2/16. Auditori. Parra: Wilde Suite. Dvorák: Concierto para violonchelo y orquesta en Si menor, Op. 104. Prokófiev: Quinta Sinfonía. Gautier Capuçon, violonchelo. Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña. Dirección: Kazushi Ono. 

Segunda parte de este mes fantástico que Kazushi Ono dedica a su orquesta, puesto que en cuestión de un mes el japonés dirige la mitad de veces de las que lo hace en toda la temporada. Esta vez con un programa algo más farragoso que en su última intervención: una obra encargo de la OBC a Héctor Parra, difícil de digerir para el público y de dibujar para la orquesta; un hit de los que riegan la presente temporada (el concierto para violonchelo de Dvorák) con la visita estelar y por vez primera de Gautier Capuçon; y una minuciosa Quinta sinfonía de Prokófiev.  

La Wilde Suite de Parra dejó en el aire sentimientos contradictorios. Hay que decir de antemano que se trata de una suite derivada de la ópera Wilde estrenada el año pasado en el festival de Schwetzinger. Por una parte, encontramos pasajes de inspirado lirismo, muy bien administrados desde el punto de vista orquestal. Pero junto a ellos otros afectados casi por un abuso de efectos inocuos para la tensión dramática y el resultado sonoro global. La atmósfera angustiante de la trama, que Parra relató personalmente sobre el escenario antes, se deshace y diluye constantemente en la suite, y el transplante de las voces a los instrumentos me parece totalmente fallido. La recepción fue fría, aunque eso en un entorno tan perezoso intelectual y artísticamente como el nuestro no sea noticia. Un cotejo de la partitura, a la que no he podido acceder, ofrecería sin duda más elementos para un juicio.

La espléndida versión que Capuçon ofreció del Concierto para violonchelo de Dvorák casi me hace olvidar haber oído esta obra casi hasta el hartazgo. La solidez técnica del francés es asombrosa, y tanto a través de ella como mediante una versatilidad y notable madurez en la gestión de las atmósferas, consigue proyectar un sonido nítido con un vibrato magnífico. Con él dibujó un traje hecho a medida para el Adagio de la partitura. Más allá de un trabajo de orfebrería cambrística en muchos momentos por parte de la orquesta y de un diálogo espléndido con un Cristian Chivu –concertino– muy implicado, hubo algunos desencuentros entre orquesta y solista, no tanto en el fraseo como en la gestión de los planos (importantes en este concierto) en la que faltó claridad y equilibrio. Es decir, más trabajo. Gustó mucho el bis de Capuçon con un guiño –muy estudiado– a Cataluña: un “Cant dels ocells” de expresión contenida. 

Hay una riqueza casi inagotable en el color orquestal de la Quinta sinfonía para la que Prokófiev dedicó gran parte de sus fuerzas, pero toda esa riqueza parece rugir por debajo de una superficie aparentemente insustancial, casi como una Voluntad schopenhaueriana que amenaza con adueñarse del control hasta arrasar con todo. Ono conoce la obra y supo cómo afrontarla, haciendo una lectura analítica y sesuda cuando ésta lo requería, sin debilitar el vigor expresivo que brota una y otra vez desde el primer movimiento. Desde el Andante la orquesta puso los cimientos del edificio sobre unos contrabajos y chelos muy precisos y compactos, a lo que siguió un Allegro marcato muy ágil y al que Ono le imprimió su personalidad con imaginación; la orquesta respondió de una manera muy diferente a como lo hace con otras batutas, espoleada esta vez por una conducción intensa. Un Adagio vehemente, con algunos pasajes dubitativos en los violonchelos pero de gran prestancia en lo que respecta a trombones y trompas, y un Allegro giocoso explosivo y entusiasta, redondearon una buena versión de la sinfonía. 

Buenos destellos, que siguen mostrando un largo camino que todavía debe ser recorrido. Me niego sin embargo a conformarme con la inercia que implica que siempre haya una de las obras que sobresale por encima del resto en cada uno de los programas. Por eso espero con gran interés el siguiente programa de la orquesta de nuevo con Ono; esta vez será con la Sinfonía núm. 39 de Mozart y la Sinfonía núm. 13 de Shostakovich, espero que sin posibles agraviados.