Historias naturales
Barcelona. 10/10/2018. Palau de la Música. LIFE Victoria. Obras de Brahms, Poulenc, Ravel y Schubert. Simon Keenlyside, barítono. Malcolm Martineau, piano.
Fruto de la colaboración entre el Festival LIFE Victoria, impulsado por la Fundación Victoria de los Ángeles y cada día más presente en la vida liederística barcelonesa, y el Palau de la Música Catalana, ha vuelto a Barcelona Simon Keenlyside. El barítono londinense es especialmente recordado en la ciudad condal por aquellas espléndidas funciones del Hamlet de Thomas, al lado de Nathalie Dessay. Posteriormente ofreció un recital liederístico en el Gran Teatre del Liceu y, en esta ocasión, lo ha hecho en el espacio, más adecuado, del Palau, acompañado al piano por Malcolm Martineau.
El programa proponía cuatro bloques con obras de autores diferentes que conformaban una cierta estructura circular. Se iniciaba con canciones de Brahms y pasaba después al contrastado universo del Poulenc para desembocar en les Histoires Naturelles, de Ravel, que cerraban la primera parte. La segunda se iniciaba de nuevo con Poulenc para acabar volviendo a casa, al romanticismo alemán de Franz Schubert.
Lo primero que llama la atención en el Keenlyside liederista son dos cosas: la belleza tímbrica de una voz de barítono lírico, pero con cuerpo, que se emite con pasmosa naturalidad y una extraña gestualidad corporal que, hasta que uno se acostumbra – y hasta que el cantante se va relajando – supone un elemento de distracción considerable.
El bloque dedicado a Brahms, gestualidad aparte, pareció el menos maduro de todo el programa. El cantante situó un discreto atril de soporte y se mantuvo más aferrado a la partitura, ofreciendo destellos de clase, con una línea siempre impecable. Destaca en la mecánica técnica de Keenlyside la belleza de la cobertura cuando pasa al registro central-agudo. Un gesto que hace con perfección canónica y que aporta a su voz un componente cálido y pastoso y un color hermosísimo. Lo mostró en algunas de las piezas de Brahms y en el primer ciclo de Poulenc, Quatre poèmes de Guillaume Apollinaire, en el que confirmó su afinidad natural con la lengua y la música francesa.
Malcolm Martineau, que hasta ese momento se había mantenido un tanto distante y discreto, tanto en el Brahms como, sobre todo, en un Poulenc en el que el piano debe aportar más chispa y más colores, ofreció a solo la Pavane de la Suite française, de Poulenc, interpretada con elegante sencillez. Pero lo mejor del recital estaba por llegar, y sin duda empezó con las Histoires naturelles, de Ravel, que conectan por su tono humorístico con la personalidad de Poulenc. Aquí, el trabajo de Keenlyside fue de filigrana. El componente teatral de la obra le va como anillo al dedo y esa extraña gestualidad desaparece para convertirse en una fragilidad entrañable. Además, la naturalidad de su emisión va como anillo al dedo al ciclo de Ravel. Martineau, siempre en segundo plano, se mostró aquí como un colaborador necesario, muy bien compenetrado con el cantante.
El tono se mantuvo en el inicio de la segunda parte con una sensacional Le travail du peintre, una obra magnífica donde se juntaron todas las virtudes vocales e interpretativas mencionadas con un piano más presente e implicado. Sin duda, el punto álgido de un gran recital que acabó con un bloque dedicado a Schubert que alternó canciones tan conocidas como Liebesbotshaft o Abschied con rarezas como Alinde, en la que se volvió a ver a Keenlyside más pegado a la partitura.
Pero a esas alturas, la suerte ya estaba echada y el público del Palau rendido a los pies de un barítono que parece hacerlo todo y, por lo visto, todo bien.