Biondi EuropaGalante 

Una pálida belleza 

Barcelona. 17/12/2018. Palau de la Música Catalana. Vivaldi: Las cuatro estaciones. Europa Galante. Dir. musica y violín solista: Fabio Biondi. 

Antonio Vivaldi (1678-1741) alcanzó ya en su tiempo popularidad internacional. Y en esos logros jugó un papel  fundamental  la publicación en Amsterdam de “L’estro armonico” en 1711. Se trata de una serie de doce conciertos para cuerda cuatro de los cuales constituyen “Las cuatro estaciones”, sin duda la obra más popular de su autor.

En 1991 “L’Europa galante” publicó esta obra como álbum de debut. Se trataba de un momento de eclosión de la interpretación historicista del repertorio barroco, instrumentos de época, exhumación de manuscritos, etc. Y el álbum hizo fortuna merecidamente. Bajo la dirección de Fabio Biondi “L’Europa galante” fue una de las agrupaciones de moda del momento y se ha establecido como uno de los grupos más referenciales del historicismo barroco en Italia.

Agrupación pequeña, sonido ligero, tempi igualmente ligeros… Esas son las señas de identidad del conjunto de Fabio Biondi y de su ya famosa interpretación de este clásico popular. Pero “Las cuatro estaciones” solo ocupaban la segunda parte. La primera iba dedicada a la producción operística del propio Vivaldi i la de Domènec Terradellas (1713-1751). Barcelonés de cuna y formación (en la catedral recibió las enseñanzas de Francesc Valls), Terradellas se fue para no volver a los diecinueve años, continuó su formación en Nápoles con Francesco Durante y desarrolló su exitosa aunque corta  carrera, además de en el propio Nápoles, en Roma, Londres, Bruselas y París. El revival del Barroco ha resucitado a este compositor del cual, sin embargo, se representó “ Merope” (1743) en el Gran Teatre del Liceu en la temprana fecha de 1955.

La simfonia (obertura, para los amigos) de la ópera Griselda de Vivaldi abrió fuego y de buena onda. Sin dirección aparente más allá de la que le confiere a la clavecinista su teclado, de pie y con mandolina incorporada a la agrupación de cuerdas, a este primer avance sólo le faltó una mayor concreción expresiva.

Y aquí empezó Terradellas. Y también Carlos Mena. El prestigioso contratenor vasco se arrancó con un aria de “Bellerofonte” (1747) y cierta frialdad. La “messa di voce” tan propia del estilo no  fue de una entonación exactísima, así como más bien justo el volumen en la octava baja y finalmente la cosa se remató con una cadencia dudosa por ritmo y afinación.

Mejoraron las cosas en el aria de “Mitridate” (1746), en la cual, por otra parte, Fabio Biondi se empezó a dedicar a su pluriempleo de violinista y director empleando el arco para ordenar el juego. Sin embargo la cadencia de Mena se resintió una vez más de una entonación calante.

Descansó el cantante y también Terradellas  para dar paso  a una obertura de “Ercole sul Termodonte” (1723) donde la música de Vivaldi fluyó sin rozamiento y en la que sólo se echó de menos (como en el resto de la velada) una mayor presencia sonora del clave.

Contraatacó el contratenor con un aria de “Merope”, de bravura y con un contexto instrumental vibrante por parte de “L’Europa  galante”, en la que ofreció muy buenas prestaciones y no se reprodujeron ninguno de los contratiempos mencionados anteriormente.

Tras afinar de nuevo sus arcaicos instrumentos el conjuntó se enfrentó a una nueva aria de “Mitridate” que Mena introdujo con una “messa di voce” ostentosa y algo carente de pulsación. Tampoco se podría destacar la precisión de la coloratura y sí, en cambio, la exhibición de un bello registro de pecho mediante el cual, ahora sí, la octava baja ganó gran presencia.

La aportación, irregular, de Carlos Mena, concluyó con una tercera aria de “Mitridate” en la que se le pudo sentir algo corto de fiato, circunstancia que ya se había producido en alguna anterior ocasión.

 Pero aunque Carlos Mena ocupe una destacada posición en su ámbito, el plato estrella de la noche tenía que venir en la segunda parte con las famosas “Cuatro Estaciones” ligadas ya íntimamente con el nombre de Fabio Biondi y “L’Europa galante”.

Y no todo fue tirar cohetes des del principio. La primera intervención solista de Biondi en el primer movimiento de la “Primavera” no impuso mucho. Sí en cambio los destacados rítmicos de las violas en el segundo y sin duda la intensidad y los solos del tercero y último.

El “Verano” se inició en la misma sintonía: intensidad y un final espectacular que arrancó los aplausos espontáneos y extemporáneos del respetable tras el primer movimiento. Y así en el segundo con las bellísimas respuestas de las cuerdas graves y en la tormenta que cierra esta segunda estación, brillante a pesar de la relativa exactitud de los solos.

Y como sí del dia de la marmota se tratara también el “Otoño” arrancó con gran intensidad, alguna inconcreción de Biondi como solista y una nueva salva de aplausos extemporáneos que nos hicieron entender, ¡oh, decepción!, que la anterior no había sido producto de una emoción estética incontenible si no de la presencia masiva de turistas cuyo objetivo principal era contemplar la bella arqitectura y ornamentación del Palau y cuyo bagaje musical era más bien escaso. 

En el segundo movimiento tuvo la teclista su momento de gloria y como se había abierto la veda se volvió a aplaudir, como para asegurarse de que el dinero de la entrada había estado bien invertido. El tercer movimiento, de gran exigencia virtuosística, dio paso al “Invierno”.

Y más exigencias virtuosísticas, más intensidad y mas aplausos aleatorios. Bella la base rítmica de los cellos en el segundo movimiento y brillante final. Como la cosa iba de clásicos populares, en el bis se le dio al público lo que deseaba, es decir, una nueva “Tempestad”. Y eso fue todo. Pensó Biondi, con razón, que a un público tan disperso no había que darle más.

Y por donde entraron se fueron habiendo dejado momentos emocionantes, otros más cuestionables y una cierta sensación de que el Palau es demasiado grande para este tipo de agrupación y de que en un espacio diferente tal vez podríamos hablar de un concierto más memorable.