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Paralelismos necesarios

Barcelona. 16/02/2024. Palau de la Música Catalana. Monteverdi: L'incoronazione di Poppea. Jeanine de Bique (Poppea), Kangmin Justin Kim (Nerone), Iestyn Davies (Ottone), Maite Beaumont (Ottavia), Federico Sacchi (Seneca), Liv Redpath (Drusilla, Fortuna), James Way (Lucano, Liberto, segundo soldado, familiar 2, cónsul), Frances Gregory (Arnalta, nodriza, familiar 1), Hilary Cronin (Virtut, Venere, Pallade, dama de honor), Lauren Lodge-Campbell (Amor), Xavier Hetherington (Mercurio, paje, Lictor, primer soldado, familiar 3, cónsol). The English Concert y Cor de Cambra del Palau. Xavier Puig, director de coro. Harry Bicket, director.

Es difícil no hacer comparaciones cuando hace poco yo mismo escribí una crítica para este medio sobre el Orfeo de Jacobs en el Liceu. Monteverdi en ambos casos, en versión concierto las dos veces y con directores prestigiosos en el campo de la "música antigua". Pero los hechos que sucedieron en ambas veladas fueron todavía más propicias al símil, y no porque la cosa fuera muy parecida sino por las significativas diferencias.

En la primera escena nos encontramos ya con un encuentro entre Virtud, Fortuna y Amor en la que las dos primeras cantantes mostraban capacidades vocales muy convincentes. Esto marcaba una distancia respecto al reparto propuesto por Jacobs en el Liceu. Todavía no habíamos visto a los protagonistas y ya teníamos algo que celebrar. Aunque Iestyn Davies (Ottone) practicaba un uso artificioso de las vocales (asimilación de la e y la i) que es bastante frecuente en la interpretación del  barroco italiano, su canto fue más que correcto en una parte de considerable dificultad técnica. Esta superioridad técnica de los cantantes respecto a las prestaciones del reparto de Orfeo se confirmó con la aparición de Lucano y Mercurio (James Way y Xavier Hetherington), con voces sonoras y vocalidades sólidas. 

Y entonces aparecieron los protagonistas. Confirmaron las sensaciones generales, con sus matices. Jeanine De Bique (Poppea) tiene momentos excelentes. Sin embargo, no midió la sala y alternó frases vibrantes de bello timbre con piani muy desapoyados que llegaban a ser inaudibles en ocasiones. En este aspecto hay que reseñar un hecho capital y que no he mencionado hasta ahora: la dirección de Harry Bicket es extremadamente parca en dinámicas. Su tendencia al mezzoforte permanente ahogaba las intenciones de De Bique. Kangmin Justin Kim (Nerone) empezó a desplegar un personaje maníaco e histérico de poder que se corresponde con el tópico histórico, que en cualquier caso fue siempre dramáticamente muy concreto y al que solo se le podría sugerir un italiano más natural. 

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Maite Beaumont (Ottavia) se presentó con un gran recitativo, muy expresivo. Se desempeñó brillantemente en su primera escena pero, muy a su pesar, el contexto instrumental seguía siendo poco sugestivo. En el Orfeo de Jacobs el fuego venía del conjunto instrumental, aquí venía de las voces. Pero hubiese sido deseable oir a estos cantantes con un apoyo instrumental más frondoso. 

Federico Sacchi (Seneca) mostró un bello timbre rico en armónicos pero de afinación aproximativa en ciertos contextos  y tesitura limitada: ni sus graves eran muy plausibles ni el paso al agudo era muy seguro. Sin embargo, a las virtudes mencionadas hay que añadir una coloratura también notable. En la escena entre Nerone y Seneca pudimos hacernos una idea todavía más precisa del tipo de artista que es Kangmin Justin Kim (Nerone): una cierta tendencia a la sobreactuación pero gran expresividad y agudos potentes. Mientras tanto De Bique (Poppea) estaba estupenda en la escena X, con unos graves muy bellos, a lo que se añadió la intervención de Liv Redpath en el papel de Drusilla, muy convincente. Y así nos fuimos al entreacto habiendo disfrutado de una interpretación vocal notable y una dirección poco estimulante.

Como era de esperar las tendencias marcadas por el primer acto no eran completamente engañosas y hubo asuntos reseñables, como las prestaciones de Kangmin Justin Kim (Nerone) y James Way (Lucano) en la escena V del segundo acto, la confirmación de las buenas sensaciones con Maite Beaumont (que ya cantó la parte en el Liceu) y el hecho de que Lauren Lodge-Campbell mejoró sus prestaciones del primer acto. Hasta hubo momentos en que Bicket despertó de su letargo. Y en el tercer acto hubo de todo: la buena linea de canto de Liv Redpath, una Nodriza apurada en los graves, una Poppea brillante a voz despelgada (bonito duo con Nerone), el uso excesivo en la "semiescenificación" de la lateralidad de los cantantes (que perjudicaba al volumen),  un Nerone estridente y brillante a la par, una Ottavia siempre consistente, unas cuerdas que no siempre estuvieron finas durante la velada... Todo divertido a pesar de la dirección demasiado escueta de Harry Bickett; pero el duo final se enfrentó con tiempo lento y atmósfera etérea, y Poppea y Nerone cantaron como hasta entonces, lo que no es poco.

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Fotos: © Palau de la Música Catalana