Tristan Isolde Paris18 VincentPontet 

El amor en los tiempos de cierta edad

París. Opéra Bastille. Wagner: Tristan und Isolde. Andreas Schager (Tristan). Martina Serafin (Isolde). Ekaterina Gubanova (Brangäne) Matthias Goerne (Kurwenal). Neal Cooper (Melot). Nick Spence (Ein Hirt / Ein Junger Seemann). Tomasz Kumięga. Orchestre et Choeurs de l’Opéra national de Paris. Dir. de escena: Peter Sellars. Videoarte: Bill Viola. Dir. musical: Philippe Jordan.

“No, no somos ni Romeo ni Julieta”. Alguien querrá matarme por unir a Wagner y Karina en las mismas líneas, pero encuentro la canción de la eurovisiva cantante bastante fidedigna al sentir del compositor alemán. Mátame camión, va.

Tristán e Isolda no son dos teenagers, no hay inocencia en sus miradas y están algo alejados, aunque no tanto, de la Italia medieval. No son pues, Romeo ni Julieta, aunque entre medias surja el filtro “milagroso” del amor. Estos enamorados están de vuelta y, frente a aquellos, han vivido incluso por encima de sus posibilidades emocionales. En cuanto al amor, si este aguanta y es verdadero, o tal vez incluso si no lo es, parece más sugerente cuando se alcanza cierta edad. No sé si estos dos protagonistas se las saben todas, pero van a por todas y lo naif hace ya años que lo dejaron atrás. El trabajo de Peter Sellars es un verdadero milagro que supera al tiempo y a los programadores. Uno de los grandes, en una producción que alcanza ya unos 15 años y vuelve ahora a París. Si tal y como decía Picasso, el arte verdadero es aquel que alcanza cada presente, Sellars, aquí con la impagable aportación de Viola, ha creado verdadero arte. Bill Viola por su parte y tras todo este tiempo, ya se ha descubierto ante cualquier melómano como el genio del videoarte que es. Alguien queriendo contar algo a alguien, a nosotros, a través de sugestivas imágenes. El poder del símbolo. La narración de lo interior. Un tándem perfecto.

Desde el foso emerge el actor principal de este drama que no es sino la orquesta. En búsqueda del tiempo, en búsqueda de significado. Casi nada y casi todo, evidentemente tratándose de Wagner. Philippe Jordan demuestra ante la Orchestre National de l’Opéra de París tener una visión decidida de cómo hacer lo que quiere hacer. Suntuosidad con claridad (y unas maderas soberbias) que deja respirar por sí sólo al drama wagneriano, unido a una acertada atención a las necesidades que toman forma sobre el escenario.

Alrededor de este, un coro excepcional y sobre las tablas, un plantel de cantantes de primer orden, liderados por el desenvuelto y convincente Tristan de Andreas Schager. A su lado, una Isolde de canto arrojado en la voz de Martina Serafin, quien dibuja una protagonista desolada, de emociones amargas en un agudo acerado y una línea, como la de Schager, no tan lírica por momentos.

Completan el reparto unos secundarios de campanillas encabezados por el Rey Marke de René Pape en un personaje que ya ha hecho suyo y una Brangäne de Ekaterina Gubanova de voz tersa, delicada, elegante, que se despliega de forma natural y homogénea ante la partitura wagneriana. El Kurwenal de Matthias Goerne es estático sobre el escenario, aunque sea por requerimientos de la escena y se entienda el por qué. Su canto, no obstante, se muestra algo mate por momentos, pero siempre en manos de un músico inteligente y respetuoso con la música que canta.