West Side Story OBC

Aplausos para Bernstein

04/10/2018. Palacio Euskalduna, de Bilbao. L. Bernstein: West Side Story (Banda Sonora Original). Orquesta Sinfónica de Bilbao. Dirección musical: Ernst van Tiel.

La Orquesta Sinfónica de Bibao (BOS) ha tenido a bien recordar a Leonard Bernstein en el centenario de su nacimiento con la interpretación de la banda sonora original íntegra de West Side Story al mismo tiempo que podíamos visionar la película del musical en su versión en inglés, con subtítulos en euskera y castellano. Así pues, y por una noche, el inmenso Palacio Euskalduna se convirtió en una gran sala de cine, de esas que antaño eran tan habituales, donde más de mil personas nos dispusimos a vivir las andanzas de Maria y Tony, esas andanzas que nos llevan indefectiblemente al mundo de William Shakespeare; eso sí, un Shakespeare con olor a gasolina, a calle gastada de un ghetto urbano, a guerra de razas y a frustradas ilusiones de emigrantes que poblaban un New York duro, hermoso pero implacable.

Así pues, la BOS ha compartido primer concierto de abono con la pantalla gigante y la música y el arte cinematográfico han ido de la mano para presentarnos durante más de 150 minutos la banda sonora integra del film, y por lo tanto, del musical que creó ese genio que responde al nombre de Leonard Bernstein. Esta novedosa propuesta consiguió que un público no habitual en los conciertos sinfónicos se acercara al Euskalduna y, por lo tanto, al mundo de los conciertos clásicos. Y conviene decir cuanto antes que si hubo un triunfador en esta velada este no fue sino la partitura de Lenny.

No es esta reseña el lugar más adecuado para hablar de la película en sí; tampoco debe hacerlo quien como quien firma esta reseña vive el cine como mero espectador aunque sí quiero citar la belleza de los primeros minutos del film, que parecen tomados desde un moderno dron y donde se nos ofrece una descripción casi arqueológica del barrio de Manhattan; o ese color con sabor a viejo que rodea la película. Tampoco quiero dejar de nombrar el texto de Stephen Sondheim, esclavo de su momento histórico y por ello ñoño o machista por momentos pero también capaz de lanzar críticas de carácter social de gran envergadura, como en la escena coral de los Jets, Cool, con letra que difícilmente se puede superar en su acidez y mordacidad.

Quizás sí pueda apuntar con más criterio como, conocedor de la versión operística que hizo el mismo Bernstein con Kiri Te Kanawa y José Carreras, que las voces de Marni Nixon (Maria) y Jimmy Briant (Tony) se nos aparecen pequeñas, de agudos suspirados, como poseídos por ese amor casi tristanesco que les posee, voces difícilmente comparables a los cantantes líricos antes apuntados. Y sin embargo, nos trasmiten sinceridad, verosimilitud y, lo más importante, credibilidad. A fin de cuentas, enamorarse no da un plus vocal en esto del cantar.

Así pues, la plantilla se dispuso en la versión de la obra para gran orquesta a acompañar a una pantalla que no se podía dirigir; por ello cobraba vital importancia ser capaz de coordinar técnicamente el visionado de la película con la interpretación musical. La responsabilidad recayó en el director holandés Ernst van Tiel, especialista en este tipo de conciertos-espectáculos relacionados con el cine y las bandas sonoras y tras la larga escucha solo nos queda felicitarle efusivamente.

Cierto es que hubo algún desajuste entre imagen y sonido pero poco nos cuesta imaginar la dificultad de mantener la concentración durante tanto tiempo, teniendo en cuenta que la película caminaba por libre; de hecho, era la película la que “dirigía” a la orquesta pues ella marcaba el ritmo, la cadencia, las pautas. Los pequeños desajustes no empañan, por lo tanto, la enorme labor del director, siendo capaz de sacar de la BOS una sonoridad brillante, siendo capaz de llevar a la orquesta a un ritmo adecuado, casi bailable en tantos momentos.

Conviene, así, subrayar el gran trabajo de los ochenta maestros, destacando la imponente sección de percusión, con siete maestros capaces de sostener el ritmo de la obra y la labor espectacular –en todos los sentidos de la palabra- de la sección de metales.

Al final de la película pudimos disfrutar de los originales títulos de crédito diseñados por Saul Bass y fue aquí, precisamente aquí, cuando el público decidió hacer justicia con lo más importante del concierto: la música. Cuando apareció el nombre del compositor se interrumpió por primera vez la interpretación para, con un aplauso breve pero emotivo, hacer un reconocimiento del mérito de Leonard Bernstein. Más adelante el mismo van Tiel levantó la partitura empleada durante el concierto dirigiendo los aplausos hasta el último lógico destinatario.

Me consta que algunos abonados han considerado este concierto casi una frivolidad, como algo no adecuado a un abono clásico. Quizás en tal apreciación aun exista una especie de prejuicio contra el compositor, como si cupiera alguna duda que Leonard Bernstein es un clásico, con todas las letras. Y que la partitura de West Side Story, por más que su popularidad haya provocado que algunas de sus canciones parezcan más propias –por tantas y tantas versiones sufridas- del mundo pop o crossover, es digna del mundo clásico. Un servidor siente que ayer se hizo justicia con el compositor y con la obra.