Hamlet Comique 1 Vincent Pontet 

Un título a reivindicar 

París. 27/12/2018. Opéra Comique. Thomas: Hamlet. Stéphane Degout, Sabine Devieilhe, Sylvie Brunet-Grupposo, Julien Behr, Jérôme Varnier, Kevin Amiel, Yoann Dubruque, Nicolas Legoux. Orchestre des Champs-Élysées. Dir. de escena: Cyril Teste. Dir. musical: Louis Langrée.

Hasta inicios de 2017, la Opéra Comique de París permaneció cerrada por reformas, durante un período de dos años que se dilató más de lo previsto. El resultado de dicha puesta al día es extraordinario. La sala, amén de una estética bellísima, presenta una acústica excelente y ofrece un espacio sumamente grato para el disfrute de la lírica, dada la proximidad entre público e intérpretes, con una capacidad para 1.200 butacas. Esta sala, conocida como Favart, acogió en su día el estreno de óperas tan emblemáticas como Carmen, Pelléas et Mélisande o Manon, lo que resulta sumamente interesante para valorar las condiciones originales en las que dichas partituras se concibieron. El presente Hamlet de Ambroise Thomas encontró así un espacio más que idoneo para volverse a escuchar en París.

De todos los grandes dramas y tragedias legados por la pluma de William Shakespeare, es curioso que Hamlet sea el que peor fortuna lírica ha tenido. Al lado de Otello, por ejemplo, palidece el impacto que este insigne personaje -por todos conocido a través del tópico to be or no to be- ha tenido en el panorama operístico. De hecho, el presente Hamlet de Ambroise Thomas es el único título ligado a esta tragedia que ha pervivido en el repertorio. Y tampoco lo ha hecho con demasiada fortuna, pues su presencia en los escenarios ha ido oscilando, siempre al calor de determinados protagonistas que se afanaron por recuperarla, caso de Simon Keenlyside o Natalie Dessay en la generación más próxima de solistas.

Concebida como una grand opéra, esto es conforme a un formato preestablecido con cinco actos, ballet, etc., este Hamlet de Ambroise Thomas vio la luz en marzo de 1868, entonces en la Salle Pelletier, sede principal de la Ópera de París hasta 1873, cuando fue pasto de las llamas. La ópera alterna con bastante fortuna los pasajes más íntimos (los siloloquios de Hamlet y las escenas con Ophélie y Gertrude) con los pasajes más grandiosos, propios de una auténtica tragedia (la escena de la locura de Hamlet, todo el concertante final o la farsa en la que se representa El asesinato de Gonzago). En conjunto, sin duda, una obra a reivindicar, con un protagonista cuya línea vocal es exigente, intensa y hermosa, digna de parangonarse con otros grandes personajes de raíz shakesperiana, como Macbeth o el ya citado Otello.

En la parte protagonista, desde cualquier punto de vista, Stéphane Degout resultó un intérprete ideal desde todo punto de vista. Brilla con luz propia tanto en el intenso siloloquio del tercer acto como en la conversación con la fantasmagórica aparición de su padre, al final del primer acto. Por descontado, Degout estuvo igualmente descollante en el conocido brindis (Ô vin, dissipe la tristesse...). Sorprendió en todo caso, una vez más, comprobar sus espléndidas dotes actorales, algo patente sobre todo en el violento dúo con su madre Gertrude. Tanto el timbre como la extensión de su instrumento se antojan ideales para una parte que viene cantando con enorme éxito durante esta década. 

Dándole la réplica, en la parte de Ophélie, no se quedó atrás la soprano Sabine Devieilhe, una de las voces francesas más interesantes del momento y a la que juraría que todavía no hemos escuchado por España. Voz fresca y desenvuelta, es sin duda una ligera, pero no suena a jilguero; hay quienes se afanan en compararla con la gran Natalie Dessay. Las comparaciones son odiosas, y Dessay fue un fenómeno muy singular, pero seguramente si alguien puede aspirar a ocupar su lugar hoy en día, esa es sin duda Sabine Devieilhe, ejemplar a todas luces en su encarnación de Ofelia.

Hamlet Comique 2 Vincent Pontet

 

El reparto se cerraba con un compacto equipo de comprimarios, destacando más en ellos la sobresaliente implicación actoral que las dotes vocales, con algunas limitaciones reseñables en los casos de Sylvie Brunet-Grupposo y Julien Behr, la pareja de reyes. Destacó no obstante, por su indudable impacto, el material de Jérôme Varnier, de genuino bajo profundo; muy competente también el Laertes de Kevin Amiel.

La nueva producción de este Hamlet estaba confiada a Cyril Teste (1975), miembro del Collectif MXM y con una extensa trayectoria teatral a sus espaldas, incluyendo también algunas incursiones cinematográficas. Teste propone un espectáculo intenso, donde todas las extremas pasiones de esta tragedia se juegan en primer plano, con el respaldo técnico de una fabulosa realización en video, que nos aporta aún más proximidad si cabe a lo que acontece en escena. Teste rehuye cualquier recreación de aires historicistas, fundiendo con habilidad el lenguaje cinematográfico con una estupenda dirección de actores. Dadas las reducidas dimensiones de la Opéra Comique, Teste acierta a emplear también parte de la sala como escenario, con diversas escenas que comienzan o terminan allí, sin que llegue a producirse una interacción directa con el público. Teste logra imágenes potentes y bellísimas, como el final de Ophélie, que recuerda claramente a Melancholia de Lars von Trier. En suma, un trabajo inteligente, bien medido, respetuoso con el espíritu original de la obra y capaz al mismo tiempo de antojarse contemporáneo.

En el foso, al frente de la Orquesta de los Campos Elíseos, encontramos un valiosísimo trabajo por parte del maestor Louis Langrée, quien ya había dirigido antes esta obra en el Metropolitan de Nueva York, en 2010. Langrée consigue que escuchemos esta música con oídos atentos y curiosos, abiertos a una música poco conocida aunque cuajada de momentos de sumo interés, ya sea por su impacto dramático, ya sea por su intenso lirismo. Sorprendió muy gratamente el desempeño de la citada Orquesta de los Campos Elíseos, una formación poco conocida en nuestros lares, que exhibió un sonido muy hecho, ciertamente compacto y atinado en su coloración, habida cuenta además de que en el pequeño foso de la Opéra Comique caben apenas cincuenta músicos. Fabuloso, por último, el coro Les éléments, un nutrido y esmerado conjunto, de impecable musicalidad y hermosa coloración vocal.